El Pontífice evocó el testimonio del cardenal Newman tras la ceremonia de
su canonización en el Vaticano: Por una “santidad de lo cotidiano”
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Antoine Mekary | ALETEIA |
En la homilía, domingo 13 de octubre, tras el rito de
canonización en el Atrio de la Basílica Vaticana, el papa Francisco, insistió:
“Pidamos ser así, “luces amables” en medio de la oscuridad del mundo. Jesús, «quédate
con nosotros y así comenzaremos a brillar como brillas Tú; a brillar para
servir de luz a los demás» (Meditations on Christian Doctrine, VII,3). Amén!”.
A los fieles
del mundo y a los 50.000 congregados en la Plaza de San Pedro, el papa
Francisco ha propuesto la santidad de lo cotidiano a la que se refiere el santo
cardenal John Henry Newman (1801-1890) cuando dice:
“El
cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve.
[…] El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin
pretensiones, […] con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a
primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente» (Parochial and
Plain Sermons, V,5)”.
Newman pasó de
ser sacerdote anglicano a purpurado católico y fundador del Oratorio de San
Filippo Neri en Inglaterra. En los más profundo de su corazón sale a relucir el
encuentro con Jesús. Él se preguntaba: ¿Puede una Iglesia, iniciada por
un rey, ser la verdadera Iglesia de Cristo? La respuesta le llega
durante su viaje a Italia donde se enferma y rezando por su recuperación se
abandona completamente a Dios.
A continuación,
proponemos la oración del cardenal Newman escrita en 1833 en una nave que lo
llevaba de Sicilia hasta el Reino Unido.
Guíame, Luz
Amable, entre tanta tiniebla espesa,
¡llévame Tú!
¡llévame Tú!
Estoy lejos de
casa, es noche prieta y densa,
¡ llévame Tú!
¡ llévame Tú!
Guarda mis
pasos; no pido ver
Confines ni horizontes, sólo un paso más me basta.
Confines ni horizontes, sólo un paso más me basta.
Yo antes no era
así, jamás pensé en que
Tú me llevaras.
Tú me llevaras.
Decidía,
escogía, agitado; pero ahora,
¡llévame Tú!
¡llévame Tú!
Yo amaba el
lustre fascinante de la vida y, aun temiendo,
Sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.
Sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.
Si me has
librado ahora con tu amor, es que tu Luz
Me seguirá guiando
Me seguirá guiando
Entre páramos
barrizos, cárcavas y breñales, hasta que
La noche huya
La noche huya
Y con el alba,
estalle la sonrisa de los ángeles,
La que perdí, la que anhelo desde siempre.
La que perdí, la que anhelo desde siempre.
En el mar, 16 de junio de 1833
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente:
Aleteia