Francisco
dirigió a todos, en la alegría del Señor resucitado, el saludo pascual de este
día, que el Oriente cristiano llama “domingo de santo Tomás”
A
mediodía el Pontífice celebró un encuentro con Su Santidad Neofit, Metropolita
de Sofía y Patriarca de toda Bulgaria junto al Santo Sínodo, a quienes les dijo
que debemos pregustar el día en que podremos celebrar el misterio pascual en el
mismo altar
El
Papa fue acogido en el ingreso principal del Palacio del Sínodo por el Metropolita
de Europa Occidental y Central, Antonio, quien lo acompañó a la Sala del primer
piso donde lo esperaba Su Santidad Neofit, quien guía la Iglesia Ortodoxa
búlgara desde el año 2013, sucediendo a Su Santidad Maxim.
Francisco
dirigió a todos, en la alegría del Señor resucitado, el saludo pascual de este
día, que el Oriente cristiano llama “domingo de santo Tomás”. Sí, porque como
dijo el Papa, “contemplamos al Apóstol que mete la mano en el costado del Señor
y que, tocando sus heridas, confiesa: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ (Jn 20,
28). A lo que añadió textualmente en su discurso: “Las
heridas que a lo largo de la historia se han abierto entre nosotros, los
cristianos, son desgarros dolorosos causados al Cuerpo de Cristo que es la
Iglesia. Todavía hoy palpamos las consecuencias. Pero, si ponemos juntos las
manos sobre esas heridas y confesamos que Jesús ha resucitado, y lo proclamamos
como nuestro Señor y nuestro Dios, si al reconocer nuestras faltas nos
sumergimos en sus heridas de amor, tal vez podamos volver a encontrar la
alegría del perdón y pregustar el día en que, con la ayuda de Dios, podremos
celebrar el misterio pascual en el mismo altar”.
El ecumenismo de la sangre
El
Papa reafirmó que en este camino están sostenidos por tantos hermanos y
hermanas, a quienes rindió homenaje por ser los testigos de la Pascua. Y
recordó a los tantos cristianos que en este país sufrieron por el nombre de
Jesús, especialmente durante la persecución del siglo pasado. “El ecumenismo de
la sangre”, dijo. Y añadió que “ellos esparcieron un suave perfume en la
‘Tierra de las rosas’”. A la vez que aseveró que “mientras muchos otros
hermanos y hermanas en el mundo siguen sufriendo a causa de la fe, nos piden
que no nos quedemos encerrados, sino que nos abramos, porque sólo así las
semillas dan fruto”.
Tras las huellas de los
santos Juan XXIII y Juan Pablo II
El
Pontífice también destacó que este encuentro tan deseado se llevaba a cabo en
continuidad con el realizado por San Juan Pablo II con el Patriarca Maxim,
durante la primera visita de un Obispo de Roma a Bulgaria, siguiendo las
huellas de San Juan XXIII, que se encariñó en los años que aquí pasó con este
pueblo “sencillo y bueno” – tal como se lee en el “Diario del alma” –
apreciando su honestidad, su laboriosidad y su dignidad en las pruebas.
“También yo me encuentro aquí como un huésped
acogido con afecto, y siento en el corazón la nostalgia del hermano, esa
saludable nostalgia por la unidad entre los hijos del mismo Padre, que el Papa
Juan ciertamente pudo madurar en esta ciudad”, dijo Francisco. Por eso – añadió
– durante el Concilio Vaticano II, que él convocó, la Iglesia Ortodoxa búlgara
envió a sus observadores. Y desde entonces – recordó – los contactos se
multiplicaron.
Tras
referirse a la acogida exquisita que aquí dispensan a sus enviados y a la
colaboración con la comunidad católica local, el Obispo de Roma afirmó que
confía en que, “con la ayuda de Dios y en los tiempos que la Providencia
disponga, esos contactos incidan positivamente en tantos otros aspectos de
nuestro diálogo”. A la vez que reconoció que mientras tanto, “estamos llamados
a caminar y a actuar juntos para dar testimonio del Señor, sirviendo
especialmente a los hermanos más pobres y olvidados, en los que Él está
presente”.
El ecumenismo del pobre
También
en este segundo discurso en tierra búlgara el Papa Bergoglio se refirió a los
santos Cirilo y Metodio quienes, junto a los demás, “nos guían en el camino”
puesto que, “a pesar de las adversidades, ellos pusieron en primer lugar el
anuncio del Señor, la llamada a la misión”.
Misión y comunión
“Misión
y comunión – dijo el Papa – son dos palabras que se entrelazan siempre en la
vida de los dos santos y que pueden iluminarnos el camino para crecer en
fraternidad.
El ecumenismo de la misión
Francisco
recordó que Cirilo y Metodio, que eran bizantinos de cultura, tuvieron la
audacia de traducir la Biblia en una lengua accesible a los pueblos eslavos,
“para que la Palabra divina precediese a las palabras humanas”. Por eso “su
valiente apostolado permanece como un modelo de evangelización para todos”.
Futuro de la sociedad
europea
“Comunión
y misión, cercanía y anuncio, los santos Cirilo y Metodio tienen mucho que
decirnos también en lo que se refiere al futuro de la sociedad europea”, dijo
el Papa. Y “también nosotros, herederos de la fe de los santos, estamos
llamados a ser artífices de comunión, instrumentos de paz en el nombre de
Jesús. En Bulgaria, ‘encrucijada espiritual, tierra de encuentro y de
comprensión recíproca’, han encontrado acogida varias confesiones, desde la
armenia a la evangélica, y diversas expresiones religiosas, desde la judía a la
musulmana. La Iglesia católica encuentra acogida y respeto, tanto en la
tradición latina como bizantina-eslava”. Por todo esto el Pontífice agradeció a
Su Santidad y al Santo Sínodo su benevolencia.
Antes
de entrar en la Catedral Patriarcal de San Alejandro Nevski para detenerse en
oración recordando a los santos Cirilo y Metodio el Pontífice aseguró a Su
Santidad y a sus queridos hermanos, que reza por ellos, por los fieles de este
amado pueblo, por la alta vocación de este país, por nuestro caminar en un
ecumenismo de la sangre, del pobre y de la misión. Y, a su vez, los pidió “un
lugar en sus oraciones, con la certeza de que la oración es la puerta que hace
posible todo camino de bien”.
Al
Patriarca, el Papa Francisco donó un volumen de 424 páginas, publicado con
motivo del bimilenario del nacimiento de San Pablo. El mismo está enriquecido
por una minuciosa selección de frisos, marcos, miniaturas e ilustraciones,
procedentes de manuscritos de diferentes fechas de la Abadía de San Pablo
Extramuros, en particular de la Biblia carolingia, conservada durante más de
mil años por los monjes benedictinos. La portada, recubierta de piel de
becerro, se acompaña de ocho paneles de bronce inspirados en la Puerta
Bizantina de la Basílica de San Pablo Extramuros, con escenas tomadas de los
misterios de la vida de Cristo en la portada y de la vida de la Iglesia
naciente en la contraportada. Las ocho esquinas están decoradas con la espada,
símbolo característico de la iconografía paulina.
María
Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
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