La "falta de fe" fue el punto central de la cuarta meditación del Padre Pietro Bovati en el retiro de Cuaresma de la Curia Romana, reunida en Ariccia hasta el próximo viernes
Mientras tanto, la Oficina de Prensa de la Santa Sede
anuncia que el resfriado diagnosticado al Papa "está siguiendo su curso,
sin síntomas atribuibles a otras patologías" y que Francisco "celebra
la Santa Misa diariamente y sigue los Ejercicios Espirituales".
"También en nosotros hay fenómenos de ceguera, de
idolatría, que son esencialmente una falta de fe en el Señor Jesús, la
incapacidad de vivir verdaderamente confiándonos a Él". Con estas palabras
el sacerdote jesuita Pietro Bovati inició su meditación vespertina del 3 de
marzo, en estos Ejercicios Espirituales celebrados en Ariccia, partiendo del
episodio del becerro de oro, narrado en el Éxodo, y recordando, al igual que en
otras meditaciones, la historia de Moisés, el Evangelio de Mateo y los Salmos.
Mientras tanto, desde el Vaticano llega la noticia
difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, de que Francisco sigue las
meditaciones diarias del predicador jesuita y que el resfriado "sigue su
curso, sin síntomas atribuibles a otras patologías".
Al centro de la reflexión de esta tarde, el religioso
profundizó sobre el pecado, no como se presenta mayormente como una
transgresión de la ley de Dios, sino como una "falta de fe". El
primero de los preceptos del Decálogo se refiere, de hecho, a no tener otros
dioses en lugar del Dios único y no hacer imágenes de la divinidad. Esta última
especificación, explicó el padre Bovati, ha sido considerada anticuada por el
pueblo cristiano: consideran el ídolo, el fetiche, un legado del pasado. En
cambio, el pueblo ha considerado útil, "también contra las tendencias
iconoclastas", recurrir a las imágenes de la divinidad para aumentar la
fe. Pero la idolatría sigue siendo "un pecado capital denunciado en toda
la tradición del Antiguo Testamento".
Pecado no
reconocido
Hay, por tanto, "una ceguera muy grave" que
aflige a la conciencia, precisamente porque no se reconoce. Como cuando en el
Evangelio de Juan Jesús observa: «Así como ustedes dicen "nosotros
vemos", vuestro pecado permanece».
"Es un pecado que no puede ser curado, porque no
se reconoce", es más, se niega "y por lo tanto se asemeja -señala el
padre Bovati- al pecado contra el espíritu, sin remedio". Hay una fuerte
crítica a la hipocresía de los escribas del Evangelio de Mateo, en el capítulo
23, y también a la de los fariseos, "los observadores de la ley que se
presentaron al pueblo como modelos a imitar".
La hipocresía es una mentira, porque sustituye las
buenas acciones por la apariencia de bondad, distorsiona la práctica devota
porque en lugar de ser "para la gloria de Dios", se dirige a la exaltación
y el honor del hombre. La hipocresía no sabe juzgar, no sabe lo que es el
verdadero discernimiento; es ciega, no conoce la justicia, la misericordia, la
fidelidad, identifica la bondad con las prácticas y los cumplimientos
materiales.
Escuchar no poseer
Asimismo, a partir del texto del Éxodo, capítulo 32
que narra cómo el pueblo adoraba al becerro de oro, el predicador
reflexiona sobre el fenómeno de la idolatría poniendo de relieve varios
aspectos: cómo surge el deseo de certezas, de la preferencia por
"ver" en lugar de escuchar la voz del Dios invisible.
Pero el talismán puede tomar la forma de una
constitución doctrinal o disciplinaria. Su rigidez, que se considera sinónimo
de solidez y perennidad, el aspecto claro y controlable de la doctrina, incluso
su calidad intelectual, son apariencias engañosas, si tal construcción
reemplaza la escucha humilde y permanente de la voz de Dios que habla como
espíritu. Si uno sustituye la creencia por el conocimiento, si uno deja de
adherirse a Dios, termina creyendo que posee la verdad, en lugar de buscarla y
escucharla con humilde docilidad.
Jesús venció al
mundo
La imagen del becerro de oro aplicada a nuestros días,
llevó al padre Bovati a hablar sobre la importancia que se da a la imagen
pública en el mundo virtual en el que vivimos y en el que con frecuencia nos
convertimos en seguidores de un objeto idólatra.
Por ello, el religioso también advirtió contra el
riesgo de practicar un culto que, aunque en teoría sea devoto y espléndido, en
su ejecución no sea capaz de acoger la Palabra de Dios que es transformadora.
"Las ceremonias bien hechas no son suficientes si no se basan en la
auténtica oración que es ante todo escuchar a Dios".
Central, por último, es la llamada al Evangelio de
Mateo, en particular a las tentaciones en el desierto. "Jesús sale
victorioso y nos enseña el camino para superar nuestra ceguera, señala el
biblista. Jesús muestra el camino del siervo. Y el Salmo 106 también recuerda
que en la historia de Israel, Dios siempre interviene con gestos de
salvación".
Esto es lo que agranda nuestros corazones, que entre
nosotros entramos en la acción de la gracia por la bondad del Señor, porque su
amor es eterno. Jesús dice: "Ten valor. Yo he vencido al mundo". Y lo
ha vencido también por nosotros, para que en el reconocimiento de nuestra poca
fe podamos todavía entonar el himno de alabanza, volviendo nuestra mirada
amorosa hacia Él, nuestro único Dios, nuestro Salvador.
Debora Donnini - Ciudad del Vaticano
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