Julio Guerrero era muy hostil a la fe, pero hoy es un evangelizador
entusiasta con Cursillos de Cristiandad... esta es la historia de su cambio
Julio Guerrero Rivero,
casado, padre de tres hijos y empresario, explica, en el canal católico
MaterMundiTv, con humor, que "hace unos 12 años, cuando
yo tenía 40 años, tenía como profesión descuelgasantos y matacuras".
"El Señor me zarandeó con fuerza, porque yo era muy bruto, y me di cuenta
de que yo no gobernaba mi vida", dice hoy.
Julio atravesó una
temporada dura de enfermedades, pruebas médicas y operaciones. Eso, poco a
poco, le hacía pensar, aunque en casa no hablaba mucho de las cosas que se
le ocurrían.
Veía cosas que le
asombraban. Por ejemplo, un día que estaba muy desanimado, a punto de
derrumbarse, apareció un amigo que vivía a 250 kilómetros porque había
sentido que tenía que darle un abrazo: casi 3 horas de coche, desde
Valladolid hasta Yepes (Toledo), donde vivía Julio.
Otro día que también se
sentía muy hundido recibió una llamada de teléfono de la mujer de su socio,
"esa amiga que catalogabas de rarita porque rezaba y leía cosas de la
Iglesia, y ahora te daba ánimos, decía que rezaba por ti..."
Cierto día recibió por
teléfono una noticia magnífica de los médicos: no había metástasis,
probablemente todo iría bien. Y el antiguo "matacuras", de manera
espontánea, dijo a su mujer: "Cariño, he estado viviendo esto, necesito
ponerme al día con el Señor, ¿quieres casarte conmigo por la Iglesia?"
Ella dijo sí, y
"aquello fue tremendo". Ella también había estado viviendo un camino
similar, en paralelo. Ambos se habían estado acercando a Dios y no lo habían
estado hablando.
Un Cursillo y una
experiencia ante el Sagrario
Eran ahora cristianos
"novatos"; estaban bautizados desde pequeños, pero ¿qué más había que
hacer y saber? Un sacerdote joven en la catedral de Getafe les recomendó hacer
un Cursillo de Cristiandad, un método con
charlas y encuentros que nació en los años 40 en España y que desde entonces ha
avivado la fe de infinidad de personas.
Se apuntaron a un cursillo
en Madrid. "Ahí me caí de bruces, ante el Sagrario se me partió el
corazón y empezó de verdad mi conversión, empezó mi camino de fe de
verdad", recuerda Julio.
Preparar la boda con
castidad, bautizar a los hijos...
El Cursillo y el tiempo
posterior se vieron alimentados por la ilusión de la boda por la Iglesia.
"Hasta la boda, para prepararla correctamente, quisimos vivir en
celibato, un gesto para devolver al Señor el regalo que nos había hecho",
recuerda. Sus hijos se prepararon de manera intensiva para poder bautizarse en
esas mismas fechas.
En esa boda, recuerda,
"hubo conversiones, gente que volvía a la Iglesia...
tiempo después tuvimos que ir a Cuba porque se casaba la que luego sería mi
ahijada, que se convirtió en esa boda". Y un tiempo después nacería su
hija, de forma "harto sorprendente dada mi enfermedad".
Hoy agradece que esa
conversión fuera tan intensa y decidida, alimentada por Cursillos de
Cristiandad, porque pronto hubo algunas decepciones tristes. Por ejemplo, el sacerdote
que bautizó a sus hijos poco después de secularizó, después de haber estado
implicado en actividades impropias para un sacerdote y con escándalo para los
jóvenes que le conocían y para la familia de Julio. Pero Julio se había
enamorado de Dios en Cursillos, encontraba que ese era su sitio, y
"doce o trece años después sigo ahí, trabajando en el movimiento".
De "comecuras" a
"mediocura"
Después de su conversión,
recuerda que algunos parientes "ya no me miraban igual, empiezas a ser el
rarito, a veces me llamaban 'el mediocura'"... "Perdimos algunas
amistades, pero ganamos otras muchas, más ricas y más placenteras, con las que
compartimos mucho más".
Sobre Cursillos, explica
que a los 70 años de su fundación, sigue siendo una realidad plenamente vigente
porque desde un principio su función fue acercar a los alejados a Dios, algo
que hoy es más necesario que nunca. "Cursillos te invita a un encuentro
triple: contigo mismo, con el Señor y con los hermanos. Se hace en 3 días,
en una casa de espiritualidad. Es muy sencillo: charlas de laicos, de algún
cura, se reza, se come, se reza, se come... es rápido, intenso, se ríe, se
hacen cosas divertidas". Son tres días de "condensación del amor
de Dios", explica.
"Yo quiero esa cara de
tonto que tú tienes"
Anima a todos a "abrir
el corazón". "Hoy la gente vive sin ideal, la gente desea 'tener',
pero 'tener' no da la felicidad. Hay que llegar a poder hablar, la mayoría
de las veces porque vean como vives. Mi socio se convirtió porque, me decía,
'yo quiero tener esa cara de tonto que tú tienes'. Vale, pero esta cara no
la doy yo. Viene dada, pero hay que buscarla".
P.J.G/
Fuente: ReL/MaterMundi