El Santo Padre recordó que anoche concluimos el año 2019 dando gracias a Dios por el don del tiempo y todos sus beneficios. Y dijo que debemos comenzar hoy el 2020 con la misma actitud de gratitud y de alabanza
Al rezar el primer Ángelus del 2020, en la Solemnidad
de María Santísima Madre de Dios, Francisco invitó a los fieles a bajar de “los
pedestales” del propio orgullo, abriendo el corazón a la bondad de Jesús a fin
de que sea un año de paz y esperanza. Además, el Papa pidió disculpas por el
gesto de impaciencia de ayer durante el saludo a los fieles al visitar el
pesebre en la Plaza de San Pedro
Antes de rezar
el primer ángelus del año nuevo y tras haber celebrado en la Basílica vaticana
la primera misa en la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, el Papa Francisco
saludó a los miles de fieles y peregrinos que se dieron cita a mediodía en la
Plaza de San Pedro para escuchar sus palabras, rezar por sus intenciones de
pastor de la Iglesia universal y recibir su bendición apostólica.
El milagro de la existencia
Ante todo el
Santo Padre recordó que anoche concluimos el año 2019 dando gracias a Dios por
el don del tiempo y todos sus beneficios. Y dijo que debemos comenzar hoy el
2020 con la misma actitud de gratitud y de alabanza. Sí, porque como explicó,
“no hay que dar por sentado que nuestro planeta haya comenzado un nuevo giro
alrededor del sol y que nosotros, los seres humanos, sigamos habitándolo”. “No
hay que darlo por sentado” – prosiguió – puesto que es siempre un
"milagro" del cual sorprenderse y agradecer.
El Niño Jesús es la bendición de Dios para el mundo
Al explicar que
el primer día del año la liturgia celebra a la Santa Madre de Dios, María, la
Virgen de Nazaret que dio a luz a Jesús, el Salvador, Francisco dijo que “ese
Niño es la bendición de Dios para cada hombre y mujer, para la gran familia
humana y para el mundo entero”. Y añadió que si bien Jesús no eliminó el mal
del mundo, lo derrotó en su raíz, teniendo en cuenta que “su salvación no es
mágica”, sino "paciente", puesto que “implica la paciencia del amor,
que se hace cargo de la iniquidad y le quita su poder”. Aquí Francisco
aprovechó para añadir: “La paciencia del amor: el amor nos hace pacientes.
Muchas veces perdemos la paciencia. También yo, y pido disculpas por el mal
ejemplo de ayer”, aludiendo así a su firme reacción ante la persona que le tomó
y tiró de la mano con fuerza, ayer por la tarde, cuando visitó el Pesebre de la
Plaza de San Pedro.
“Por esta
razón, al contemplar el Belén vemos, con los ojos de la fe, el mundo renovado,
liberado del dominio del mal y puesto bajo el señorío real de Cristo, el Niño
acostado en el pesebre”
Tras destacar
que la Madre de Dios nos bendice mostrándonos a su Hijo, bendice a toda la
Iglesia y al mundo entero, el Obispo de Roma recordó que San Pablo VI fue quien
quiso dedicar, por esta razón, el primer día del año a la paz. Y añadió:
“Para el año
2020 el Mensaje es éste: la paz es un camino de esperanza, un camino en el que
se avanza a través del diálogo, la reconciliación y la conversión ecológica”
De ahí su invitación a fijar la mirada en
la Madre y en el Hijo que ella nos muestra “dejándonos bendecir”, porque “Jesús
es la bendición para cuantos están oprimidos por el yugo de las esclavitudes,
morales y materiales. Él libera con el amor. A quien ha perdido la autoestima
permaneciendo prisionero de giros viciosos, Jesús le dice: el Padre te ama, no
te abandona, espera con paciencia inquebrantable tu regreso. A quien es víctima
de injusticias y explotación y no ve la salida, Jesús le abre la puerta de la
fraternidad, donde puede encontrar rostros, corazones y manos acogedores, donde
puede compartir la amargura y la desesperación, y recuperar algo de dignidad”.
Y prosiguió
diciendo:
“A quien está gravemente enfermo y se
siente abandonado y desanimado, Jesús se le acerca, toca con ternura sus
heridas, derrama el aceite del consuelo y transforma la debilidad en fuerza de
bien para desatar los nudos más enredados. Al que está encarcelado y se siente
tentado de encerrarse en sí mismo, Jesús le vuelve a abrir un horizonte de
esperanza, empezando por un pequeño rayo de luz”
Antes
de rezar a la Madre de Dios Francisco invitó a los fieles a bajar de “los
pedestales” del propio orgullo y pedir la bendición de la Santa Madre de Dios
que nos muestra a Jesús:
“Así el año que comienza será un camino de
esperanza y de paz, no con palabras, sino a través de los gestos cotidianos de
diálogo, de reconciliación y de cuidado de la creación”
Saludos del Papa
Después de rezar el ángelus de la
solemnidad, el Santo Padre Francisco dirigió – tanto a los fieles presentes en
la Plaza de San Pedro, como a quienes lo seguían a través de los medios de
comunicación – sus mejores deseos de paz y de bien para este año nuevo.
También agradezco al Presidente de la
República Italiana, el honorable Sergio Mattarella, el pensamiento que le
dirigió en su Mensaje de fin de año y que el Pontífice le renovó invocando la
bendición de Dios sobre su alta misión.
Asimismo
el Papa saludó con afecto a los participantes en la manifestación "Paz en
todas las tierras", organizada por la Comunidad de San Egidio en Roma y en
numerosas ciudades del mundo; al igual que a los peregrinos de procedentes de
EEUU, Nueva Zelanda y España; a los jóvenes italianos, albaneses y malteses
junto con las Hermanas de la Caridad; y a los amigos y voluntarios de la
"Fraterna Domus".
Saludo y aliento a todas las iniciativas por la
paz
El
Obispo de Roma extendió su saludo y aliento a todas las iniciativas por la paz
que las Iglesias particulares, las asociaciones y los movimientos eclesiales
han promovido en esta Jornada de la Paz mediante encuentros de oración y de
fraternidad acompañados por la solidaridad hacia los más pobres.
De
modo especial Francisco recordó la marcha que tuvo lugar ayer por la tarde en
Ravena. Y dirigió su pensamiento a “los numerosos voluntarios que – dijo – en
los lugares donde la paz y la justicia están amenazadas, eligen valientemente
estar presentes de forma no violenta y desarmada; así como a los militares que
trabajan en misiones de paz en muchas zonas de conflicto”.
Ante
de desear buen almuerzo y de despedirse pidiendo a los fieles que no se olviden
de rezar por él, el Santo Padre se despidió diciendo:
“A todos, creyentes y no creyentes, les
deseo que jamás dejen de esperar en un mundo de paz, que construir juntos día a
día”
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