El predicador jesuita puso en guardia sobre el riesgo
de "resistir a la gracia, de oponerse al Espíritu"
En la tercera
meditación de los Ejercicios Espirituales de la Curia Romana en Ariccia, el
predicador Padre Bovati reflexiona sobre la difusión actual del rechazo de Dios
en nombre de la reivindicación del derecho a elegir por uno mismo. Una
resistencia sobre la cual la Iglesia, dice el teólogo, debe cuestionarse para
entender sus responsabilidades.
«Con Moisés
decimos no al "modelo faraónico" que teoriza que el bien es el bien
de los egipcios, sobre la base del cual todos los demás deben doblegarse, pero
el Dios de Israel promueve además un cambio radical de perspectiva cuando saca
a relucir el derecho de los extranjeros, de los oprimidos, de los explotados, a
favor del sistema debe funcionar como la manifestación suprema del Espíritu,
que anula los valores». Con estas palabras, el padre Pietro
Bovati, teólogo de la Pontificia Comisión Bíblica, inició la tercera
meditación matutina de los Ejercicios Espirituales de la Curia Romana que se
están celebrando en la localidad italiana de Ariccia y que el Papa Francisco
sigue desde el Vaticano.
No resistirse a la gracia, no oponerse al Espíritu
Reflexionando
sobre las lecturas del día que narran episodios del Éxodo, junto con el
Evangelio de Mateo y los Salmos, durante los ejercicios espirituales en Ariccia
para la Curia Romana, el predicador jesuita puso en guardia sobre el riesgo de
"resistir a la gracia, de oponerse al Espíritu".
En el lenguaje del Espíritu -dijo el
predicador- primero están los otros, los primeros son los últimos; "y la
resistencia a la gracia se expresa precisamente en el rechazo de esta inversión
de valores de la que hablan los profetas, que siempre se dirigen a los últimos,
a los desposeídos, a los que sufren, como una proclamación de esa gracia que
viene a liberar a los prisioneros".
Desaprobar los sistemas tiránicos
Actualizando la historia de Moisés,
"enviado a liberar a los oprimidos", el padre Bovati señaló que el
faraón con la arrogante pregunta de "¿quién es el Señor?", representa
la encarnación del poder como un poder destructivo contra los oponentes. Una
actitud que también se refleja en la realidad contemporánea -explicó el religioso-
y debe ser notado porque es una fuente de gran sufrimiento para los hombres;
"es el principio de la persecución para aquellos que desaprueban los
sistemas tiránicos".
«Tengan
cuidado de responder con las mismas armas que los "faraones" de hoy
en día. De hecho, toda forma de arrogancia orgullosa -dijo el predicador- debe
ser desterrada totalmente de nuestra vida, dejando lugar a la mansedumbre, al
martirio. Y aquí acecha una cuestión sobre el pecado que, a veces, también está
presente en nuestras estructuras; y es precisamente la tentación de luchar a
través de la fuerza, la intriga, el dinero, la ocupación de los espacios, la
conquista y el sometimiento. No olvidemos que lo que es del espíritu del mundo
no debe ser nunca el Espíritu del Señor».
La arrogancia que rechaza la obediencia a Dios
"En los tiempos modernos",
reconoció el Padre Bovati, "se ha desarrollado una forma diferente de
arrogancia que rechaza la obediencia a Dios y a sus profetas". Esta va más
allá de los elementos como la riqueza, la cultura, el poder coercitivo; y toma
en su lugar la forma de orgullo que reclama el individuo, simplemente en nombre
del derecho a la autodeterminación, la libertad de elección, la voluntad
personal. A fin de cuentas, se trata de un "rechazo de Dios como
afirmación evidente del ateísmo, considerado casi como la única opción
razonable, como indiferencia religiosa, como relativismo ético y como cualquier
otro estilo de vida que se convierte en una absolutización del propio
sentimiento, de la propia opinión, de las propias elecciones". Oponerse a
esta mentalidad, para el cristiano significa hoy más que nunca la marginación.
En
la sociedad actual, continuó explicando el predicador, existe la "difusión
de una ideología opuesta a la obediencia al Señor". Y esto ocurre
precisamente en Occidente, donde "se ha desarrollado un alejamiento
progresivo de Dios, de la fe cristiana, de la obediencia a la enseñanza de la
Iglesia". Se trata de un fenómeno sobre el que debemos interrogarnos para
comprender las causas de tal resistencia y rechazo de la gracia.
"Con
sinceridad debemos preguntarnos si hay alguna responsabilidad también en
nosotros, si nuestra forma de ser hacia los demás no está marcada por el
formalismo, es decir, por una atención a la exterioridad de las cosas, a la
materialidad de las prácticas, sin una comprensión íntima de la norma en
sí".
El desprecio de los "nuevos faraones"
"Hay entonces otro, complejo, modo de
resistencia a la gracia -añadió el jesuita- y es el de aquellos que, como el
Faraón, se erigen en paladines del orden establecido, de la forma canonizada de
la ley, de la práctica actual, considerada la única expresión perfecta e
inmutable del bien, y por lo tanto se oponen a los cambios requeridos por los
profetas, despreciados con títulos insolentes como "locos, visionarios,
indisciplinados, turbulentos, heréticos".
Por
otra parte, el padre Bovati subrayó que "no basta con apelar a la
tradición, a lo que siempre se ha hecho, a lo que en el pasado se consideraba
válido", rechazando "los fermentos de reforma, de renovación
teológica e institucional", y culpando "a priori las propuestas de
cambio en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en la liturgia, en la
práctica catequística, en la pastoral".
Volviendo
a la historia del Éxodo, el predicador señaló que "el faraón no se
contenta con rechazar las demandas de Moisés", sino que aprovecha la
oportunidad "para exacerbar las condiciones de trabajo de los judíos e
interpreta la demanda de libertad como una expresión de pereza". Y en la
"agresión verbal" del Faraón, "se manifiesta el desprecio, no
aceptando el diálogo que es una manifestación de resistencia a la gracia".
No aceptar el abuso de poder
Cabe señalar que el pecado también consiste
en la absolutización del sistema productivo como único valor. Por ello, el
padre Bovati indicó "la tentación de vivir tranquilamente, la aceptación
también del abuso de poder que se considera preferible al valiente acto
liberador", con todos los riesgos que ello implica. Tanto es así que
incluso el profeta se arriesga a perder su fuerza.
La
parábola evangélica del sembrador -concluyó el predicador asignando a los
presentes la lectura del Salmo 78 para la oración- "nos muestra la fuerza
de la palabra de Dios pero también la resistencia que se determina". Es
"la resistencia a la gracia que toma la forma de celos hacia aquellos que
tienen un mayor don que el nuestro; o de orgullo, pensando que somos mejores
que los demás porque producimos más fruto". También, añadió el religioso,
"el contentarse con producir algún fruto, hacer un poco de bien, tal vez
presentado como una forma de modestia y humildad, debería ser considerado como
una insidiosa resistencia a la gracia que no deja que crezca un amor y un
servicio de creciente donación".
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