Nunca
debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir,
llamada por Dios
LA
CATEQUESIS TIENE QUE SER UN CAMINO HACIA LA SANTIDAD
Requisitos
imprescindibles para poder ser catequista: Estar confirmado, asistir a la Santa
Misa Dominical, Confesión frecuente, ir a la formación de catequistas y vida de
intimidad con Dios y su Sagrada Escritura.
Nunca
debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir,
llamada por Dios para una misión concreta y muy importante dentro de la
Iglesia, en la que ponemos mucha carne en el asador. Nadie piense, que ser
catequista es un hobbie, una distracción… La vocación es algo muy serio, donde
está en juego nuestra felicidad y la de los demás. Y sobre todo el que las
almas redescubran a Dios en su corazón.
Es
muy importante que el/la catequista antes de comenzar la catequesis tenga un ratito
de oración, donde en la presencia de Dios le pida fuerzas al Espíritu
Santo para que sea Él el que realmente actúe en nosotros.
Cuando
se comienza la catequesis todos juntos nos ponemos en la presencia de Dios: En
el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es recomendable que se
recuerde que allí donde dos o más se reúnen en nombre de Dios allí está Él en
medio de ellos. El tener un Crucifijo, una vela encendida y la fotografía
de Jesucristo y la Virgen María ayuda muchísimo a estar en la presencia de
Dios.
La catequesis debe estar preparada por el/la
catequista con antelación, no llegar a lo que surja. La catequesis hay que
trabajarla y prepararla.
La
catequesis no es solo tener un tema actual que debatir, ni tampoco es un
gabinete psicológico de desahogo, ni puede ser solo un rato de juego con
los niños. La tarea del/de la catequista es dar a conocer a Jesucristo, a la
Iglesia y sus grupos e instituciones, la Sagrada Escritura, los sacramentos,
los santos, la piedad… Todo esto si se prepara bien hace que las personas
que reciban la catequesis vayan amando a Dios con más intensidad,
reconocen a la Iglesia como una madre…Una catequesis tiene que tener como
centro a Jesucristo.
En
las catequesis las personas deben ir amando cada vez más la Eucaristía, la
confesión, la oración, la intimidad con Dios… Pero para poder dar a conocer
esto, el/la catequista debe vivirlo. Nadie da de lo que no tiene. Si un/una
catequista no tiene su corazón en Dios, en los sacramentos, en la Iglesia ¿Qué
le está dando a los demás? Muchas cosas, pero no a Dios.
Toda
catequesis debe comenzar o terminar en el Sagrario, allí donde está nuestro
Señor Jesucristo. La presencia viva de Jesús va transformando a las almas que
se acercan a Él. Por eso, si pretendemos que Jesucristo sea amado por todos,
tenemos que llevarlos a Él. Y allí en el Sagrario rezar alguna
oración vocal, hacer peticiones, hablar con en el Señor, un ratito de
silencio.
En
cada catequesis se debe leer el Evangelio del día correspondiente o el del
Domingo siguiente al día de la catequesis. Leerlo con profundidad y extraer una
palabra que nos ilumine, que nos de fuerza, que nos recuerde todo el Evangelio.
¿Señor que me pides, que necesitas de mi?
El/La
catequista tiene que ser con su vida testimonio de Jesucristo, ya que es
referente para las personas a las que regala su tiempo para dar a conocer a
Jesucristo. La mejor catequesis, nunca lo olvidemos, es nuestra propia vida
cuando transparenta a Cristo. Nuestra vida tiene que ser luz y sal para los
demás, un nuevo sabor en medio de este mundo.
En
las catequesis se deben aprender las oraciones que la tradición cristiana nos
ha ido transmitiendo: Padre Nuestro, Ave María, Gloria, Yo Confieso, Credo… Así
como inculcar una devoción fuerte al Ángel de la Guarda, el Santo Rosario,
Vía-Crucis… El fervor en el corazón es muy importante para vivir una verdadera
vida cristiana.
Es
muy importante que el/la catequista rece por los componentes de su grupo y sus
familiares, para que el Señor los vaya iluminando en la búsqueda de Dios.
Siempre,
siempre misericordia unos con otros, mucho respeto y dispuestos a
acoger los distintos dones que Dios ha puesto en cada uno. Se trata de
aceptar esos dones, valorarlos, acogerlos… Confiar en las personas, porque en
cada una hay una pequeña ventana por donde Dios entra y es capaz de
transformarlo todo en Verdadero Amor.
Por:
P. Francisco Javier Domínguez
Fuente:
adelantelafe.com