Este 27 de marzo, en la Misa en Santa Marta, el Santo
Padre dirigió una vez más su pensamiento a los enfermos, a los ancianos solos,
a las familias que no tienen nada para vivir, y expresó su gratitud a los que
se preocupan por ellos
En su homilía dijo que contra la furia destructiva que
despierta el demonio, es necesario el coraje del silencio. Esto es lo que hizo
Jesús, y esto es lo que se debe hacer frente a la mezquina obstinación, como
las habladurías.
En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo
– en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco expresó su gratitud
por aquellos que piensan en los demás, en este difícil momento caracterizado
por la pandemia del coronavirus. Estas fueron sus palabras en la introducción
de la misa:
“En estos días, han llegado noticias de cómo tanta
gente está empezando a preocuparse de una manera más general por los demás, y
piensan en las familias que no tienen lo suficiente para vivir, los ancianos
solos, los enfermos en el hospital y rezan y tratan de hacer llegar alguna
ayuda... Esta es una buena señal. Agradezcamos al Señor por suscitar estos
sentimientos en los corazones de sus fieles”.
En su homilía, comentando las lecturas de hoy, tomadas
del Libro de la Sabiduría (Sabiduría 2, 1. 12-22) y del Evangelio de Juan (Jn
7, 1-2. 10. 25-30), subrayó que el ensañamiento de los que querían matar a
Jesús era suscitado por el diablo, porque detrás de toda furia destructiva está
el diablo. No se puede discutir con los que están enfurecidos, sólo se puede
callar, como hizo Jesús que eligió el silencio y la Pasión. Es el estilo que se
debe seguir incluso con las pequeñas obstinaciones diarias, las habladurías.
A continuación el texto de la homilía según nuestra
transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video
integral) desde nuestro canal de Youtube:
La primera lectura es casi una crónica (anticipada) de
lo que le pasará a Jesús. Es una crónica adelantada, es una profecía. Parece
una descripción histórica de lo que pasó después. ¿Qué dicen los impíos?
“Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de
obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas
contra la enseñanza recibida. Es un vivo reproche contra nuestra manera de
pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida
distinta de los demás y va por caminos muy diferentes… Porque si el justo es
hijo de Dios, Él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos”.
Pensemos en lo que le decían a Jesús en la cruz:
"Si eres el Hijo de Dios, baja; que Él venga a salvarte". Y luego, el
plan de acción: “Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su
temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él
asegura que Dios lo visitará”. Es una profecía, precisamente, de lo que ha
sucedido. Y los judíos trataban de matarlo, dice el Evangelio. Entonces,
también trataron de arrestarlo – nos dice el Evangelio – “pero nadie puso las
manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora”.
Esta profecía es demasiado detallada; el plan de
acción de esta gente malvada es sólo detalles sobre detalles, no escatimemos
nada, probémoslo con violencia y tormento, y pongamos a prueba el espíritu de
resistencia... sujetémoslo en trampas, atrapémoslo, (para ver) si cae... Esto
no es un simple odio, no hay un plan de acción malvado - ciertamente - de un
partido contra otro: esto es otra cosa. Esto se llama ensañamiento: cuando el
diablo que está detrás, siempre, detrás de todo ensañamiento, trata de destruir
y no escatima los medios.
Pensemos en el comienzo del Libro de Job, que es
profético sobre esto: Dios está satisfecho con el modo de vida de Job, y el
diablo le dice: "¡Sí, porque lo tiene todo, no tiene ninguna prueba!
¡Pónganlo a prueba!" Y primero el diablo le quita sus posesiones, luego le
quita su salud, y Job nunca, nunca se alejó de Dios. Pero el diablo, lo que
hace, es ensañarse. Siempre. Detrás de toda la furia está el diablo, para destruir
la obra de Dios. Detrás de una discusión o enemistad, puede ser el diablo, pero
desde lejos, con tentaciones normales. Pero cuando hay ensañamiento, no
dudamos: está la presencia del diablo. Y el ensañamiento es sutil. Pensemos en
cómo el diablo ha sido furioso no sólo contra Jesús, sino también en las
persecuciones de los cristianos; cómo ha buscado los medios más sofisticados
para llevarlos a la apostasía, para alejarse de Dios. Esto es, como decimos en
el lenguaje cotidiano, esto es diabólico: sí; inteligencia diabólica.
Me contaban algunos Obispos de uno de los países que
sufrieron la dictadura de un régimen ateo que llegaron, en las persecuciones, a
detalles como éste: el lunes después de Pascua las maestras tenían que
preguntar a los niños: "¿Qué comisteis ayer?", y los niños decían lo
qué habían comido en el almuerzo. Y algunos decían: "Huevos", y los
que decían "huevos" eran perseguidos para ver si eran cristianos
porque en ese país comían huevos el Domingo de Pascua. Hasta este punto, de
ver, de espionaje, donde hay un cristiano para matarlo. Esto es un ensañamiento
en la persecución y esto es el diablo.
¿Y qué se hace en el momento del ensañamiento? Sólo se
pueden hacer dos cosas: discutir con esta gente no es posible porque tienen sus
propias ideas, ideas fijas, ideas que el diablo ha sembrado en sus corazones.
Hemos oído cuál es su plan de acción. ¿Qué se puede hacer? Lo que hizo Jesús:
callarse.
Es sorprendente cuando leemos en el Evangelio que
frente a todas estas acusaciones, todas estas cosas, Jesús guardó silencio.
Frente al espíritu de furia, sólo silencio, nunca justificación. Nunca. Jesús
habló, explicó. Cuando comprendió que no había palabras, silencio. Y en
silencio Jesús hizo su Pasión. Es el silencio de los justos frente a la obstinación.
Y esto también es válido para – llamémoslo así – la pequeña tenacidad diaria,
cuando uno de nosotros escucha que hay una habladuría allí, contra él, y
decimos cosas y luego no sale nada... cállate. Silencio. Y soportar y tolerar
la obstinación. La habladuría es también un ensañamiento, un ensañamiento
social: en la sociedad, en el vecindario, en el lugar de trabajo, pero siempre
contra él. Es un ensañamiento no tan fuerte como este, pero es una furia,
destruir al otro porque se puede ver que el otro incomoda, molesta.
Pidamos al Señor la gracia de luchar contra el mal
espíritu, de discutir cuando tengamos que discutir; pero frente al espíritu de
obstinación, tener el coraje de callar y dejar hablar a los demás. Lo mismo
ante esta pequeña obstinación diaria que es la habladuría: dejarlos hablar. En
silencio, ante Dios.
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la
adoración y la bendición Eucarística, invitando a tomar la comunión espiritual.
Aquí sigue la oración recitada por el Papa:
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente
en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no
pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al
menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese
recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás
me aparte de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu
Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum ("Ave
Reina del Cielo").
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