El
que avisa no es traidor
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Jubi
vino en un estado de alteración máxima. El lomo erizado, las orejas haca atrás,
y unos ladridos como para desgañitarse. Es su elocuente forma de decir: “¡¡Ven
corriendo!! ¡¡Tenemos intrusos en casa!!”. Cuando se pone así... a mí me da la
risa. ¿Qué sería esta vez? ¿Un ratoncito? ¿Una lagartija?
Nuestra
beagle me llevó a toda prisa a los sótanos y se lanzó a la habitación de la
madera. Esta habitación está llena hasta el techo de vigas viejas, troncos...
que sirven para encender la gloria.
Jubi
se encaramó por la montaña de vigas sin dejar de ladrar. A mí dejó de hacerme
gracia el asunto.
-Baja
ahora mismo, que te vas a caer.
Por
supuesto... no me hizo ni caso y siguió escalando.
-¡Jubi,
que te caes...!
Nuestra
beagle continuó su ascenso; y mi frase, su evolución natural:
-¡¡¡Como
te caigas, yo no quiero saber nada!!!
¿Qué
ocurrió? Que pisó mal. Se le enganchó la pata entre dos tablas y, al removerse,
parte de la montaña se tambaleó, amenazando con sepultarla.
A
mí me gusta ser una mujer de palabra, pero... ¿qué iba a hacer? A toda prisa
trepé por las maderas, sujeté las tablas con una mano, mientras enganchaba a
Jubi con la otra. Ella se abrazó a mi cuello con todas sus fuerzas.
-Sí,
claro -refunfuñé mientras intentaba bajar-. Ahora nos mataremos las dos...
¿Satisfecha?
Gracias
a Dios, llegué al suelo de una pieza y con perro incluido. La expedición quedó
suspendida hasta nuevo aviso...
Ya
en la oración me di cuenta de que ¡esto es exactamente lo que nos pasa a
nosotros!
El
Señor nos ha dado una serie de consejos, reglas de vida. Son como las señales
de tráfico: buscan nuestro bien, proteger nuestro corazón. Pero la tentación aparece
siempre como una propuesta estupenda, una oferta de libertad.
Jubi
estaba segura de que debía seguir sus propios criterios, porque ella olía al
intruso. La verdad es que la entiendo: ¡cuántas veces mis ideas me parecen la
verdad absoluta!
Y,
sin embargo, cuando “se nos engancha la pata”, nos damos cuenta del lío en el
que estamos. ¡Pero justo eso es lo que me quería mostrar el Señor!
Tal
vez creemos que, al fallar, Cristo se aleja de nosotros... ¡pero no es cierto!
¡Salta en nuestro auxilio! Si yo no fui capaz de dejar tirada a nuestra mascota
a pesar de todas las advertencias, ¿cómo va a abandonarnos Él, que es el Amor
en persona? Corre a tendernos una mano, esperando que nos enganchemos a Él ¡y
le dejemos salvarnos!
Hoy
el reto del amor es aprovechar tus meteduras de pata para mirar al Señor. Hazte
consciente de que Cristo permanece a tu lado con infinito cariño, tendiéndote
la mano y susurrándote: “¿Arreglamos esto juntos?”. ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma