Durante
la misa en Santa Marta de este domingo, el Papa Francisco volvió, como en el
pasado, a hablar de la "gracia de las lágrimas"
Papa Francisco: pidamos la gracia de las lágrimas, porque son precisamente las lágrimas
las que nos preparan para ver a Jesús.
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En
una homilía en 2015, había dicho que todo el mundo llora pero que pocos tienen
la "gracia de saber llorar" porque "son precisamente las
lágrimas las que nos preparan para ver a Jesús" con el corazón.
El
llanto tiene una dimensión típicamente humana e inexorable, la del sufrimiento,
que no perdona a nadie. Nacemos llorando: "El hombre nace con dificultad,
y el riesgo de muerte es el nacimiento. Siente el dolor y el tormento, en
primer lugar": así, en el Canto nocturno de un Pastor vagabundo de Asia
(39-42), Giacomo Leopardi describe el primer llanto del recién nacido. En la
primera infancia cada necesidad se comunica a través del llanto, que sólo más
tarde se traducirá en palabras.
El mundo de hoy carece de
llanto
Para
quienes no expresan su dolor en público, se suele decir que son capaces de
soportarlo con dignidad y compostura, como si debieran avergonzarse. Durante
su Viaje Apostólico a Filipinas, el Papa Francisco
dijo a los jóvenes: "¡Al mundo
de hoy le falta llorar! Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados
de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o
menos sin necesidades no sabemos llorar”.
El significado de las
lágrimas en el mundo antiguo
En
el mundo antiguo el llanto no significaba ser débil, el llanto se
consideraba más bien una profunda manifestación de los sentimientos de
dolor, frustración, nostalgia. Según la mitología del antiguo Egipto, la
humanidad habría surgido de las lágrimas del dios Ra. Las lágrimas fluyen del
corazón, se pensaba, y para los antiguos el corazón era sede de la
inteligencia, de las emociones, los sentimientos y los pensamientos. Las
lágrimas se encuentran en la Epopeya de Gigalmesh y por lo tanto en el mundo
homérico, donde su valor está atestiguado por numerosos episodios, tanto en la
Ilíada como en la Odisea. Las lágrimas de Aquiles, Agamenón, Héctor, Diómedes,
Patroclo, Ulises expresan múltiples sentimientos que no están dominados por la
debilidad, sino que por el contrario, expresan la plena aceptación de la propia
humanidad y por lo tanto irrumpen en esa esfera que hace al hombre heroico:
vivir a pesar de su finitud.
El
grito de Príamo tiene la fuerza para detener la guerra entre griegos y
troyanos. Aquiles se sintió conmovido por las lágrimas del anciano y le dio
doce días al padre para llorar y celebrar el funeral de su hijo Héctor, el
hombre que él mismo había matado. No sólo de los hombres, sino también aquel
conmovedor de las mujeres, como Andrómaca, que se lamentaba de la muerte de su
marido y del destino de ella y su hijo, del mismo destino que atraviesa la
historia, similar al de las viudas de guerra de todos los lugares y tiempos.
Incluso las figuras históricas lloran, como Alejandro, Jerjes, Pericles, Julio
César.
Las lágrimas en el Antiguo
y Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia
Las
lágrimas se repiten constantemente en la Biblia, el Antiguo y el Nuevo
Testamento, invirtiendo una gama tan amplia de sentimientos que son inimitables
en otras fuentes. El llanto afecta a hombres y mujeres de todas las
condiciones. Son lágrimas de arrepentimiento, de súplica, de consuelo, de
angustia, pero también de condena, cuando Jesús alude al destino reservado a
los condenados que irán donde habrá "llanto y crujir de dientes" (Mt
13, 42). Las lágrimas están en el centro del Libro de las Lamentaciones. En los
Salmos, en particular, las lágrimas son el efecto del arrepentimiento o del
consuelo. Dios recoge las lágrimas de todos en un odre y no pierde ni una sola
(56,9) y aquí resuenan las palabras del Apocalipsis: "...y será el Dios
con ellos, su Dios. Enjugará toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá
más muerte, ni luto, ni llanto, ni trabajo, porque las cosas primeras han pasado"
(21, 3-4).
