Botón
percutor
Hola,
buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estaba
en la celda nueva de Israel y me tocaba hacer unos agujeros con el taladro en
la pared para colgarle un cuadro.
De
repente, uno de ellos se me atascó: imposible seguir adelante, algo me hacía de
tope. Estaba claro: la broca había topado con piedra, y el taladro no podía con
ella.
Me
doy por vencida y digo:
-Uffff...
-Uffff...
-¿Qué
te pasa? -me preguntan en ese momento.
Contesté:
-Que he pillado piedra y no entra la broca.
-Que he pillado piedra y no entra la broca.
Me
responde Israel:
-Pon el botón de percutor y verás.
-Pon el botón de percutor y verás.
Hice
lo que me dijo, y el taladro cogió una fuerza increíble. Con una facilidad
alucinante pasé la piedra, pude poner el taco y colgar el cuadro.
Todo
fue cuestión de un botón, pero en mis fuerzas no fui capaz, no podía. Cuántas
cosas intentamos y nos empeñamos en hacer... y damos con una piedra, no
conseguimos que el taladro pase. Quizás no nos hemos dado cuenta de que el arma
del cristiano es el amor, no es la palabra. Podemos decir muchas cosas, pero lo
que te rompe es un gesto salido del corazón.
Nuestro
percutor es la oración y el amor: todo lo recibo de Cristo para luego darlo.
Porque
lo primero que necesitamos es que nuestro corazón sea atravesado por el amor, y
esto lo hace Cristo en la oración. Cuántas veces queremos amar, perdonar,
comprender... y no podemos, porque somos humanos; no es que seamos malos, sino
que somos humanos y tenemos que dejarnos amar por Cristo, dejarnos perdonar,
dejar que atraviese Su amor nuestro corazón, y esto es la oración. Porque todo
empieza en Él no en nosotros. Para después, todo lo que hemos recibido, darlo.
Hoy
el reto del amor es invertir el orden. No te apoyes en tus fuerzas para
atravesar esa pared que sabes que es dura; deja que Cristo sea fuerte en ti.
Haz un ratito de oración, entrégale eso que no puedes y pídele que Él lo haga
en ti. Agárrate fuerte de Su mano, no te sueltes... y ahora camina. Verás que
todo es distinto. No olvides el orden: primero lo recibo de Cristo, y, después,
lo doy.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma