Jesucristo
Rey del Universo
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Dominio público |
“En aquel tiempo
dijo Jesús a sus discípulos: -Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y
todos los ángeles can él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas
ante él todas las naciones. El separará a unos de otros, como un pastor separa
las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su
izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: -Venid vosotros, benditos
de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de
beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo
y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces los justos le
contestarán: -Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y
te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te
vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey
les dirá: -Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis. Y entonces dirá a los de su izquierda:
-Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis
de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me
vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos
contestarán: -Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o
desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Y él replicará: -Os
aseguró que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos los humildes, tampoco
lo hicisteis conmigo. Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida
eterna” (Mateo 25,31-46).
I.
La solemnidad que celebramos “es como una síntesis de todo el misterio
salvífico” (JUAN PABLO II, Homilía). Con ella se cierra el año litúrgico,
después de haber celebrado todos los misterios de la vida del Señor, y se
presenta a nuestra consideración a Cristo glorioso, Rey de toda la creación y
de nuestras almas. Esta fiesta fue instituida para mostrar a Jesús como único
soberano ante una sociedad que parece querer vivir de espaldas a Dios (PIO XI,
Encíclica Quas Primas).
Cristo vino a establecer su reinado,
no con la fuerza de un conquistador, sino con la bondad y mansedumbre del
pastor. Con esta solicitud el Señor buscó a los hombres dispersos y alejados de
Dios por el pecado. Y como estaban heridos y enfermos, los curó y vendó sus
heridas. Tanto los amó que dio la vida por ellos. El Reino instaurado por
Jesucristo viene a revelar el amor de Dios, y actúa como fermento y signo de
salvación para construir un mundo más justo, más fraterno, más solidario,
inspirado en los valores evangélicos de la esperanza y futura bienaventuranza.
II.
Oportet autem illum regnare…, es necesario que Él reine…(1 Corintios 15, 25) Es
necesario que reine en primer lugar en nuestra inteligencia, mediante el
conocimiento de su doctrina y el acatamiento amoroso de esas verdades
reveladas; es necesario que reine en nuestra voluntad, para que obedezca y se
identifique cada vez más plenamente con la voluntad divina; es preciso que
reine en nuestro corazón, para que ningún amor se interponga al amor de Dios;
es necesario que reine en nuestro cuerpo, templo del Espíritu santo (PIO II,
Encíclica Quas primas); en nuestro trabajo, camino de santidad.
La fiesta de hoy es como un adelanto
de la segunda venida de Cristo en poder y majestad, la venida gloriosa que
llenará los corazones y secará toda lágrima de infelicidad. Pero a la vez es
una llamada y un acicate para que a nuestro alrededor el espíritu amable de
Cristo impregne todas las realidades terrenas. Nosotros colaboramos en la
extensión del reinado de Jesús cuando procuramos hacer más humano y más
cristiano el pequeño mundo que nos rodea, el que cada día frecuentamos.
III.
En la fiesta de hoy oímos al Señor que nos dice en la intimidad de nuestro
corazón: Yo tengo sobre ti pensamientos de paz y no de aflicción (Jeremías 29,
11), y hacemos el propósito de arreglar en nuestro corazón lo que no sea
conforme con el querer de Cristo. A la vez, le pedimos poder colaborar en esta
tarea grande de extender su reinado a nuestro alrededor y en tantos lugares
donde aún no le conocen.
Para hacer realidad nuestros deseos
acudimos, una vez más, a Nuestra Señora, la Madre santa de nuestro Rey, la
Reina de nuestro corazón. Le pedimos que sepamos componer nuestra vida y en la
vida de los que nos rodean, quasi fluvium pacis (Isaías, 66, 12), como un río
de paz.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org