No
es de extrañar que las lágrimas sean el punto de partida del pensamiento de los
Padres de la Iglesia, especialmente en Oriente, con los padres del desierto y
los capadocios, como Evagrio Póntico, Isaías de Esceta, Diadoco de Fótice,
Pseudo-Macario, Juan Clímaco e Isaac el Sirio, pero también en Occidente con
Juan Casiano y Agustín de Hipona. No hablamos de un tratamiento sistemático
real y adecuado, sino de reflexiones que parecen tener el valor de un
testimonio, de una experiencia realmente vivida. El "camino de las
lágrimas", pavimentado con arrepentimiento, sufrimiento, pasión,
purificación, conduce al misterio de Dios y por lo tanto a la salvación:
"Las lágrimas son la señal de que te acercas a los límites de la región misteriosa"
(Isaac el sirio, Primera colección 14); "No hay otro camino [más que las
lágrimas] ... para ver los misterios" (Simeón, Himnos 15,259-260).
Jesús también lloró
María
Magdalena llora cuando le lava los pies a Jesús con sus lágrimas y Pedro llora
cuando se da cuenta de su traición cuando canta el gallo. Las lágrimas más
preciosas son ciertamente las de la Virgen: las de una madre por su Hijo y por
cada uno de sus hijos.
Jesús
también llora, acogiendo cada aspecto de la esencia humana en sí mismo,
participando plenamente en ella. Entre los siglos XI y XII un obispo y poeta
francés, Hildebert de Lavardin, escribió: "Flevisse lego, risisse
numquam" (Sermo LXXIII. In festo omnium sanctorum primus), aludiendo al
hecho de que los Evangelios nunca hablan de la risa de Jesús, sino de su
llanto. El Papa Francisco recordó ayer los pasajes de los Evangelios en los que
el Señor llora: en el Evangelio de Juan (11,32-44) sobre su amigo Lázaro; en
Lucas (19,41) al acercarse a Jerusalén y profetizar su destrucción; en Mateo
(26,36-46) y Marcos (14,32-42), durante la oración y la agonía en Getsemaní,
Jesús manifiesta su angustia y su tristeza sin llorar, mientras que en la Carta
a los Hebreos 5,7 habla de "fuertes gritos y lágrimas".
Las lágrimas, una
dimensión típicamente humana
Cada
uno de estos tres momentos se representan de manera diferente en el texto
griego. En el episodio de Lázaro Jesús derrama lágrimas en un llanto
silencioso, expresado por el verbo κλαίω, mientras que el llanto sobre
Jerusalén se representa con el verbo δακρύω, llorando de forma sonora y
audible. Jesús quiere ser escuchado por todos los que le rodean: que sepan, que
se conviertan. La raíz del mismo verbo usado para llorar por Jerusalén se
encuentra en la palabra que expresa los angustiosos lamentos en Getsemaní.
Los
episodios parecen indicar las tres dimensiones del hombre, que son la del yo-tú
(Jesús-Lazzaro), la del yo-mundo/toda la humanidad (Jesús-Jerusalén) y
finalmente la del yo- solo ante Él y Dios (Getsemaní). En esta perspectiva el
significado de las lágrimas se fortalece, se vuelve aún más poderoso.
El significado cristiano
de las lágrimas
El
Papa Francisco explicó las lágrimas de Jesús de esta manera: "Solamente
cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas ",
porque "ciertas realidades sólo pueden verse con los ojos limpios de
lágrimas" (Viaje Apostólico a Filipinas, 18/1/2015).
"Si
Dios ha llorado, también yo puedo llorar sabiendo que se me comprende. El
llanto de Jesús es el antídoto contra la indiferencia ante el sufrimiento de
mis hermanos. Ese llanto enseña a sentir como propio el dolor de los demás, a
hacerme partícipe del sufrimiento y las dificultades de las personas que viven
en las situaciones más dolorosas". (Vigilia de oración "Secar las lágrimas",
Basílica Vaticana, 5/5/2016).
Y
en estos días tan dramáticos, la gracia de saber llorar se convierte en una
oración aún más sentida e indispensable. Estas son las palabras del Papa Francisco el domingo pasado:
"Señor, que yo pueda llorar contigo, llorar con tu pueblo que está
sufriendo en este momento. Muchos lloran hoy. Y nosotros, desde este altar,
desde este sacrificio de Jesús, de Jesús que no se avergonzó de llorar, pedimos
la gracia de llorar".
María
Milvia Morciano
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