Celebramos que Jesús es la sabiduría de Dios que viene a llenar de sentido
nuestra vida
Dominio público |
1. “Un
silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra
todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos”, dice la
Antífona de Entrada, y la oración colecta pide al Señor “que la tierra se
llene de tu gloria y que te reconozcan los pueblos por el resplandor de tu luz”.
El Evangelio nos lleva al principio y a la
luz: “ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra
era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la
Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la
Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la
tiniebla, y la tiniebla no la recibió… La Palabra era la luz verdadera, que
alumbra a todo hombre”. Con Jesús, la Luz; sin Él, el mundo está en
tinieblas. Sí, con Él mi vida tiene sentido, soy hijo de Dios. Nos
lleva de la mano por el camino de la vida. Él está muy cerca, al alcance de
nuestra voz, siempre cerca.
“Al mundo vino y en el mundo estaba; el
mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y
los suyos no la recibieron”. Dios necesita
nuestro amor. «Los suyos no la recibieron», no hay
lugar en el mesón, pero le ofrezco mi corazón. «Los suyos no lo recibieron»:
Jesús, yo quiero recibirte, quiero ser sencillo como los pastores, como los
magos, como María y José, y poder decir: nosotros vimos su gloria. Ver tu
gloria en medio del mundo. El que cree, ve. Quiero ser portador de tu luz que proviene
de Belén por todo el mundo, sembrar paz, y después, rezar, lleno de confianza:
“Venga a nosotros tu reino. Venga a nosotros tu luz. Venga a nosotros tu
alegría” (Ratzinger).
“Pero a cuantos la recibieron, les
da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de
sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. También se puede leer en el sentido de que él (Jesús) ha nacido de Dios, y
no de hombre. Los dos sentidos se complementan: nosotros somos hijos de Dios,
nacidos de la fe; a imagen del Hijo de Dios, nacido del Espíritu Santo, de
María siempre Virgen. «Ninguna prueba de la caridad divina hay tan patente como
el que Dios, creador de todas las cosas, se hiciera criatura, que nuestro Señor
se hiciera hermano nuestro, que el Hijo de Dios se hiciera hijo de hombre»
(Santo Tomás).
“Y la Palabra se hizo carne, y acampó
entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del
Padre, lleno de gracia y de verdad”. Y
habitó (acampó) entre nosotros... "Esta frase del Ángelus -me
contaba una madre de familia- me recuerda una cosa muy bonita que me ocurrió
una vez que di catequesis de primera comunión a un niño cuyos padres no iban
por la iglesia. Iba yo a su casa, usé el libro de una de mis hijas, del colegio,
y le iba enseñando toda clase de oraciones. Él las devoraba, le encantaba
aprenderlas, prestaba una atención... Cuando le enseñé el Ángelus, le conté que
mi padre siempre dice y habita entre nosotros, en presente, y que
yo nunca lo había hablado con mi padre, pero que a mí me gustaba decirlo así
porque realmente Jesús habita con nosotros cada día, así nos lo ha prometido...
Pensaba que Álvaro no se iba a acordar, pero en la primera ocasión que tuvimos
para rezar el Ángelus, le oí decir con su buena voz : Y habita entre
nosotros... Me miró, me guiñó un ojo, y me dijo bajito "...como tu
padre"!
2. El Eclesiástico habla de la sabiduría: “Desde el
principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás”. Hoy cantamos
que la Palabra de Dios, en la noche de Navidad, vino al mundo, y su luz lo
llena todo, "para que conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve el
amor de lo invisible" (prefacio). Las lecturas de este domingo son un
repaso de la historia Sagrada: es como cuando se quita en el teatro el telón y
se ve lo que se representa, así nos enseña Dios el regalo que nos tenía
guardado con su sabiduría, su perfume, su aroma exquisito, nos enseña sus
frutos que son dulces como la miel, y sus flores, abundantes… Jesús es como las
manos de Dios y su sabiduría, por Jesús Dios hace todo.
Y es su Palabra y por Él lo dice todo
cuando "...la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria", como recuerda el Salmo: “Glorifica al
Señor, Jerusalén, / alaba a tu Dios Sión: / que ha reforzado los cerrojos de
tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. / Ha puesto paz en tus
fronteras, / te sacia con flor de harina; / él envía su mensaje a la tierra, /
y su palabra corre veloz…” Corre, de modo que… “Tras de un amoroso
lance, / y no de esperanza falto, / volé tan alto, tan alto, / que le di a la
caza alcance” (S. Juan de la Cruz). Volar este año con magnanimidad, como el
pájaro solitario, vacío de riquezas y de querencias, libre de arrimos y
ligaduras pues la “noticia” de Dios le mueve, ya nada puede distraerle,
deslumbrarle, su vida es para Dios y los demás.
