El hospital de Monkole
se prepara para hacer frente a la pandemia de coronavirus. Es el centro de
referencia de medio millón de habitantes
Foto: Candelas Valera Vázquez |
Tiene 100 camas, seis respiradores
(«en los hospitales del centro de la ciudad hay tres o cuatro», comenta Candelas
Varela, directora de su escuela de enfermería), y agua potable.
Candelas Varela, directora
de la escuela de enfermería ISSI, vinculada al hospital de Monkole (República
Democrática del Congo) duda si atribuir a la lógica o al deseo su opinión de
que «si el coronavirus no ha llegado ya a esta zona, no va a llegar». La mayor
parte de los 98 casos de COVID-19 del país (con ocho fallecidos) se concentran
en la Gombe, la zona rica de la capital, a unos 25 kilómetros de este centro
médico.
«Se trata de casos que llegaron
de Europa o de Estados Unidos (es la gente que viaja al extranjero)» o de
personas de su entorno que se contagiaron. «Los están controlando mucho a ellos
y a sus contactos, y no se está extendiendo» demasiado. «Es gente que no se
suele mover por estas otras zonas.
También están mejor nutridos, tienen acceso
a cuidados médicos, viviendas más amplias, pueden teletrabajar...». Aunque los
datos oficiales no sean del todo de fiar (solo hay una entidad acreditada para
hacer los tests), «si hubiera habido contactos se estaría muriendo la gente en
los barrios, y de momento no hay noticias de focos grandes de muertes» sin
explicar, apunta la directora de ISSI.
Sí son preocupantes algunos
positivos en las problemáticas provincias de Ituri y Kivu del Sur, al este.
Estas regiones están marcadas por un largo conflicto que en los
últimos meses se ha recrudecido, además de por la pobreza, la
explotación de sus recursos naturales y un brote de ébola que ha acabado con la
vida de 2.200 personas. Afortunadamente, tras el alta de la última paciente, el
3 de marzo, no ha habido nuevos casos y si la tendencia se mantiene hasta el 14
de abril, se declarará el fin de la epidemia.
Confinamiento intermitente
Esto ha dejado al
científico que ha gestionado la crisis, Jean-Jacques Muyembe, disponible para
seguir con la misma labor, ahora frente al coronavirus. «Lo hizo bien y la
gente tiene confianza en él». La enfermera española valora de forma bastante
positiva la actuación del Gobierno: «Diez días después del primer caso
confirmado cerraron las fronteras. Creo que fue la mejor medida».
Además, la capital se ha
aislado internamente del resto del país y se ha decretado un
confinamiento sui generis: durante tres semanas, cuatro días de
aislamiento y dos sin él. «Aquí la gente vive al día –explica Varela–. No puede
cerrar su puestecito tres semanas seguidas». Al mismo tiempo se ha limitado el
número de personas en los medios de transporte: solo se
permitirá que en una furgoneta vayan 16 personas (el máximo legal, aunque
suelen llevar hasta 20) y cuatro en un taxi.
Las medidas probablemente
no tengan el mismo alcance que en Europa. «En los barrios interiores, donde las
callecitas son de tierra, la gente va a seguir saliendo», reconoce Varela. «Las
casas son tan mínimas que es imposible quedarse encerrado. Me imagino que
pondrán militares y policías como cuando hay revueltas».
Otro empeño del equipo de
Muyembe es utilizar todos los medios de comunicación posibles para difundir
información oficial y luchar contra los bulos, falsas noticias y
supersticiones. También en África corren como la pólvora, y a veces tienen
consecuencias fatales. Como en el caso de una mujer de un barrio rural que «la
semana pasada mató a sus tres hijos con una purga que supuestamente los iba a
proteger del coronavirus».
Seis respiradores para
medio millón de habitantes
Mientras la escuela de
enfermería ha cerrado, el hospital de Monkole se prepara para hacer frente a la
pandemia si esta llega. Es el centro de referencia para el COVID de tres zonas,
con una población de medio millón de habitantes. Tiene 100 camas, seis
respiradores («en los hospitales del centro de la ciudad hay tres o cuatro»),
agua potable (un lujo que no hay que dar por supuesto en los centros médicos
del país, ni siquiera en la capital) y fama de limpio.
Tuvieron su primer susto
hace unos días, cuando una voluntaria italiana de un orfanato cercano empezó a
mostrar síntomas. Después de luchar mucho porque le hicieran la prueba del
coronavirus, al principio les informaron por error de que había dado positivo.
Aunque luego se desmintió, «llegó el pánico. Pusimos en cuarentena a los 300
niños» y al hospital, relata la enfermera española. Todo un ensayo general para
lo que puede llegar en los próximos días o semanas.
Si al final la pandemia
golpea su área, Varela teme la falta de suministros. «Hemos pedido material de
protección porque no estamos preparados. Tenemos, pero no unas reservas
excesivas. Ahora comprar es imposible», por lo que espera que sea suficiente
con lo que se acumuló para el ébola. En cualquier caso, todavía no les ha
llegado. Sí han impulsado las medidas de higiene, y se ha establecido un
circuito distinto para atender a estos pacientes. Con información que les llega
por ejemplo desde España, «también estamos ejercitándonos en hacer mascarillas
con plásticos y batas con bolsas de basura, haciendo acopio de esas cosas y
también de mucha lejía».
Las consecuencias del miedo
Otra preocupación de la
sanitaria es que la gente deje de ir al hospital. «Habrá personas con síntomas
de COVID que no vengan por miedo al estigma o a que las pongan en cuarentena»,
a ellas y a todo su barrio. «Como no hay medios de protección, te dejan hasta
48 horas prácticamente solo. De hecho, después de morir uno de los primeros
enfermos, se difundió por redes sociales que más que por esta enfermedad había
muerto por abandono», pues era hipertenso y diabético y esas enfermedades
previas no se le trataron mientras estaba aislado.
«También nos estamos
preparando –apunta Varela– para que se compliquen otras enfermedades, como la
malaria», al no acudir quienes las padezcan al centro médico. «Viendo lo que
pasa en Europa, la gente tiene pánico».
María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega