El celibato viene desde los tiempos de Jesucristo, que también fue célibe
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| Ordenación sacerdotal. Crédito: Alexey Gotovsky / ACI |
Un
sacerdote de la Arquidiócesis de Washington (Estados Unidos) explicó la
importancia del celibato y respondió a los cuestionamientos más comunes de
quienes buscan su abolición alegando que de ese modo se podría resolver el
problema de los abusos sexuales.
El
P. Carter Griffin., autor del libro “¿Por qué el celibato? Reclamando la paternidad del
sacerdote”, dijo a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– que el
celibato viene desde los tiempos de Jesucristo, que también fue célibe.
“El
celibato permite una cierta apertura del corazón, permite ensanchar el corazón
y así facilita la capacidad de un hombre de vivir su sacerdocio y darse a
sí mismo a los demás”, resaltó el sacerdote.
Por
su parte, Peter Daly escribió en un artículo el 15 de julio en el National
Catholic Reporter, en el que señaló que “no podemos hablar de una reforma real
del sacerdocio católico si no hacemos a un lado al celibato obligatorio para
los sacerdotes diocesanos en el rito latino”.
Siguiendo
su explicación sobre el celibato, el P. Griffin resaltó que Cristo “realmente
tuvo que hacerse disponible para todos. Si su corazón hubiese tenido alguna
predilección por una esposa o unos hijos, simplemente no habría podido hacer lo
que buscaba hacer”.
“Creo
que ordenado para amar como sacerdote, con amor sacerdotal y con una paternidad
espiritual, es una de las principales razones, sino la principal, para el
celibato”.
El
celibato, refirió, remite a la existencia de Dios y a otras realidades
sobrenaturales, ya que recuerda a los demás que “nuestros bienes más preciados
no son los placeres terrenos sino aquellos más grandes y elevados”.
Para
Daly sería mejor tener sacerdotes casados y con hijos para que así puedan ser
“más conscientes de la vulnerabilidad de los niños y así reaccionen con más
indignación ante el abuso”.
Al
respecto el P. Griffin admitió que puede haber algo de verdad en esa
afirmación, pero subrayó que “hay muchas cosas que he aprendido como padre
espiritual que son muy útiles para los padres naturales o biológicos que están
cerca de mí”.
A
los cuestionamientos que alegan que permitir sacerdotes casados incrementaría
su cantidad, el P. Griffin dijo que eso no es cierto y que la crisis de
vocaciones no se resolverá bajando la valla en los requisitos para el
sacerdocio.
“Si
lo correcto son los sacerdotes célibes, entonces busquemos la forma de
construir la cultura católica como hemos hecho cada vez que este asunto ha
aparecido con fuerza a lo largo de los siglos. Lo que tenemos que cambiar es lo
que origina la escasez de vocaciones y no los estándares para el ingreso a los
seminarios”.
Al
alegato que considera que el celibato genera “represión sexual” en los
sacerdotes, algo que puede terminar en abusos, el P. Griffin subrayó que “una
objeción como esa solo puede surgir de una cultura que sufre ante la
reiteración de la ‘revolución sexual’ que busca convencernos de que no podemos
controlarnos sexualmente y que cualquier restricción es necesariamente no
saludable”.
“Todos
conocemos personas que no están casadas y que están muy bien balanceadas y son
buenas personas. Además, la gran mayoría de sacerdotes son felices en su
vocación y hacen un trabajo bueno y fiel. Así que tomar algunos ejemplos de los
titulares y convertirlos en conclusiones universales no me parece correcto”,
explicó el sacerdote.
El
problema, precisó, no está en el celibato sino en la infidelidad al mismo o en
el adulterio cuando la persona es casada.
El
P. Griffin explicó luego la importancia de promover la castidad en “una cultura
hipersexualizada” y que los padres “se tomen en serio la formación integral y
saludable de sus hijos para que crezcan y se conviertan en hombres y mujeres
santos, auténticamente cristianos que vivan castos y puros”.
“Si
eso es así, si es que redoblamos nuestros esfuerzos como familias católicas,
entonces la crisis de vocaciones desaparecería,”, destacó.
El
P Griffin también compartió su propia experiencia como sacerdote.
“Yo
planeaba casarme. Me habría encantado casarme y tener una familia, pero el
Señor usó ese deseo y lo transformó. Ahora soy el hombre más feliz”, dijo.
“Creo
que muchos sacerdotes pueden decir lo mismo y espero que la gente pueda –pese a
todas las cosas que ahora tienen que afrontar– ver eso: que muchos sacerdotes
viven su vocación alegre y hermosamente”, concluyó.
Traducido
y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
Fuente:
ACI Prensa
