«Preguntarse qué quiere Dios de mí es lo normal para un cristiano. Una frase que a mí me ayudó en el proceso de discernimiento es esa de San Juan Pablo II que dice «si sientes la llamada de Dios que te dice ¡sígueme!, no la acalles»
¿Quién es Carlos Cabrea?
Carlos Cabrera tiene 30 años. Es de República
Dominicana. Lleva nueve años viviendo en Madrid. Estudió Derecho e hizo un
máster después. Viene de una familia católica, tiene siete hermanos, aunque no
son muy practicantes. El 16 de junio de 2019 recibió la ordenación diaconal.
Ahora se prepara para ordenarse sacerdote. Pudimos hablar con él y preguntarle
a cerca de su proceso de discernimiento vocacional, sus miedos, sus ilusiones,
la reacción de su familia…
Estabas a punto de comprometerte y
casarte, pero el Señor tenía otros planes… ¿Cuándo empezaste a plantearte la
vocación al sacerdocio?
«El Señor me fue preparando con la cotidianidad de la
vida cristiana: Misa diaria, Confesión frecuente, trato con familias católicas…
Tras seis años de noviazgo con una chica guapísima y estupenda con la que
pensaba casarme y formar una familia, a un mes y medio de la pedida, Dios me
dio la vuelta a todo como a una tortilla. Fue precisamente en medio de una adoración
eucarística, en una jornada de oración por
las vocaciones, cuando Dios me tocó el corazón por primera vez
escuché la voz de Señor con la pregunta: «¿y tú, no deberías ser sacerdote?«.
¿Qué es lo que más te ha ayudado en tu
proceso de discernimiento?
«Es curioso pero, donde más
claro he visto el deseo de ser sacerdote,
ha sido viendo a otras familias. No tanto por una envidia, sino porque quiero
que toda mi vida sea para que estos puedan vivir, para que matrimonios
puedan estar unidos a Cristo, puedan ser fecundos. Viendo matrimonios
que quieren ser santos he visto mi vocación al sacerdocio. Viendo a sacerdotes
que quieren vivir la santidad, he dicho: yo quiero vivir como este hombre,
yo quiero ser eso, el Señor me pide esto. No es una renuncia a formar una
familia; es una apertura a la vida para decir: toda mi vida para estos, toda mi
vida para todo el que lo necesite«.
¿Y por qué sacerdote? ¿No podías haber seguido con tu novia, ser
bueno y ya?
«No es algo que yo haya buscado ni por mis puños, ni me lo he
fabricado, ni porque lo haya buscado. Es el camino de felicidad que Dios ha
pensado para mí, y yo
quiero ser feliz y si esta es la plenitud de vida que el Señor
me ofrece, ¡pues ahí que voy!».
«Cuando el Señor te coge el
corazón por entero, te pide que toda tu vida sea entregado para todos, como Él,
a mí me ha cogido el corazón. Me ha enamorado de la vida que Cristo tiene para
mí, que es la vida
sacerdotal, donde todo mi tiempo es para estar unido a Cristo y
estar unido a todos los hombres«.
¿Cómo reaccionó tu familia?
«Cuando les di la noticia de que
dejaba a mi novia y entraba en el seminario a
mi familia fue un momento muy duro. Ninguno
de mis hermanos ni mis padres se lo tomaron bien. Una de mis hermanas me decía
después de la ordenación que cuando les di la noticia y me despedí, estuvo
llorando horas, porque el hermano con el que había disfrutado, salido
de fiesta… se había muerto«.
«Ahora, después de verme
ordenado, han visto que el plan de Dios para mí pasa no solo porque yo sea
sacerdote, sino que ellos sean padres, hermanos de un sacerdote; y eso a ellos
les está llenando su vida«. «Mi
petición era que cada día mi familia pudiera vivir con el amor y la alegría con
el que yo estoy viviendo mi vocación«.
¿Te agobia no estar a la altura?
«Lo más humano es decir que te
entra de todo cuando ves lo grande de este don. Te entra el agobio de no estar
a la altura, te entra la impresión al ver que hay mucha gente que te está
confiando lo más íntimo de su corazón, de su vida. Y es como lo que dice la
Escritura: «descálzate porque estás entre tierra sagrada». Y no me agobia,
porque sé que lo hace el Señor. La pregunta es: ¿estás dejando que sea en ti? Que se
Dios en ti, que sea Cristo en Ti. Le intento pedir al Señor que sea
en Él, y creo que poco a poco el Señor lo va haciendo«.
¿Cómo te sientes cuando la gente te
abre su corazón?
«Es impresionante cómo la gente
puede ver en ti al Señor.Caminar
por la calle ya es un signo. Solo por el hecho de caminar por la calle vestido
de clériman ya eres un signo de Cristo. Es
un privilegio porque eres testigo de primera mano del milagro de Dios. De
cómo poco a poco el Señor va enamorando ese corazón, lo va sanando,
llenando de amor, y eso es una maravilla.”
¿Cómo llevas lo de ir vestido de negro?
«Para mí es importantísimo dar
testimonio de Jesucristo. Y eso implica manifestarlo también externamente,
vistiendo con el clériman. Y a veces es muy duro, porque a veces la gente te
insulta por la calle. También te unes a Cristo en su Pasión. Pero hoy más que
nunca es importante llevar a Cristo sin hablar, llevar a Cristo en el cuerpo.
Yo llevo a Cristo con mi cuerpo vestido de sacerdote».
«Cuando
veo a un sacerdote andando por la calle y lo puedo reconocer, puedo dar
gracias a Dios. Gracias Señor porque sigues llamando; gracias porque no nos
deja solos, nos sigue dando sacerdotes. Mi deseo es que los demás al verme
puedan decir: ahí va la misericordia de Dios, el Amor de Dios que se da a los
hombres. Y que puedan decirlo no solo por mi forma de vestir, sino también por
mi forma de vivir«.
¿Has tenido miedo?
«He tenido miedo sobre todo
por la inmensidad del ministerio. Y si fallo, ¿qué? Ante esta alarma que ha
surgido en la Iglesia, de sacerdotes que por su pecado han podido caer en
desgracia y han hecho tanto daño a la Iglesia por no estar unidos a Cristo… mi
miedo es ése».
«Hay una oración secreta que
hace el sacerdote cuando termina la consagración que dice: «Y no permitas
que nunca me separe de Ti». Esta es mi oración todos los días: pedirle que
nunca me separe de Él, que nunca sea pescándolo para la Iglesia, que nunca por
mí el Señor siga crucificado, sino que resucite y de vida. Y espero poder algún
día rezarla como sacerdote. Y se lo pido todos los días al Señor. Y este es mi
miedo».
«Pero el spoiler es que
Cristo ha vencido y lo he visto en mi vida. Esa es mi alegría; que he visto a
Dios en mi historia, en mi noviazgo, en el seminario, en mi vida. Y lo veo cada
día, lo veo en la Iglesia vivo y esa es la garantía».
¿Qué podemos hacer nosotros por los sacerdotes?
«Quererles y rezar por ellos.
Rezar para que seamos santos, para que Dios nos conceda la fidelidad.
Cuidarles, quererles, acompañarles. Verlo como un don. Y pedirle que siga
mandando muchos y santos; y que los que estamos en camino lleguemos a serlo«.
¿Qué le dirías a una persona que se
está planteando la vocación?
«Preguntarse qué quiere Dios
de mí es lo normal para un cristiano. Una frase que a mí me ayudó en
el proceso de discernimiento es esa de Juan Pablo II que dice «si sientes
la llamada de Dios que te dice ¡sígueme!, no la acalles». Que el Señor te pida
la vida es el camino de felicidad que tiene para ti. Nunca vas a ser más libre
que cuando te pones en manos de Dios. Dios con la vocación da el don para
vivirlo«.
Fuente: Arguments