No tengáis miedo
Dominio público |
I. La historia de la
Encarnación se abre con estas palabras: No temas, María (Lucas 1, 30). Y a San
José le dirá también el Ángel del Señor: José, hijo de David, no temas (Mateo
1, 20). A los pastores les repetirá de nuevo el Ángel: No tengáis miedo (Lucas
2, 10).
Más
tarde, cuando atravesaba el pequeño mar de Galilea ya acompañado por sus
discípulos, se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las olas cubrían
la barca (Mateo 8, 24) mientras el Señor dormía rendido por el cansancio. Los
discípulos lo despertaron diciendo: ¡Maestro, que perecemos! Jesús les
respondió: ¿Porqué teméis, hombres de poca fe? (Mateo 8, 25-26). ¡Qué poca fe
también la nuestra cuando dudamos porque arrecia la tempestad! Nos dejamos
impresionar demasiado por las circunstancias: enfermedad, trabajo, reveses de fortuna,
contradicciones del ambiente.
Olvidamos
que Jesucristo es, siempre, nuestra seguridad. Debemos aumentar nuestra
confianza en Él y poner los medios humanos que están a nuestro alcance. Jesús
no se olvida de nosotros: “nunca falló a sus amigos”(SANTA TERESA, Vida),
nunca.
II. Dios nunca llega
tarde para socorrer a sus hijos; siempre llega, aunque sea de modo misterioso y
oculto, en el momento oportuno. La plena confianza en Dios, da al cristiano una
singular fortaleza y una especial serenidad en todas las circunstancias. “Si no
le dejas, Él no te dejará” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino).
Y
nosotros le decimos que no queremos dejarle. “ Cuando imaginamos que todos se
hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tú eres, Señor, mi fortaleza
(Salmos 42, 2). Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante
que parezca, es accidental, transitorio. En cambio, nosotros, en Dios, somos lo
permanente” (IDEM, Amigos de Dios) Esta es la medicina para barrer, de nuestras
vidas, miedos, tensiones y ansiedades.
III.
En toda nuestra vida, en lo humano y en lo sobrenatural, nuestro “descanso”
nuestra seguridad, no tiene otro fundamento firme que nuestra filiación divina.
Esta realidad es tan profunda que afecta al mismo hombre, hasta tal punto de
que Santo Tomás afirma que por ella el hombre es constituido en un nuevo ser
(Suma Teológica).
Dios
es un Padre que está pendiente de cada uno de nosotros y ha puesto un Ángel
para que nos guarde en todos los caminos. En la tribulación acudamos siempre al
Sagrario, y no perderemos la serenidad. Nuestra Madre nos enseñará a
comportarnos como hijos de Dios; también en las circunstancias más adversas.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org