IMPLORAR MÁS FE
II. Necesidad
de buenas disposiciones para creer.
III. Fe y
oración. Pedir la fe.
“Al llegar junto a los discípulos,
vieron a una gran muchedumbre que les rodeaba y a unos escribas que discutían
con ellos. En seguida, al verle, todo el pueblo quedó sorprendido y corrían a
saludarle. Y Él les preguntó: ¿Qué discutíais entre vosotros? A lo que
respondió uno de la muchedumbre: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un
espíritu mudo; y en cualquier sitio se apodera de él, lo tira al suelo, le hace
echar espuma y rechinar los dientes y lo deja rígido; pedí a tus discípulos que
lo expulsaran, pero no han podido.
Él les contestó: ¡Oh generación incrédula!
¿Hasta cuándo tendré que sufriros? ¡Traédmelo! Y se lo trajeron. En cuanto el
espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al niño, que cayendo a tierra se
revolcaba echando espuma. Entonces preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que
le sucede esto? Le contestó: Desde muy niño; y muchas veces lo ha arrojado al
fuego y al agua, para acabar con él; pero si algo puedes, ayúdanos, compadecido
de nosotros. Y Jesús dijo: ¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree! En
seguida el padre del niño exclamó: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad. Al ver
Jesús que aumentaba la muchedumbre, increpó al espíritu inmundo diciéndole:
¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y ya no vuelvas a entrar en él!
Y gritando y agitándole violentamente salió; y quedó como muerto, de manera que
muchos decían: Ha muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y se
mantuvo en pie. Cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos a solas:
¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? Y les respondió: Esta raza no
puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración” (Marcos
9,14-29).
I. La fe es un don divino; sólo Dios la puede infundir más y
más en el alma. Es él quien abre el corazón del creyente para que reciba la luz
sobrenatural, y por eso debemos implorarla; pero a la vez son necesarias unas
disposiciones internas de humildad, de limpieza, de apertura..., de amor que se
abre paso cada vez con más seguridad. Nosotros acudimos a la compasión y
misericordia divinas: ¡Señor, ayúdanos, ten compasión de nosotros!.
Por
nuestra parte, la humildad, la limpieza de alma y apertura de corazón hacia la
verdad nos dan la capacidad de recibir esos dones que Jesús nunca niega. Si la
semilla de la gracia no prosperó se debió exclusivamente a que no encontró la
tierra preparada. Señor, ¡auméntame la fe!, le pedimos en la intimidad de
nuestra oración. ¡No permitas que jamás vacile mi confianza en Ti!
II. Aquellos que se cruzaron con Jesús por caminos y aldeas, vieron los que sus disposiciones internas les permitían ver. ¡Si hubiéramos podido ver a Jesús a través de los ojos de su Madre! ¡Qué inmensidad tan grande! Muchos contemporáneos se negaron a creer en Jesús porque no eran de corazón bueno, porque sus obras eran torcidas, porque no amaban a Dios ni tenían una voluntad recta.
II. Aquellos que se cruzaron con Jesús por caminos y aldeas, vieron los que sus disposiciones internas les permitían ver. ¡Si hubiéramos podido ver a Jesús a través de los ojos de su Madre! ¡Qué inmensidad tan grande! Muchos contemporáneos se negaron a creer en Jesús porque no eran de corazón bueno, porque sus obras eran torcidas, porque no amaban a Dios ni tenían una voluntad recta.
La
Confesión frecuente de nuestras faltas y pecados nos limpia y nos dispone para
ver con claridad al Señor aquí en la tierra; es el gran medio para encontrar el
camino de la fe, la claridad interior necesaria para ver lo que Dios
pide. Hacemos un inmenso bien a las almas cuando les ayudamos para que se
acerquen al sacramento del perdón, Es de experiencia común que muchos problemas
y dudas se terminan con una buena Confesión, el alma ve con mayor claridad
cuanto más limpia está y cuantos mejores son las disposiciones de su voluntad.
III. Todo nuestro trabajo y nuestras obras deben ser plegaria llena de frutos. Acompañemos la oración con buenas obras, con un trabajo bien realizado, con el empeño por hacer mejor aquello en que queremos la mejora del amigo que queremos acercar al Señor. Esta actitud ante Dios abre camino a un aumento de fe en el alma.
III. Todo nuestro trabajo y nuestras obras deben ser plegaria llena de frutos. Acompañemos la oración con buenas obras, con un trabajo bien realizado, con el empeño por hacer mejor aquello en que queremos la mejora del amigo que queremos acercar al Señor. Esta actitud ante Dios abre camino a un aumento de fe en el alma.
Pidamos
con frecuencia al Señor que nos aumente la fe: ante el apostolado cuando los
frutos tardan en llegar, ante los defectos propios y ajenos, cuando nos vemos
con escasas fuerzas para lo que Él quiere de nosotros. Y nos dirigimos a María,
Maestra de fe: ¡Bienaventurada tú, que has creído!, porque se
cumplirán las cosas que se te han anunciado de parte del Señor (Lucas 1,
45)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org