PUERTA A PUERTA, CONTRA EL MATRIMONIO INFANTIL

La ONG jesuita Entreculturas une fuerzas con Amnistía Internacional, Save the Children y Mundo Cooperante en una «alianza» contra el matrimonio infantil forzoso

Hadiqa Bashir narra su historia. Junto a ella, Kadiatu Massaquoi.
Foto: Entreculturas
Su mejor amiga tenía 7 años cuando sus padres decidieron casarla con un hombre mucho mayor. «Nos pusimos muy contentas pensando en la celebración, en los vestidos…». La niña dejó de ir a la escuela, así que «fuimos a buscarla a casa, pero su suegra no nos dejó verla. Le organizamos una fiesta en el colegio. Vino, pero se quedó aparte, retraída. Empezó a llorar: su marido le pegaba con una barra de hierro».

Hadiqa Bashir, activista paquistaní de 17 años contra el matrimonio infantil, es uno de los rostros de la campaña ¡No quiero!, lanzada por cuatro de las ONG con mayor peso en la lucha por los derechos de las niñas. 

Amnistía Internacional, Save the Children, Mundo Cooperante y la ONG jesuita Entreculturas han sellado una «alianza» que esperan dotar de contenido con diversas acciones, comenzando por alertar sobre una realidad que afecta a cuatro de cada diez chicas en el África subsahariana o a tres de cada diez en Asia. 650 millones de mujeres en el mundo fueron casadas siendo menores.

Cuando cumplió los 11, a Hadiqa intentaron casarla con un taxista de 35. «Tuve la suerte de tener un tío que me apoyó». También cuando, tras liberarse de su destino, su familia quiso impedirle que iniciara una campaña puerta a puerta para concienciar a las familias contra el matrimonio infantil.

En la presentación de ¡No quiero!, el 10 de octubre, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, participó también la activista Kadiatu Massaquoi, procedente de una zona de Sierra Leona fronteriza con Liberia. A sus 17 años, es madre de dos hijos. Su trabajo es igualmente puerta a puerta, disuadiendo a padres que piensan que la posición social de la familia va a mejorar si logran casar a una hija con alguna figura influyente, como un imán o un jefe de la comunidad. Lo que les espera, en realidad, son duros trabajos domésticos y continuas agresiones sexuales.

«Entregar a una hija significa evitar los costes de su manutención y, en muchos casos, recibir unos ingresos extraordinarios», explicó Andrés Conde, director de Save the Children. Además existe la falsa creencia de que el matrimonio protege a las niñas en situaciones donde el riesgo de violencia contra ellas es extremo, como en campos de refugiados o contextos de migración. Al final acaban sometidas «a una esclavitud doméstica y sexual».

En palabras del jesuita Daniel Villanueva, vicepresidente ejecutivo de Entreculturas, el matrimonio infantil es «una puerta abierta al maltrato y al abuso sexual». El mejor antídoto es la educación. «Las niñas que terminan la secundaria –argumentó– son seis veces menos vulnerables al matrimonio infantil y a los embarazos tempranos».

Ricardo Benjumea

Fuente: Alfa y Omega