El 11 de febrero de 2013, el anuncio sin
precedentes de un Pontífice que deja el ministerio por razones de edad
continuando a vivir como “emérito” al lado de su sucesor, el papa Francisco
Es más honrado, recordar
a papa Benedicto XVI por su servicio a la Iglesia, que por su renuncia.
En efecto, han pasado seis años desde aquella noticia que cambió la historia
del papado y de la Iglesia Católica y, aún hoy, existen fieles, que no aceptan
la primera renuncia de un pontífice en siglos por razones de salud y de vejez.
El 11 de febrero
de 2013, papa Ratzinger, anunció su voluntad con determinación.
Con un corazón orante, maduro en la fe y concreto reconoció los tiempos
adversos y las nuevas metas que tenía por delante la barca de Pedro: viajes
internacionales (la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil 2013) y toda
una serie de compromisos, celebraciones, además de la reforma iniciada de la
Iglesia en medio a los escándalos de abusos de poder y económicos.
El magisterio
de Benedicto
XVI también puede ser rememorado por su testimonio de desapego al poder;
ese que, es quizás, la causa de muchos males para la Iglesia.
Antes de que
el papa Francisco difundiera el tema del poder como servicio, el papa alemán lo
vivió y lo sufrió en carne propia. Pues, con su decisión de renunciar a la máxima
dignidad de un obispo, ha ubicado su testimonio en la antípoda de la
mezquindad, la codicia y los intereses personales, raíz del
clericalismo acervo, expresada en una voluntad ‘discernida’ en la oración y la
consciencia de que los tiempos de la Iglesia de Dios son distintos a los de los
hombres.
La Iglesia Católica enfrentará en los
próximos decenios el mal absoluto de los abusos contra
los menores, adultos vulnerables, y, cabe recordar, se trata de un proceso
iniciado de renovación, precisamente, por el papa Benedicto XVI.
El papa
Francisco en el vuelo de regreso de su viaje a Emiratos Arabes Unidos, recordó
que el cardenal Ratzinger enfrentó ese mal con vehemencia y, como
pontífice, prosiguió con mayor autoridad desde el solio de Pedro la
‘limpieza’ de la Iglesia con normas contra los abusos, y que
sucesivamente han sido el andamiaje, la plataforma, para la lucha contra esa
lacra.
De hecho,
bajo el signo de la continuidad, el Papa latinoamericano ha pedido a los
obispos del mundo que antes de venir a Roma para el encuentro antipederastia
(21-21 de febrero 2019) de encontrarse con las víctimas y sus familias, algo en
lo que papa Ratzinger también fue modelo y testimonio en varios
frentes difíciles como el de los abusos en Estados Unidos e Irlanda.
Y, con encuentros privados, que asimismo, quedarán en el secreto, lejos de los
reflectores.
El magisterio
de Benedicto
XVI también será recordado por su invitación a la esperanza en momentos
difíciles y de gran confusión en la Iglesia, donde no debe
ganar el poder de la culpa. “Pero se trata precisamente de esperanza y no aún
de cumplimiento; esperanza que nos da el valor para ponernos de la parte del
bien aun cuando parece que ya no hay esperanza (Spe Salvi, 36)”.
La fecha de
la renuncia, que coincide con la celebración de la Virgen
María de Lourdes, nos invita a retomar las palabras de
Benedicto respecto a la figura de María, estrella de la esperanza (Ave maris
stella), delante a la cruz.
“La vida humana
es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La
vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso,
un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las
verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir
rectamente”.
El testimonio
dice más que mil palabras y Benedicto XVI ha sabido dar ejemplo de un poder
abierto al servicio de una Iglesia que mira con esperanza las dificultades para
superarlas. “Jesucristo – nos dice el Papa emérito – es ciertamente la luz
por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia.
Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan
luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra
travesía”.
Entonces, nos
propone el ejemplo de María, para abrazar los momentos difíciles y
verlos como una oportunidad de fidelidad al bien que todo lo puede y lo redime.
“Ella que con su ‘sí’ abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo”. Y ella
que sufrió, como toda madre, al ver a su hijo “fracasado” en la cruz, no temió
por las novedades, por el contrario, acompañó a los discípulos, hasta el final
con la alegría en la Pentecostés, pues el “reino” de Jesús era distinto de como
lo habían podido imaginar los hombres”.
Papa Ratzinger forjó, asimismo, un papado
distinto al que imaginaron los corazones rígidos de los hombres. Por eso, hoy no recordamos la renuncia de
un Pontífice, hoy hacemos memoria de la decisión de un pastor que sabía que la
grey encomendada, en ese momento determinado, no era de su propiedad, sino de
Dios, y que será Él, con la ayuda del nuevo sucesor de Pedro, y del que vendrá,
incluso después de Francisco, a enfrentar la batalla contra el mal y todas sus
manifestaciones.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: Aleteia