El jardín de las delicias
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
árbol más viejo del Monasterio es un enorme moral. Se nota su antigüedad en el
tronco, en las ramas grandes y pesadas... sin embargo, sigue dando muchísimos
frutos. Ese pequeño pero buenísimo fruto de la mora.
Me
acerque una tarde en la que casualmente paseaba por allí con Jubi. Con lo pilla
que suele ser, me di cuenta de que no conocía el fruto, porque ni se inmutó al
pasar a su lado, y eso que había ramas a su altura, y, créeme... Jubi come todo
lo que se le pone por delante.
Así
que intenté ponerle una rama cerca para que lo oliera. Y eso hizo. Nuestra
beagle notaba que le iba a gustar, pero se quedaba ahí, esperando a que yo se
lo diera... ¡Qué tía, ni poniéndoselo fácil! Así que, todo decidida, me lancé a
cogerle una para dársela, con la temeridad de que estaba en hábito.
“¡Vaya!
Por algo sabía yo que solo se puede venir a recoger moras en bata vieja”. Todas
las manos y toda la manga blanca e inmaculada del hábito se me llenaron de
gotitas granates...
Pero,
¡cómo me caló aquello!, porque Cristo (y Él sí que es todo inmaculado y
blanco), quiso mancharse, no solo las manos, sino todo Él, por nosotros. Quiso
abajarse del todo, encarnarse por nosotros, para darnos a probar del árbol del
Amor de Dios.
Ese
árbol siempre estuvo ahí, pero nosotros, tras el pecado original, preferimos
probar otros, y nos olvidamos de él.
No
es que no llegásemos a sus ramas, sino que necesitábamos de Cristo;
necesitábamos que tomase el fruto en sus manos y nos lo entregase.
Sí,
Él se manchó por nosotros, manchó su fama, juntándose con pecadores, dejándose
tocar los pies por una mujer, hablando con samaritanos, se dejó manchar
poniéndose a la fila de los pecadores para ser bautizado como uno más.
Y
es que el amor gratuito, cuando se entrega, siempre marca. Cristo se dejó
marcar por nosotros, y aún lleva esas marcas en su cuerpo, para que todos los
que estamos necesitados de Misericordia sepamos a quién acudir.
Hoy
el reto del amor es que seas las manos de Cristo. Que recolectes tres frutos
del Amor del Señor para los que están a tu alrededor: un acto de servicio
gratuito, una limosna y una oración por alguien necesitado.
VIVE
DE CRISTO
Fuente
Dominicas de Lerma