En este artículo podrán
conocer la espiritualidad que hay detrás de este símbolo
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| Dominio público |
Es una
costumbre en nuestra Iglesia local encender las velitas de la Corona de
Adviento como parte de la preparación a la Navidad. Se suelen bendecir en
las Misas del primer Domingo de Adviento. Pero cada familia las puede usar
igual aunque no estén bendecidas.
En este artículo podrán
conocer la espiritualidad que hay detrás de este símbolo y, al final, les doy
un sencillo rito para llevar adelante la iluminación en cuatro semanas.
La forma de la Corona de Adviento
Hay Coronas de
Adviento de todas las formas y colores, artificiales y naturales, grandes
y chicas… Así que no les puedo dar el formato concreto de cómo debe ser.
Solamente les digo que su esencia es una corona (redonda) de material verde con
cuatro velas. El resto… creatividad y materiales que se tiene a mano al momento
de armarla.
La forma redonda hace
referencia a Dios: no tiene principio ni fin, es eterno y omnipotente. El color
verde se relaciona con la esperanza. Y las cuatro velitas nos recuerdan
las cuatro semanas de preparación a la Fiesta de la Navidad que es el ambiente
espiritual en el que se van encendiendo.
Esta corona, con su
particularidad de una vela que se enciende cada domingo durante el almuerzo
familiar, expresa un aspecto de la espiritualidad propia de este tiempo
litúrgico. Adviento es tiempo de Esperanza en la venida de Nuestro Señor
Jesucristo. Tiempo de hacer la memoria de su primera venida y fijar el rumbo a
su venida final, en gloria y esplendor.
El sentido espiritual de la corona de adviento
Por eso, como tal, es
tiempo de preparación del corazón, de la vida. Este texto de San Pablo (1 Tes
3, 12; 4, 2) que se lee en la Liturgia marca el rumbo. Este tiempo está
dedicado a quienes ya conocemos y vivimos nuestra fe: “de hecho, ustedes ya
viven así: hagan mayores progresos todavía” (4, 1).
Esta invitación es, en
primer lugar, no a crecer en las obras sino a dejar que el Señor obre en y
desde nosotros. Pablo nos recomienda la apertura para “que el Señor los haga
crecer cada vez más” (3, 12). Y así “él fortalezca sus corazones en la santidad
y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre” (3, 13). Una invitación
a la vida interior.
Dos escollos que sortear
El primero, el ambiente climático
Parece chiste, pero no lo
es. En el hemisferio sur estamos a las puertas del verano, al contrario del
hemisferio norte que ya disfrutan de las primicias del frío invernal. El
invierno nos mete dentro de la intimidad de nuestras casas. El verano, al
contrario, nos saca: por lo menos al patio a tomarnos una cerveza mientras nos
hacemos viento para morigerar la temperatura.
Esto, lo querramos o no,
influye en nuestra vida de oración. El calor nos hace perder un poco la
intensidad del encuentro personal con el Señor. Por eso en este tiempo la
oración se puede transformar en un verdadero “combate” (como dice el Catecismo). Corremos el riesgo de
aflojar en nuestra vida de oración, con la excusa de que el calor no nos
permite rezar como quisiéramos.
El segundo escollo es el ambiente cultural
Las fiestas que se acercan
se han paganizado bastante, de la mano de Papá Noel y su
comercialización. Y, así, nos vemos atropellado por una cultura del poseer
cosas materiales, materializando nuestros criterios. Corremos el riesgo de
banalizar la gratuidad de la Redención, del Amor que se manifestó en el
Pesebre.
En este contexto, la
corona de adviento nos recuerda que debemos dejar que el Señor nos ilumine
progresivamente. Comenzando por la Vida interior, hasta “crecer cada vez más en
el amor mutuo y hacia los demás” (3,12). “Comportarse para agradar a Dios” (4,1)
es el camino de santidad. En lo concreto y en lo cotidiano la Luz (1
Jn 1, 5-7) gana nuestra vida y, desde allí, ilumina las realidades temporales.
“Crecer cada vez más” es
la invitación para este tiempo, de esperanza y preparación.
Rito de iluminación de la Corona de Adviento en familia
El encender, semana tras
semana, los cuatro cirios de la corona de adviento significan nuestra
progresiva preparación para recibir la luz de la Navidad. La luz que emana de
cada vela encendida nos recordará que Jesucristo es la luz del mundo y que
quién está fuera de Él habita en las tinieblas.
El color verde
predominante significa la vida y la esperanza que Jesús Resucitado nos regala y
de la cual ya somos herederos por el bautismo.
Los invito a que se reúnan
cada domingo, antes de bendecir el almuerzo, y hagan este pequeño rito de
iluminación.
Sería muy bueno que lo
hiciera la madre de familia (o la mayor de las mujeres presentes) como doble
signo de la Iglesia como Madre que nos ilumina y del Espíritu Santo (la Ruaj
Santa, el eterno femenino) que fecunda la Vida del Señor resucitado y nos
ilumina la inteligencia.
En el nombre del Padre +, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén
Oremos.
La tierra, Señor, se alegra en estos días,
y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo el Señor,
que se acerca como luz esplendorosa,
para iluminar a los que estamos en las tinieblas
de la ignorancia, del dolor y del pecado.
y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo el Señor,
que se acerca como luz esplendorosa,
para iluminar a los que estamos en las tinieblas
de la ignorancia, del dolor y del pecado.
Lleno de esperanza en su venida,
tu pueblo ha preparado esta corona,
y la ha adornado con luces.
tu pueblo ha preparado esta corona,
y la ha adornado con luces.
Ahora que vamos a empezar
el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo,
te pedimos, Señor, que
mientras se acrecienta cada día
el esplendor de esta corona con nuevas luces,
a nosotros nos ilumines con el esplendor de Aquel
que, por ser la luz del mundo,
iluminará todas las oscuridades.
el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo,
te pedimos, Señor, que
mientras se acrecienta cada día
el esplendor de esta corona con nuevas luces,
a nosotros nos ilumines con el esplendor de Aquel
que, por ser la luz del mundo,
iluminará todas las oscuridades.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
A continuación se
enciende el cirio que corresponda de la Corona de Adviento, según la semana de
Adviento en la cual esté. Puede ser acompañado por un canto navideño, un
villancico o el Padre Nuestro.
Por: P. Fabián Castro
