"Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1)
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De acuerdo al relato de San Mateo, el rey Herodes mandó a matar en Belén y
sus alrededores a los niños menores de dos años, al verse burlado por los Reyes
Magos, quienes regresaron a sus países por otra ruta para no revelarle dónde
estaba el Mesías.
En el siglo IV se instituyó esta fiesta para venerar a estos niños que
murieron como mártires. La tradición oriental los recuerda el 29 de diciembre,
mientras que la latina, el 28.
Posteriormente, San Quodvultdeus, Padre de la Iglesia del Siglo V y
Obispo de Cartago (norte de África), dio un sermón sobre este lamentable
hecho.
“¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para
expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas,
y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te
muestras cruel, dando muerte a tantos niños”, expresó.
Más adelante el Santo le señala al rey asesino: “Matas el cuerpo de los
niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu
propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la
misma Vida”.
“Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los
mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no
podían hablar”, enfatizó San Quodvultdeus.
Del mismo modo, recientemente el Papa Francisco en su mensaje Urbi et Orbi
del 25 de diciembre habló de los nuevos niños que son víctimas de los actuales
Herodes en el aborto,
las guerras, el tráfico ilícito, la trata de personas y los abusos.
Según señala el Evangelio de San Mateo, Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes
para preguntarles en qué sitio exacto iba a nacer el rey de Israel, al que
habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: "Tiene que ser en Belén,
porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú, Belén, no eres la
menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor
de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1).
Entonces Herodes se propuso
averiguar exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a
que lo mataran. Y fingiendo dijo a los Reyes Magos: - "Vayan y averiguen acerca
de ese niño, cuando lo encuentren regresan y me lo informan, para ir yo también
a adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les
apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al
Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le
ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.
En sueños recibieron el aviso divino de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo, por lo que rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y dio la orden de matar a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad y alrededores.
En sueños recibieron el aviso divino de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo, por lo que rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y dio la orden de matar a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad y alrededores.
El mismo evangelista San Mateo
afirmará que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: "Un
griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que
llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen" (Jer. 31,
15).
Fuente: ACI