¡Metí
la pata!
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Como
estos días te estamos compartiendo, el monasterio parece un laberinto debido a
las obras. Un día no se puede pisar por un lado; otro, por otro... La cosa es
que nos dijeron claramente por la mañana:
-Hoy
no salgáis por la puerta principal del Noviciado, salid por otra puerta, pues
el cemento estará reciente.
Los
obreros habían puesto cintas, vigas cruzadas... todo tipo de avisos para que
nadie se adentrase en esa zona desde cualquier dirección pero, claro, pasó la
tarde, teníamos que ir a Vísperas, y desde dentro no se veían las barreras para
no pasar... ¡Ya no me acordaba de lo que estaba ocurriendo en el pasillo ni de
todos los avisos que nos habían dado! Abrí la puerta, salí decidida y...
”¡Plof, plof!”... Oh, oh...
Mis
pies se empezaron a sumergir en una especie de lodo, a la vez que caía en la
cuenta del cemento recién extendido... ¡Ay, ay, ay! Grité y de un salto entré
de nuevo en el Noviciado... pero ahí quedaron mis huellas, dos hendiduras
perfectamente grabadas. No podíamos parar de reírnos de lo cómico de la
situación, a la vez que un tremendo apuro nos inundaba mientras en vano
intentábamos igualar el terreno con la mano.
Muchas
veces las prisas, la impulsividad... son las que me llevan a que me ocurra lo mismo
con los que me rodean. Cuántas veces llevamos lo nuestro en la cabeza y no
paramos a ver a la otra persona; sin darnos cuenta, abrimos la puerta y no
vemos el cemento aún húmedo en su corazón causado por el cansancio, un
sufrimiento u otra manera de ver las cosas... y, ¡plof, plof!, “metemos la
pata” con esa persona.
Si
paramos a tiempo a orar, a mirar desde el Señor a la persona que tenemos
delante, o al otro lado del WhatsApp, o del teléfono... antes de hablar,
podremos decidir la dirección a tomar: unas veces será la puerta de la escucha;
otras, el camino de saber permanecer en silencio; otras, una palabra de
aliento...
Jesús
era consuelo para todos los que se encontraba, tendía la mano al que lo
necesitaba, pero siempre paraba y oraba antes de tomar un camino.
Hoy
el reto del amor es que pares antes de contestar un WhatsApp, antes de hacer
una llamada, y preguntes al Señor qué dirección tomar, qué puerta abrir y ante
qué puerta saber esperar.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma