En los primeros siglos, a los cristianos no se les permitía
celebrar su fe públicamente y se los obligaba a “guardar el domingo” en casa
Corinne SIMON/CIRIC |
Si bien el cristianismo se asocia más comúnmente con iglesias grandes y hermosas donde la liturgia se celebra regularmente, al principio era una historia muy diferente.
Los cristianos fueron minoría durante los primeros siglos, y fueron perseguidos por casi todos los demás. Además, no tenían recursos para erigir iglesias grandes y grandiosas. En cambio, mantuvieron la fe y se reunieron en casas particulares.
Los cristianos fueron minoría durante los primeros siglos, y fueron perseguidos por casi todos los demás. Además, no tenían recursos para erigir iglesias grandes y grandiosas. En cambio, mantuvieron la fe y se reunieron en casas particulares.
La Enciclopedia Católica afirma “que los
primeros lugares dedicados al culto cristiano fueron las habitaciones en
viviendas privadas se admite en todas las fuentes … la afirmación en sí misma
apenas necesita pruebas”.
La evidencia
de esto se encuentra incluso en el Nuevo Testamento, especialmente en los
Hechos de los Apóstoles.
Íntimamente unidos, frecuentaban a diario
el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez
de corazón (Hechos
2,46)
Se cree que
las cartas de san Pablo están dirigidas a congregaciones de cristianos que se
reunían en las casas de los demás para la Eucaristía.
“Las
Iglesias de la provincia de Asia les envían saludos. También los saludan en el
Señor, Aquila y Priscila, junto con los hermanos que se congregan en su casa”.
(1 Corintios 16,19)
Estas
reuniones generalmente se llevaban a cabo en casas más grandes, pero estas
casas solo podían acomodar alrededor de 40-50 personas.
Esto
significa que estas “iglesias” eran bastante pequeñas y
los pastores locales atendían las necesidades de solo un puñado de familias.
Sin embargo,
una vez que el cristianismo ya no estuvo bajo persecución, la Iglesia creciente
necesitaba construir edificios mucho más grandes para albergar a todos los
fieles. Ya no se necesitaban casas particulares y la misa se podía celebrar
abiertamente sin ninguna amenaza.
Curiosamente,
este no ha sido un episodio aislado: durante la historia, cada vez que el
cristianismo no se podía practicar en público, los cristianos volvían a
reunirse en las casas, sobreviviendo así la Iglesia a muchas pruebas.
¿Podría
suceder lo mismo durante la epidemia de coronavirus, haciendo de cada hogar
cristiano una pequeña iglesia?
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia