Aunque nos declaremos
católicos, ¿sabemos valorar y agradecer verdaderamente el Pan de Dios bajado
del Cielo? Con ocasión de la celebración de la Solemnidad del Corpus Christi,
un sacerdote hizo una profunda reflexión
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Imagen referencial / Eucaristía. Crédito: Pixabay /
Dominio público
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En diálogo con ACI Prensa, el
P. José de Jesús Aguilar, director de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México,
recordó que en su niñez “por la tarde, todos mis hermanos esperábamos el
momento en que, a alguno, nos mandaran a comprar el pan. La oportunidad era
increíble porque, el simple entrar a la panadería y gozar del aroma del pan
recién salido del horno era una delicia”.
“Luego, como encargado del
día, además de comprar los respectivos bolillos, tenía la oportunidad de
elegir, entre muchas variedades, el pan de dulce que más me agradaba. Esto
hacía que, desde que me ponían el pan en su respectiva bolsa de papel, ya fuera
pellizcando un bolillo y gozando con la mente el pan de dulce que habría de
saborear durante la merienda”.
El sacerdote mexicano señaló
que en esas ocasiones “había otra cosa que me llenaba de alegría. Y, es que una
de las mujeres que contaban diligentemente el pan que los clientes llevábamos
en las charolas, hacía algo que me sorprendía”.
“No sé si era la dueña o
familiar de los dueños pero, cuando veía que algún niño pobre observaba el pan
desde fuera, ella salía y se lo obsequiaba, recibiendo como único pago, la
mirada y sonrisa agradecida del indigente que valoraba aquel regalo como un
verdadero manjar bajado del cielo”, dijo.
Sin embargo, el P. Aguilar lamentó que “a diferencia de aquellos chiquillos que
tenían los bolsillos vacíos pero un inmenso deseo de alimentarse y un inmenso
agradecimiento por el pan compartido, existen muchas personas que se dicen
creyentes pero, no son
capaces ni de valorar, ni de agradecer, ni de saborear ese pan que Cristo mismo
presentó como bajado del cielo”.
El sacerdote criticó que
“muchos sean capaces de gastar grandes cantidades para asistir a un restaurante
o taquería e, incluso, tener que esperar un tiempo importante para que les den
mesa o les sirvan su pedido pero, muestran una gran pereza y desinterés para
asistir a la Santa Misa, donde Cristo se convierte en pan de vida a través de
su palabra y su presencia real en el pan y el vino”.
“Es también curioso que son
muchos los que no
tienen empacho en gastar grandes cantidades por un platillo especial o,
bien, que piden otra prueba cuando en los supermercados algunos empleados
ofrecen pequeñas porciones de queso, jamón u otro alimento gratis pero, cuando
se trata de alimentarse de Cristo ponen una gran cantidad de excusas para
acercarse a recibirlo”.
Quizás debido a esto,
continuó, “sus vientres o su peso aumenta considerablemente cada día, pero su
fe, su esperanza, su generosidad, su amor, su misericordia, su deseo de luchar
por la justicia, su apertura para trabajar en bien de la comunidad se van
debilitando paulatinamente”.
“Quizás por ello nos
enteramos de personas que gozando de un maravilloso cuerpo, incluso atlético o
robusto decidieron quitarse la vida. O de aquellos que teniendo un cuerpo sano
han permitido que su espíritu se dañe a tal grado que se han convertido en
títeres del maligno, en los destructores de su propia pareja, familia u hogar”.
“Quizás por ello vemos
que existe tanta
debilidad para enfrentar victoriosamente las tentaciones, o las adicciones y el
miedo a los retos”, añadió.
Frente a estas situaciones, el P. Aguilar alentó a pedirle “a Dios que, como
aquellos chiquillos que observan las vitrinas de la panadería y, sin aún
siquiera probarlo ya se saborean el pan, nosotros sepamos saborear el pan del
cielo desde se expone en la custodia para su adoración”.
“Que como los niños que gozan
al ser obsequiados con un delicioso y nutritivo pan, que también nosotros
gocemos cada vez que, en forma gratuita, recibimos en comunión el manjar que
los ángeles quisieran probar”, expresó.
El sacerdote animó también a
“que nuestras acciones y
testimonio permitan que todos tengan antojo y deseo del pan espiritual”.
“Que no le falte a quien vive
solo, al caminante, al migrante, al enfermo, al agonizante, a quien ha perdido
el camino, al prisionero, al líder sociales, a los padres que deben sacar a sus
hijos adelante, a los gobernantes, a los religiosos que deben ser fermento de
la comunidad, a quienes se dedican a los medios de comunicación para que su
información sea veraz, objetiva y alentadora”, expresó.
Además, expresó su deseo de
“que cuando oremos
diciendo: ‘danos hoy el pan de cada día’ no pensemos solo en el alimento
corporal sino, también, en el pan que Cristo nos entregó
para siempre desde su Última Cena”.
POR DAVID RAMOS
ACI Prensa