“No
se trata sólo de migrantes”, título del Mensaje del Santo Padre para la Jornada
Mundial del Emigrante y del Refugiado, que fue presentado la mañana de este
lunes, 27 de mayo, en la Oficina de prensa de la Santa Sede
2018.12.31 migranti Africa Caritas Italia |
“Los migrantes, y especialmente aquellos más
vulnerables, nos ayudan a leer los ‘signos de los tiempos’. A través de ellos,
el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los exclusivismos, de la
indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos
invita a reapropiarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a
contribuir, cada uno según su propia vocación, a la construcción de un mundo
que responda cada vez más al plan de Dios”, lo escribe el Papa Francisco en
su Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del
Refugiado 2019, que este año lleva como lema: “No se trata sólo
de migrantes”, y presentado la mañana de este lunes, 27 de mayo, en la Oficina
de Prensa de la Santa Sede.
Obstáculos y fuerzas
contrarias al Reino de Dios
En
su Mensaje, el Santo Padre describe el
escenario mundial que presenta obstáculos y fuerzas contrarias a la presencia
del Reino de Dios, ya misteriosamente presente en nuestra tierra. “Conflictos
violentos y auténticas guerras – precisa el Pontífice – no cesan de lacerar la
humanidad; injusticias y discriminaciones se suceden; es difícil superar los
desequilibrios económicos y sociales, tanto a nivel local como global. Y son
los pobres y los desfavorecidos quienes más sufren las consecuencias de esta
situación”. Además, las sociedades económicamente más avanzadas, señala el
Papa, desarrollan en su seno la tendencia a un marcado individualismo que,
combinado con la mentalidad utilitarista y multiplicada por la red mediática,
produce la “globalización de la indiferencia”.
Emigrantes, emblema de la
exclusión
En
este escenario, el Papa Francisco señala que, las personas migrantes,
refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en
emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma
condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se las
considera responsables de los males sociales. “La actitud hacia ellas –
denuncia el Santo Padre – constituye una señal de alarma, que nos advierte de
la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura
del descarte”. Por esta razón, la presencia de los migrantes y de los
refugiados, como en general de las personas vulnerables, representa hoy en día
una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia
cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un
estilo de vida lleno de comodidades.
“No
se trata sólo de migrantes, significa que al mostrar interés por ellos, nos
interesamos también por nosotros, por todos; que cuidando de ellos, todos
crecemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que
quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista”
No sólo migrantes, también
nuestros miedos
Por
esta razón, el Papa Francisco afirma que, no se trata sólo de migrantes,
también se trata de nuestros miedos. La maldad y la fealdad de nuestro tiempo
acrecienta «nuestro miedo a los “otros”, a los desconocidos, a los marginados,
a los forasteros [...]. Y esto se nota particularmente hoy en día, frente a la
llegada de migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de
protección, seguridad y un futuro mejor. “El problema no es el hecho de tener
dudas y sentir miedo. El problema – precisa el Pontífice – es cuando esas dudas
y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de
convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta,
incluso racistas”.
“El
miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro, con
aquel que es diferente; nos priva de una oportunidad de encuentro con el Señor”
No sólo migrantes, también
caridad
Asimismo,
el Santo Padre señala que, no se trata sólo de migrantes: se trata de la
caridad. Y la mayor caridad es la que se ejerce con quienes no pueden
corresponder y tal vez ni siquiera dar gracias. «Lo que está en juego es el
rostro que queremos darnos como sociedad y el valor de cada vida [...]. El
progreso de nuestros pueblos – afirma el Papa recordando su Discurso en la
Cáritas Diocesana de Rabat –depende sobre todo de la capacidad de dejarse
conmover por quien llama a la puerta y con su mirada estigmatiza y depone a
todos los falsos ídolos que hipotecan y esclavizan la vida; ídolos que prometen
una aparente y fugaz felicidad, construida al margen de la realidad y del
sufrimiento de los demás».
No sólo migrantes, también
nuestra humanidad
Por
este motivo, el Pontífice insiste que, no se trata sólo de migrantes: se trata
de nuestra humanidad. Lo que mueve a ese samaritano, un extranjero para los
judíos, a detenerse, es la compasión, un sentimiento que no se puede explicar
únicamente a nivel racional. La compasión toca la fibra más sensible de nuestra
humanidad, provocando un apremiante impulso a “estar cerca” de quienes vemos en
situación de dificultad. “Sentir compasión significa reconocer el sufrimiento
del otro y pasar inmediatamente a la acción para aliviar, curar y salvar.
Sentir compasión significa dar espacio a la ternura que a menudo la sociedad
actual nos pide reprimir”.
“Abrirse
a los demás no empobrece, sino que más bien enriquece, porque ayuda a ser más
humano: a reconocerse parte activa de un todo más grande y a interpretar la
vida como un regalo para los otros, a ver como objetivo, no los propios
intereses, sino el bien de la humanidad”
No sólo migrantes, también
no excluir a nadie
Citando
el Evangelio de Mateo (18,10), el Papa Francisco asevera que, no se trata sólo
de migrantes: se trata de no excluir a nadie. El mundo actual es cada día más
elitista y cruel con los excluidos. Los países en vías de desarrollo siguen
agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos
mercados privilegiados. Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo;
sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras
regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos
conflictos generan. Quienes padecen las consecuencias son siempre los pequeños,
los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y
se les deja sólo las “migajas” del banquete (cf. Lc 16,19-21).
“El
desarrollo exclusivista hace que los ricos sean más ricos y los pobres más
pobres. El auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los
hombres y mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y
preocupándose también por las generaciones futuras”
No sólo migrantes, sino
los últimos en primer lugar
Asimismo,
el Santo Padre invita a que, no se trata sólo de migrantes: se trata de poner a
los últimos en primer lugar. El verdadero lema del cristiano es “¡primero los
últimos!”. «Un espíritu individualista es terreno fértil para que madure el
sentido de indiferencia hacia el prójimo, que lleva a tratarlo como puro objeto
de compraventa, que induce a desinteresarse de la humanidad de los demás y
termina por hacer que las personas sean pusilánimes y cínicas. ¡Y cuántos
últimos hay en nuestras sociedades! Entre estos, pienso sobre todo en los
emigrantes, con la carga de dificultades y sufrimientos que deben soportar cada
día en la búsqueda, a veces desesperada, de un lugar donde poder vivir en paz y
con dignidad».
“En
la lógica del Evangelio, los últimos son los primeros, y nosotros tenemos que
ponernos a su servicio”
No sólo migrantes, también
la persona en su totalidad
El
Papa Francisco recuerda también la Populorum Progressio y señala que,
no se trata sólo de migrantes: se trata de la persona en su totalidad, de todas
las personas. En esta afirmación de Jesús encontramos el corazón de su misión:
hacer que todos reciban el don de la vida en plenitud, según la voluntad del
Padre. En cada actividad política, en cada programa, en cada acción pastoral,
debemos poner siempre en el centro a la persona, en sus múltiples dimensiones,
incluida la espiritual. Y esto se aplica a todas las personas, a quienes
debemos reconocer la igualdad fundamental.
“El
desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico,
debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”
No sólo migrantes, sino la
ciudad de Dios y del hombre
Y
citando la Carta de San Pablo a los Efesios, (2,19), el Pontífice alienta a
que, no se trata sólo de migrantes: se trata de construir la ciudad de Dios y
del hombre. En nuestra época, también llamada la era de las migraciones, son
muchas las personas inocentes víctimas del “gran engaño” del desarrollo
tecnológico y consumista sin límites. Y así, emprenden un viaje hacia un
“paraíso” que inexorablemente traiciona sus expectativas. Su presencia, a veces
incómoda, contribuye a disipar los mitos de un progreso reservado a unos pocos,
pero construido sobre la explotación de muchos.
“Se
trata, entonces, de que nosotros seamos los primeros en verlo y así podamos
ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema
que debe ser afrontado, sino un hermano y una hermana que deben ser acogidos,
respetados y amados, una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir
a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país
más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de
acuerdo con el Evangelio”
La misión de la Iglesia:
acoger, proteger, promover e integrar
Finalmente,
el Papa Francisco señala que, la respuesta al desafío planteado por las
migraciones contemporáneas se puede resumir en cuatro verbos: acoger, proteger,
promover e integrar. Estos verbos expresan la misión de la Iglesia en relación
a todos los habitantes de las periferias existenciales, que deben ser acogidos,
protegidos, promovidos e integrados. Si ponemos en práctica estos verbos,
contribuimos a edificar la ciudad de Dios y del hombre, promovemos el
desarrollo humano integral de todas las personas y también ayudamos a la
comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarrollo sostenible que ha
establecido y que, de lo contrario, serán difíciles de alcanzar.
Los migrantes nos ayudan a
leer los “signos de los tiempos”
Por
lo tanto, concluye el Santo Padre, no solamente está en juego la causa de los
migrantes, no se trata sólo de ellos, sino de todos nosotros, del presente y
del futuro de la familia humana. Los migrantes, y especialmente aquellos más
vulnerables, nos ayudan a leer los “signos de los tiempos”. A través de ellos,
el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los exclusivismos, de la
indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos
invita a reapropiarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a
contribuir, cada uno según su propia vocación, a la construcción de un mundo
que responda cada vez más al plan de Dios.
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
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