Entrevista
con el Cardenal Luis Antonio Tagle, Prefecto de la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, en el séptimo aniversario de la elección del
Papa Francisco
Cercano
en la oración con los que sufren, sin distinción: ya sean personas infectadas
por el Coronavirus o personas extremadas por la guerra como en Siria.
Así vive el Papa Francisco estos días particulares, marcados por las medidas
extraordinarias para combatir la epidemia, en el cual se celebra el séptimo
aniversario de su elección a la Cátedra de Pedro. Una fecha, la del 13 de marzo
de 2013, que permanece imborrable en la memoria de los fieles, y no sólo, de
todo el mundo y que es revivida con particular emoción por el Cardenal Luis
Antonio Tagle. En esta entrevista con los medios de comunicación del Vaticano,
el Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos se detiene
en los temas claves del Pontificado, definiendo estos primeros siete años de
Francisco como una "parábola" sobre la cercanía y la compasión de
Dios.
Cardenal Tagle, ya han
pasado siete años desde la elección del Papa Francisco. ¿Qué recuerdos
personales tiene de ese 13 de marzo de 2013?
Fui
uno de los seis Obispos creados Cardenales en el último Consistorio de
Benedicto XVI el 24 de noviembre de 2012. Tres meses después formé parte del
Cónclave que eligió al Papa Francisco. Todo el evento constituye una
experiencia única, pero con muchas facetas. Entre los muchos recuerdos del 13
de marzo de 2013, me gustaría mencionar dos.
En
primer lugar, cuando el Cardenal Bergoglio obtuvo el número de votos necesarios
para ser elegido Papa, entre los Cardenales estalló la alegría, aplausos y
alabanzas a Dios, que una vez más nos aseguraba que no abandonaría a su
Iglesia. Pero cuando miré al Cardenal Bergoglio, vi que estaba sentado con la
cabeza inclinada. Mi exuberancia se convirtió repentinamente en pathos. En la
postura inclinada del nuevo Papa percibía el peso de la obediencia, el inclinarse
a la misteriosa voluntad de Dios. Percibí también la necesidad de inclinarme en
oración, un acto de confianza en Dios, que es el verdadero Pastor de la
Iglesia. Entonces, cuando nos unimos al Papa Francisco para saludar a la
multitud reunida en la Plaza de San Pedro, me di cuenta de que cada nuevo
Pontífice es un don que Dios "revelará" lentamente a lo largo de los
años de su ministerio papal, una promesa que Dios cumplirá ante su pueblo.
Mientras
el 13 de marzo de 2013 agradecía a Dios por el don del Papa Francisco, estaba
emocionado viendo el don y la promesa que Dios habría iniciado a compartir con
la Iglesia y el mundo en los años venideros.
¿Qué ha aportado este
Pontificado a Usted personalmente y como pastor de una gran diócesis como
Manila?
Aparte
de la riqueza de enseñanzas y gestos que hemos recibido del Papa Francisco en
los últimos siete años, me alegro por las lecciones que su ejemplo me ha
enseñado, especialmente como pastor en Manila: prestar atención a los
individuos en medio de grandes multitudes, mantener el contacto personal en
medio de una gran organización, o "burocracia" eclesiástica, aceptar
las propias limitaciones y la necesidad de tener colaboradores en medio de
expectativas "sobrehumanas", saber que eres un servidor y no el Salvador.
Usted ha tenido muchas
oportunidades para encontrar al Papa Francisco. ¿Qué es lo que más le
impresiona de su persona y su testimonio?
El
Cardenal Bergoglio y yo hemos trabajamos juntos como miembros del Consejo
Ordinario de la Secretaría del Sínodo de los Obispos de 2005 a 2008. Me
impresiona el hecho de que haya traído al papado la persona sencilla, divertida
y concienzuda que siempre he conocido. En prácticamente todos los encuentros
que he tenido con él, la primera pregunta que me hace no es sobre los temas del
día, sino "¿cómo están sus padres?".
Aunque
muchos lo consideran con razón uno de los motores y forjadores más influyentes
de la historia contemporánea y de la humanidad, yo veo en él y en nuestras
conversaciones una simple "parábola" de la cercanía y la compasión de
Dios. Siendo tal "parábola", el Papa Francisco puede mover y modelar
la historia.
Para
el Papa, los descartados son los primeros: enfermos, pobres, emigrantes.
Pensemos ahora en las personas afectadas por el Coronavirus. Sin embargo, hay
quienes tienen dificultades para aceptar su "opción preferencial" por
los últimos.
¿En su opinión, porque se
da esto?
No
quiero juzgar a nadie, especialmente a aquellos que, como dice usted, tienen
dificultades para aceptar esta "opción preferencial" por los
descartados, así como por la Creación. Sólo quiero recordar a todos,
incluyéndome a mí mismo, que el amor especial que los cristianos deben tener
por los más pequeños de la sociedad no es un invento del Papa Francisco. La
Biblia, la práctica de la Iglesia desde su nacimiento, la enseñanza social de
la Iglesia, el testimonio de los mártires y santos, así como la constante
misión de la Iglesia para con los pobres y desamparados a lo largo de los
siglos, constituyen un coro y una sinfonía que estamos invitados a escuchar y a
la que estamos llamados a unir nuestras voces y los "instrumentos" de
que disponemos, es decir, nuestra persona, nuestro tiempo, nuestros talentos,
nuestra riqueza.
Propongo
tener más contactos personales y encuentros con las personas desvalidas y
pobres. Pero debemos permitir que esos encuentros nos molesten el corazón y nos
lleven a la oración, para que podamos oír a Jesús hablándonos en los pobres.
Para el Papa Francisco, el
anuncio misionero es fundamental. ¿Cómo se puede hacer más concreta la
"Iglesia en salida" de la que él nos habla, y de qué modo esto le
inspira en su nuevo rol de Prefecto de la Congregación para la Evangelización
de los Pueblos?
Es
cierto que la "Iglesia en salida" según el Papa Francisco es una
Iglesia que va hacia los hombres y mujeres y a las situaciones concretas del
mundo para llevar el Evangelio a través de palabras y hechos. La misión o
evangelización es la razón de ser de la Iglesia. Pero no debemos olvidar que el
Papa Francisco también subraya el hecho esencial de que la misión debe surgir
de un encuentro profundo con Jesús, de una experiencia de fe y de la convicción
de que Jesús nos ama y nos salva, de un corazón lleno de la alegría que sólo el
Evangelio puede traer, de un corazón movido por el Espíritu Santo para
compartir con los demás, para que nuestra alegría y la de ellos sea perfecta
(cf. 1 Jn 1,4).
Sin
Jesús y el Espíritu Santo, la misión no es un "salir" del Padre. Se
convierte en un proyecto humano, un programa social o cívico que en sí mismo
puede ser bueno, pero tal vez no es una misión cristiana o eclesial en el
verdadero sentido de la palabra "misión". La auténtica misión
cristiana exige testimonios auténticos. Necesitamos auténticos misioneros, no
sólo trabajadores. Esperamos mantener y promover esta orientación en la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Finalmente, ¿cuál es su
deseo para el Santo Padre en este aniversario tan importante?
Deseo
al Papa Francisco que pueda continuar descubriendo y manifestando el don y la
promesa hecha por Dios a la Iglesia y a la humanidad cuando, hace siete años,
fue llamado al ministerio petrino. Que pueda ser consolado por la oración y el
amor de tantas personas. Y me gustaría decir: "¡Santo Padre, manténgase
sano y lleno de alegría!".
Alessandro
Gisotti – Ciudad del Vaticano
Vatican
News