Nos da el Señor de lo mejor como
alimento: "y si, ya aquí abajo, Jesús nos conforta dándonos a comer su
propia Carne, ¿cómo saciará en el Cielo a quienes les desborde con la luz de su
Divinidad?" (Casiodoro). Para los antiguos, el "pan" en
abundancia es símbolo de la felicidad y de la vida. Decía san Agustín que
Dios “No supo dar más, no pudo dar más, no tuvo más que dar”, porque en Jesús y
la Eucaristía se nos da del todo. Tenemos hambre del Pan vivo, hambre de Dios,
y así seremos felices si no le dejamos este año que comienza.
Nos ayudan las oraciones para “correr” a
Dios, hay algunas populares bien bonitas, que se pueden rezar en familia con
los pequeños, haciéndonos pequeños, como éstas de la mañana: “Mañana de
mañanita / voy a empezar mi camino. / Cuídame Madre bendita, / guíame Jesús
divino”. O esta: “Jesusito, ¡buenos días!, / Jesusito de mi amor. / Aquí
me tienes, mi vida, / aquí me tienes, Señor. Muchos besos vengo a darte, / y
también mi corazón. / Tómalo, Niño bueno, / es toda mi posesión. / Y si yo te
lo pidiera / al llegar a ser mayor, / no me lo entregues, mi vida, / no me
hagas caso mi Dios. / Guárdalo oculto en tu pecho, / encerradito, Jesús, / que
yo no pueda cogerlo, / y siempre lo tengas Tú”. O bien: “Jesusito de mi vida,
eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón. Tómalo, tómalo;
tuyo es, mío no”.
Luego, durante el día, quizá tenemos
costumbre de rezar otras, aquí pongo alguna, por ejemplo para comer: “Jesús,
que naciste en Belén: Bendice estos alimentos, y a nosotros también”.
Y por la noche: “Niño Jesús, ven a mi
cama. Dame un besito, y hasta mañana”.
También nos ayuda la compañía del ángel,
como pedimos en esta oración: “Ángel de la Guarda, tú que eres mi amigo, haz
que al acostarme yo sueñe contigo”.
Y así bien acompañados tratar a Dios en
las tres Personas: “Que el Padre guarde mi alma; que el Hijo guarde mi sueño; y
el Espíritu mi alma, mi sueño y mi cama”.
Podría seguir con otras oraciones, y en
otros idiomas, pero lo importante es que este trato nos lleva a sentir el
consuelo de Jesús, y sentirnos hijos de Dios.
3. La carta a los Efesios cuenta
nuestra vocación: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales, en el
cielo. Ya que en Él nos eligió, antes de la creación del mundo, para que
fuésemos santos e irreprochables en su presencia, por amor. Nos predestinó a
ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo” y pide que Dios nos dé “un
espíritu de sabiduría” y, con el “corazón” iluminado vivir la
“esperanza a la que han sido llamados”.
San Juan Crisóstomo al pensar en esto
tan grande, "en Cristo", dice: "¿Qué te falta? Eres inmortal,
eres libre, eres hijo, eres justo, eres hermano, eres coheredero, con Él
reinas, con Él eres glorificado. Te ha sido dado todo y, como está escrito,
"¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas?". Tu
primicia es adorada por los ángeles, por los querubines y por los serafines.
Entonces, ¿qué te falta?". Y si Dios hizo todo esto por nosotros,
"¿por qué nos ama de este modo? ¿Por qué motivo nos quiere tanto?
Únicamente por bondad, pues la "gracia" es propia de la bondad".
Todo lo ha hecho "por el amor" que nos tiene.
“No podemos vivir el nacimiento del
Señor sin pensar en esta elección. Estamos eternamente en el ‘predilecto’ Hijo
del Padre. Esta elección permanece, ha revestido la forma de la noche de Belén.
Se ha hecho el evangelio de la cruz y de la resurrección. Sobre el acontecimiento
de Belén se ha puesto el sello definitivo. El sello de la ‘predestinación
divina’.
Llucià Pou Sabaté
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org