Alumbrar
la misma luz
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
En
la capilla, debajo del altar, hay un Niño Jesús muy bonito. El problema está en
que ahí queda siempre en penumbra.
Cada
año probamos mil experimentos para llenar de luz la zona, pero no es tarea
fácil: el enchufe pilla bastante lejos, por lo que siempre queda un cable
atravesando. Visualmente no queda bien... pero además está el peligro de los
tropezones.
Este
año quisimos intentar una “iluminación inalámbrica”. Pusimos unas velas grandes
(de esas que funcionan con pilas), y, a modo de foco... ¡mi linterna!
Me
parecía una idea brillante. Aunque mi linterna es pequeña, siempre me ha
parecido que da una luz muy potente.
Llegué
a la capilla, la coloqué y... bueno, sí, alumbra... pero no se puede decir que
sirva de mucho.
Ante
la plena oscuridad de la noche, es más que suficiente; pero, rodeada de luz, su
resplandor resulta apagado y mortecino.
“Nuestros
méritos son nada ante Ti”... ¡Justo eso le sucedía a mi linterna! Y eso nos
puede ocurrir a nosotros. Es fácil brillar ante el mundo, pero, ¿quién podría
brillar ante quien es la Luz del mundo?
También
nosotros palideceríamos hasta, tal vez, apagarnos.
Por
eso me gusta tanto mirar al Niño debajo del altar, en penumbra: sabiendo que
nosotros no podíamos llegar a su Luz, bajó a nuestra oscuridad. Sin focos, sin
deslumbrarnos. Como un regalo. Te ama tanto, que se hace pequeño para hacerte
grande.
Basta
con acogerle, dejarle entrar y... “el pueblo que caminaba en las tinieblas vio
una luz grande”.
Hoy
el reto del amor es tomar un Niño Jesús en tus brazos. Dedica unos minutos de
tu oración a estar así, con Él, sabiendo que lo único que tienes que presentar
ante este Niño son las manos vacías, para poder cogerle. ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma