¿TODOS VALEN PARA CATEQUISTAS?

Nunca debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir, llamada por Dios

LA CATEQUESIS TIENE QUE SER UN CAMINO HACIA LA SANTIDAD

Requisitos imprescindibles para poder ser catequista: Estar confirmado, asistir a la Santa Misa Dominical, Confesión frecuente, ir a la formación de catequistas y vida de intimidad con Dios y su Sagrada Escritura.

Nunca debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir, llamada por Dios para una misión concreta y muy importante dentro de la Iglesia, en la que ponemos mucha carne en el asador. Nadie piense, que ser catequista es un hobbie, una distracción… La vocación es algo muy serio, donde está en juego nuestra felicidad y la de los demás. Y sobre todo el que las almas redescubran a Dios en su corazón.

Es muy importante que el/la catequista antes de comenzar la catequesis tenga un ratito de oración, donde en la presencia de Dios le pida fuerzas al Espíritu Santo para que sea Él el que realmente actúe en nosotros.

Cuando se comienza la catequesis todos juntos nos ponemos en la presencia de Dios: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es recomendable que se recuerde que allí donde dos o más se reúnen en nombre de Dios allí está Él en medio de ellos. El tener un Crucifijo, una vela encendida y la fotografía de Jesucristo y la Virgen María ayuda muchísimo a estar en la presencia de Dios.

 La catequesis debe estar preparada por el/la catequista con antelación, no llegar a lo que surja. La catequesis hay que trabajarla y prepararla.

La catequesis no es solo tener un tema actual que debatir, ni tampoco es un gabinete psicológico de desahogo, ni puede ser solo un rato de juego con los niños. La tarea del/de la catequista es dar a conocer a Jesucristo, a la Iglesia y sus grupos e instituciones, la Sagrada Escritura, los sacramentos, los santos, la piedad… Todo esto si se prepara bien hace que las personas que reciban la catequesis vayan amando a Dios con más intensidad, reconocen a la Iglesia como una madre…Una catequesis tiene que tener como centro a Jesucristo.

En las catequesis las personas deben ir amando cada vez más la Eucaristía, la confesión, la oración, la intimidad con Dios… Pero para poder dar a conocer esto, el/la catequista debe vivirlo. Nadie da de lo que no tiene. Si un/una catequista no tiene su corazón en Dios, en los sacramentos, en la Iglesia ¿Qué le está dando a los demás? Muchas cosas, pero no a Dios.

Toda catequesis debe comenzar o terminar en el Sagrario, allí donde está nuestro Señor Jesucristo. La presencia viva de Jesús va transformando a las almas que se acercan a Él. Por eso, si pretendemos que Jesucristo sea amado por todos, tenemos que llevarlos a Él. Y allí en el Sagrario rezar alguna oración vocal, hacer peticiones, hablar con en el Señor, un ratito de silencio.

En cada catequesis se debe leer el Evangelio del día correspondiente o el del Domingo siguiente al día de la catequesis. Leerlo con profundidad y extraer una palabra que nos ilumine, que nos de fuerza, que nos recuerde todo el Evangelio. ¿Señor que me pides, que necesitas de mi?

El/La catequista tiene que ser con su vida testimonio de Jesucristo, ya que es referente para las personas a las que regala su tiempo para dar a conocer a Jesucristo. La mejor catequesis, nunca lo olvidemos, es nuestra propia vida cuando transparenta a Cristo. Nuestra vida tiene que ser luz y sal para los demás, un nuevo sabor en medio de este mundo.

En las catequesis se deben aprender las oraciones que la tradición cristiana nos ha ido transmitiendo: Padre Nuestro, Ave María, Gloria, Yo Confieso, Credo… Así como inculcar una devoción fuerte al Ángel de la Guarda, el Santo Rosario, Vía-Crucis… El fervor en el corazón es muy importante para vivir una verdadera vida cristiana.

Es muy importante que el/la catequista rece por los componentes de su grupo y sus familiares, para que el Señor los vaya iluminando en la búsqueda de Dios.

Siempre, siempre misericordia unos con otros, mucho respeto y dispuestos a acoger los distintos dones que Dios ha puesto en cada uno. Se trata de aceptar esos dones, valorarlos, acogerlos… Confiar en las personas, porque en cada una hay una pequeña ventana por donde Dios entra y es capaz de transformarlo todo en Verdadero Amor.

Por: P. Francisco Javier Domínguez

Fuente: adelantelafe.com