PARA SEGUIR A CRISTO
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Dominio público |
II. Consecuencias de la
pobreza: el uso del dinero, evitar los gastos innecesarios, el lujo, el
capricho..
III. Otras manifestaciones
de la pobreza cristiana: rechazar lo superfluo, las falsas necesidades...
Llevar con alegría la escasez y la necesidad.
“En aquel tiempo, mientras iban de camino
Jesús y sus discípulos e dijo uno: -«Te seguiré adonde vayas.» Jesús le
respondió: -«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: -«Sígueme.» Él
respondió: -«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: -«Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro
le dijo: -«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: -«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale
para el reino de Dios»” (Lucas 9,57-62).
I. En el Evangelio de la
Misa de hoy, Jesús expone en breves palabras el panorama para los que quieren
seguirlo: la renuncia a la comodidad, el desprendimiento de las cosas, una
disponibilidad completa al querer divino. Las raposas tienen sus madrigueras y
los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde
reclinar su cabeza, (Lucas 9, 57-62) dice el Señor.
Pide
a sus discípulos un desasimiento habitual: la costumbre firme de estar por
encima de las cosas que necesariamente hemos de usar, sin que nos sintamos
atados por ellas. Para los que hemos sido llamados a permanecer en el mundo,
requerimos una atención constante para estar desprendido de las cosas. Una de
las manifestaciones de la pobreza evangélica es utilizar los bienes como medios
para conseguir un bien superior, no como fines en sí mismos.
Tanto
si tenemos muchos bienes, como si no tenemos ninguno, lo que el Señor nos pide,
es estar desprendido de ellos, y poner nuestra seguridad y nuestra confianza en
Él.
II. Nuestro corazón ha de
estar como el del Señor: libre de ataduras. La verdadera pobreza cristiana es
incompatible, no sólo con la ambición de bienes superfluos, sino con la
inquieta solicitud por los necesarios. Uno de los aspectos de la pobreza
cristiana se refiere al uso del dinero.
Hay
cosas que son objetivamente lujosas, y desdicen de un discípulo de Cristo, y no
deberían entrar en sus gastos ni en su uso. El prescindir de esos lujos o
caprichos chocará quizá con el ambiente y puede ser en no pocas ocasiones que
muchas personas se sientan movidas a salir de su aburguesamiento.
Los
gastos motivados por el capricho son lo más opuesto a la mortificación aun si
los pagara el Estado, la empresa o un amigo, y el corazón seguiría a ras de
tierra, incapaz de levantar el vuelo hasta los bienes sobrenaturales. Pobres,
por amor a Cristo, en la abundancia y en la escasez.
III. Un aspecto de la
pobreza que el Señor nos pide es el de cuidar, para que duren, los objetos que
usamos: la ropa, los instrumentos de trabajo..., no tener nada superfluo, no
crearse necesidades. No quejarnos cuando algo nos falte, al mismo tiempo que
luchamos para salir de la difícil situación, con la alegría profunda de quien
se sabe en manos de Dios.
La
Virgen nos ayudará a no poner el corazón en nada caduco y a imitar a Cristo que
se hizo pobre por nosotros.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org