II. Quién es el demonio. Su poder es limitado. Necesidad de la ayuda divina para vencer.
III. Jesucristo es el vencedor del demonio. Confianza en Él. Medios que hemos de utilizar. El agua bendita.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le
responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o
sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o
desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a
verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.
Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna»” (Mateo 25,31-46).
I. El diablo existe. La
Sagrada Escritura habla de él desde el primero hasta el último libro revelado,
desde el Génesis hasta el Apocalipsis. La historia del hombre ha padecido la
influencia del diablo. Hay rasgos presentes en nuestros días de una intensa
malicia, que no se explican por la sola actuación humana. El demonio, en formas
muy diversas, causa estragos en la Humanidad. La actuación del demonio es
misteriosa, real y eficaz. Con Jesucristo ha quedado mermado el dominio del
diablo, pues Él “nos ha liberado del poder de Satanás” (CONCILIO VATICANO II,
Sacrosanctum Concilium).
Por
razón de la obra redentora, el demonio sólo puede causar verdadero daño a
quienes libremente le permitan hacérselo, consintiendo en el mal y alejándose
de Dios: nadie peca por necesidad. Además, para librarnos del influjo
diabólico, Dios ha dispuesto también un Ángel que nos ayude y proteja. “Acude a
tu Ángel Custodio, a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te
traerá santas inspiraciones” (J ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino).
II. El demonio es un ser
personal, real y concreto, de naturaleza espiritual e invisible, y que por su
pecado se apartó de Dios para siempre. Es el padre de la mentira (Juan 8, 44),
del pecado, de la discordia, de la desgracia, del odio, de lo malo y
absurdo que hay en la tierra (Hebreos 2, 14), el enemigo que siembra el mal en
el corazón del hombre (Mateo 13, 28-39), y al único que hemos de temer si no
estamos cerca de Dios.
Su
único fin en el mundo, al que no ha renunciado, es nuestra perdición. Y cada
día intentará llevar a cabo ese fin a través de todos los medios a su alcance.
Es el primer causante de las rupturas en las familias y en la sociedad. Sin
embargo, el demonio no puede violentar nuestra voluntad para inclinarla al mal.
El santo Cura de Ars dice que “el demonio es un gran perro encadenado, que
acosa, que mete mucho ruido, pero que solamente muerde a quienes se le acercan
demasiado”.
III. Nos debe dar gran
confianza saber que el Señor nos ha dejado muchos medios para vencer y para
vivir en el mundo con la paz y alegría de un buen cristiano: la oración, la
mortificación, la Confesión y la Eucaristía, y el amor a la Virgen. El uso del
agua bendita es también eficaz protección contra el influjo del diablo. Nuestro
esfuerzo en la Cuaresma por mejorar la fidelidad a lo que sabemos que Dios nos
pide, es la mejor manifestación de que frente al Non serviam del demonio,
queremos poner nuestro personal Serviam: Te serviré, Señor.
Textos
basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente:
Almudi.org