Lo
que lleva el viento
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estaba
transportando una carretilla por la huerta. Por aquello de atajar, decidí ir
“campo a través”; es decir, me salí del camino para cruzar una zona de hierbas
altas.
A
mitad de la travesía, de pronto, me vino un fuerte olor... ¡un olor
sencillamente delicioso!
Detuve
la marcha mientras inhalaba profundamente, tratando de averiguar qué era
aquello. Olía muy bien... ¡¡olía a pizza!!
Pero,
¿a pizza? ¿En mitad de la huerta? ¿Sería un olor traído por el viento desde el
pueblo?
Comencé
a girar en el sitio, tratando de localizar de dónde procedía. No parecía venir
de ninguna parte, pero, cuanto más me movía, ¡el olor se volvía más intenso!
De
pronto caí en la cuenta de que no olía a pizza, sino a... ¡orégano! En
concreto, una mata silvestre de orégano... ¡que estaba pisoteando! ¡Imagina el
salto que di al descubrir la pobre plantita bajo mis pies!
En
la oración pensaba en la mata, primero aplastada por la carretilla, y después
yo, “bailando” sobre ella... Pero lo que me llamaba la atención era que, cuanto
más la pisoteaba, ¡con más fuerza desprendía su delicioso aroma! ¿Quién es
capaz de hacer algo así? ¿Quién responde a los pisotones con perfume?
“Bendecid,
sí, no maldigáis. Responded con una bendición”, nos dice el Apóstol en sus
cartas, ¡y parece que la mata de orégano lo entendió a la perfección!
¿Y
acaso no es precisamente así el amor de Jesucristo?
Él
se ha puesto en nuestras manos, entregando su propia vida por nosotros, ¡nos
ama hasta el extremo, sin que hayamos hecho nada por merecerlo! Por eso, no hay
nada que podamos hacer para que nos quiera más, y nada de lo que hagamos
logrará que nos quiera menos. ¡Su amor es incondicional y eterno!
Así,
cuando tras meter la pata nos volvemos hacia Él, no nos encontramos el amargor
de una mirada torcida... sino el asombroso y dulce perfume del perdón y la
misericordia. ¡Y lo único que tenemos que hacer es no alejarnos de Él!
Hoy
el reto del amor es responder con una bendición. Te invito a que hoy le pidas
al Señor experimentar Su amor, ese Amor que se renueva cada mañana, que no
cuenta las meteduras de pata... Y, una vez a lo largo del día, ante un
“pisotón”, responde, no con enfado, sino con amor. ¡Te aseguro que el perfume
de ese gesto llegará hasta el Señor! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma