Cambiar
de golpe no resulta
A veces intento abandonarme en
las manos de Dios en todos los aspectos de mi vida. Confiar en que su camino es
el que de verdad deseo, aunque no lo desee. Hacerlo todo de golpe. Ser
perfecto.
Pretendo ser libre en todos los
ámbitos de mi vida. Quiero abarcarlo todo en mi propósito de madurar en mi amor
de una vez por todas. Y, como nunca lo logro, porque no puedo, porque soy
débil, me desespero en el intento y desisto de la idea.
No me parece entonces tan bueno querer cambiar de golpe. Y no hago nada. Si no puedo hacerlo todo, mejor no hago nada.
Pretendo a veces una santa indiferencia que me es imposible. Quiero que no me quite la paz nada en este
mundo.
No quiero turbarme al pensar en
perder un hijo. Ante una enfermedad mortal. Y no quiero que sea motivo de
angustia. No quiero sufrir al temer la pérdida de todo lo que tengo. Pero es
imposible.
Ante el Belén de rodillas
imploro una paz imposible. Una libertad soñada. Pero no me quito de la cabeza
el temor a perder, a no tener, a que sea esta la última Navidad de un ser
querido.
Hoy quiero esa libertad
interior como un don, como un milagro. Quizás
tengo que ir más despacio y no buscar lo imposible de golpe. Mejor pensar en
esos campos de mi vida donde puedo educar mi libertad en aspectos más
asequibles. No
empiezo con lo más grande, mejor me detengo en lo más pequeño.
¿Qué me hace sufrir sin ser de
verdad tan importante? A lo mejor tengo adicciones que me quitan la paz y me
hacen esclavo. Dependencias
enfermizas y desordenadas. A lo mejor estoy atado a proyectos
que son irrelevantes.
¿Dónde he puesto mis
prioridades? ¿Qué es lo que cuido en mi vida como si fuera lo verdaderamente
importante sin serlo de verdad? Puedo empezar por ahí. Medito en esas inmadureces
mías que me hacen turbarme sin tener auténtica razón para ello.
Decía el papa Francisco: “Dios viene a romper nuestras clausuras,
viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras
miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra”. Así de sencillo. Nace para romper mis barreras,
para liberarme.
Sé que si empiezo por lo poco
tal vez Dios pueda ir dándome la gracia en otros ámbitos de mi vida más
relevantes. Si pretendo lograrlo todo de golpe me frustraré y no seguiré
adelante con mi lucha.
Me gustaría tener un alma
grande, ser magnánimo en mi entrega como decía el padre José Kentenich: “Las cosas nos hacen interiormente libres cuando las cumplimos
por generosidad, cuando la motivación que nos impulsa no es ante todo la mera
obligación o la pura actitud de evitar el pecado. Cuanto menor sea el rol que
desempeñe el pecado como amenaza y peligro en el camino de mi vida, tanto más
libre y generoso seré interiormente”.
Un alma grande en las cosas
pequeñas. Que lo
que me motive sea siempre al amor. Libre por amor a Dios. Libre
por amor a los hombres. Libre de esos apegos desordenados que me incapacitan
para amar más. Con más
libertad, con más generosidad.
CARLOS
PADILLA ESTEBAN
Fuente: Aleteia