El Papa compartió su
reflexión con los fieles en la plaza de san Pedro en la Solemnidad de san Pedro
y Pablo, a la hora del Ángelus
Porque
"la envidia causa amargura interior", es "bueno" reconocer
los dones de los demás "sin malicia y sin envidia". Pues, es
"hermoso" saber que nos pertenecemos los unos a los otros, porque
"compartimos la misma fe, el mismo amor, la misma esperanza, el mismo
Señor": como un pastor bueno, el Papa compartió su reflexión con los
fieles en la plaza de san Pedro en la Solemnidad de san Pedro y Pablo, a la
hora del Ángelus
Hoy
pedimos la gracia de amar a nuestra Iglesia. Pedimos ojos que puedan ver en
ella hermanos y hermanas, un corazón que pueda acoger a los demás con el tierno
amor que Jesús tiene por nosotros. Y pedimos la fuerza para orar por aquellos
que no piensan como nosotros: orar y amar, no hablar mal, quizás a sus
espaldas: fue la invocación del Papa durante la oración mariana del Ángelus, en
la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
En
la alocución previa al rezo mariano, el Papa Francisco volvió sobre los Santos
Apóstoles a quienes celebramos en este día, y centró su pensamiento en cómo son
representados en los diversos íconos: en algunos, sostienen el edificio de la
Iglesia. En otros, son retratados mientras se abrazan. De estas imágenes partió
su reflexión.
«Mi Iglesia», dice Jesús
En
el primer caso, nos muestran que sostienen el edificio de la Iglesia, y esto,
dijo el Papa, nos recuerda las palabras del Evangelio de hoy, en que Jesús dice
a Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt
16,18). El Santo Padre, sin embargo, no se centró en el sustantivo, es
decir, en la palabra “Iglesia”, sino que quiso en esta ocasión, centrarse en el
adjetivo: “mi”, “mi Iglesia”. Y explicó que «Jesús no habla de la Iglesia como
una realidad externa, sino que expresa el gran amor que siente por ella: mi
Iglesia».
Jesús
ama a la Iglesia, es decir, a nosotros, precisó, y señaló que para Él, “no
somos un grupo de creyentes ni una organización religiosa”, sino “su esposa”. Y
así, Él “mira con ternura a su Iglesia, la ama con absoluta fidelidad”, a pesar
de “nuestros errores y traiciones”:
«Y
podemos repetirlo también nosotros: mi Iglesia. No lo decimos con un sentido
exclusivo de pertenencia, sino con un amor inclusivo. No para diferenciarnos de
los demás, sino para aprender la belleza de estar con los demás, porque Jesús
nos quiere unidos y abiertos. La Iglesia, en efecto, no es "mía"
porque responde a mi yo, a mis deseos, sino para que derrame en ella mi afecto.
Es mía para que yo la cuide, para que, como los Apóstoles en el icono, yo
también la sostenga. ¿Cómo? Con el amor fraterno».
«Redescubrir alegría de
ser hermanos y hermanas en la Iglesia»
En
el segundo caso en que los santos Pedro y Pablo son retratados mientras se
abrazan, Francisco habló de las diferencias entre ambos, pues eran un pescador
y un fariseo “con experiencias de vida, carácter, modos de hacer y
sensibilidades muy diferentes”. Y aunque “no faltaron las opiniones
contrastantes y los debates francos”, lo que los unía “era infinitamente
mayor”: «Jesús era el Señor de ambos, juntos dijeron "mi Señor" a
Aquel que dice "mi Iglesia"».
He
aquí, dijo el Santo Padre, que estos “hermanos en la fe”, nos invitan en esta
fiesta a redescubrir la alegría de ser hermanos y hermanas en la Iglesia. Por
eso "sería bueno" decir: "Gracias, Señor, por esa persona que es
diferente de mí: es un don para mi Iglesia".
«Es
bueno apreciar las cualidades de los demás, reconocer los dones de los demás
sin malicia y sin envidia. La envidia causa amargura interior, es vinagre
derramado sobre el corazón. Hace la vida amarga. Qué hermoso es, en cambio,
saber que nos pertenecemos los unos a los otros, porque compartimos la misma
fe, el mismo amor, la misma esperanza, el mismo Señor. Nos pertenecemos unos a
otros: ¡es el espléndido misterio de nuestra Iglesia!»
Orar y amar por nuestros
hermanos
Pero
la reflexión del Papa Francisco no concluyó con la certeza apenas mencionada,
sino que recordó las palabras de Jesús al final del Evangelio, cuando dice a
Pedro “Apacienta mis ovejas” (Jn 21,17). Francisco observó que el Maestro,
“habla de nosotros y dice mis ovejas, con la misma ternura con la que dijo mi
Iglesia": una demostración del "afecto" que "edifica la
Iglesia”. Por ese motivo, invitó a pedir hoy la gracia de “amar a nuestra
Iglesia”:
«Pedimos
ojos que puedan ver en ella hermanos y hermanas, un corazón que pueda acoger a
los demás con el tierno amor que Jesús tiene por nosotros. Y pedimos la fuerza
para orar por aquellos que no piensan como nosotros: orar y amar, no hablar mal
quizás a sus espaldas. Que la Virgen, que llevó armonía entre los Apóstoles y
rezaba con ellos (cf. Hch 1,14), nos proteja como hermanos y hermanas en la
Iglesia».
Gratitud a la Delegación
del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla
Tras
la oración mariana el Santo Padre expresó sus buenos deseos a todos los romanos
y a quienes viven en la ciudad de Roma, en la fiesta de sus patronos, instando
a todos a “reaccionar con sentido cívico ante los signos de degradación moral y
material que, desgraciadamente, también se encuentran en Roma”. Renovó su
gratitud a la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y envió su
saludo cordial y fraterno a Su Santidad Bartolomé I. Saludó a los peregrinos
que han venido a celebrar a los Arzobispos Metropolitanos para quienes bendijo
los palios durante la Santa Misa, y agradeció “calurosamente” a los maestros
floricultores y colaboradores que la histórica “infiorata”, es decir, la
alfombra de flores que engalanó la Vía de la Conciliación en este día.
También
saludó a los numerosos peregrinos, especialmente a los de Vietnam, Eslovaquia,
El Paso (Texas), Kansas City y Alemania, al “Yago School" de Sevilla, al
Colegio "Ahlzahir" de Córdoba; al grupo de la Radio "Voix de la
Charité" del Líbano, al Movimiento Eucarístico Juvenil de España. También
saludó a los sacerdotes Resurreccionistas, a los fieles de Donori, Forlì,
Lanciano, Brindisi y Castelfranco Veneto, y al pequeño Coro Francisco de Asís
de Mesagne.
Pidiendo
que realicemos una oración por él por intercesión de los Santos Pedro y Pablo,
se despidió con su ya tradicional deseo de un buen almuerzo y un “¡hasta
pronto!”
Griselda
Mutual – Ciudad del Vaticano
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