En honor de nuestra Madre
Santísima, es la más popular de todas las Letanías, llamada así porque se usó
por primera vez en el Santuario de Loreto
ROSA MÍSTICA
La
rosa es símbolo y figura de la Virgen María.
La
rosa es, más que todo, por su delicado perfume, la reina de las flores, el
ornato de nuestros jardines, el principal decoro de la primavera.
María
es la Reina de los Santos y, después de Jesucristo, el ornato principal del
jardín místico de Dios que es la Iglesia, más aún, después de Dios, Ella es el
esplendor y el ornato del cielo.
María
es también la ROSA Mística porque es la rosa de Jericó; las rosas de Jericó
tenían la primacía sobre las demás por su magnificencia, por su rara forma y
por su olor exquisito; y los rosales crecían a manera de árboles.
La
rosa que se abre en la primavera es precursora del verano. María Santísima
floreció en la primavera del mundo; Ella nos anunció, nos prometió y aún más,
nos dio a Jesucristo, luz eterna e indefectible que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo; llama vivísima de caridad y de verdadero amor sobrenatural
hacia los hombres, luz que disipó la ignorancia y los errores de nuestro
entendimiento, que nos hizo conocer la voluntad de Dios, etc.
De
todos estos bienes es presagio María, Mística ROSA y no sólo presagio sino
también prometedora e iniciadora, pues de sus purísimas entrañas nació
Jesucristo, restaurador del mundo.
La
rosa nace, crece, abre sus hermosas hojas, esparce su suave fragancia entre las
espinas; éstas la rodean y la envuelven por todas partes.
María
nació, creció, llegó a su singular perfección entre muy punzantes espinas. Las
adversidades, los más grandes dolores, la pobreza, los peligros, las
persecuciones, la elevaron a una sublime santidad.
Escogida
por Dios para ser copia fiel del Hijo venido a la tierra para sufrir y morir
por nosotros y predestinada a ser con el Hijo, Corredentora.
En
Nazaret y en Belén, en Judea, en Egipto, en Jerusalén y en la cima del
Calvario, María Santísima sufrió los más atroces tormentos.
Rosa
MÍSTICA. Mística, Misticismo, los dos términos derivan del griego Mysticós, que
se refiere al misterio o secreto. En la práctica se usan ambos como sinónimos
designando tanto el estado contemplativo en que se sumerge el alma en su tender
a Dios, como la doctrina que trata de esas manifestaciones espirituales.
Aquí
haremos referencia al estado contemplativo, estado espiritual del alma que,
colmada de la gracia santificarte y purificada del pecado, se eleva a Dios por
un acto de amor, en el que le es dado tener la experiencia de lo Divino.
En
sus distintos grados, que van del recogimiento interior hasta la unión perfecta
del alma con Dios, la vida MÍSTICA se resume en UN INTENSO Y FERVOROSO ACTO DE
AMOR.
Grandes
místicos y místicas figuran en la tradición católica de todos los siglos, ej.
San Bernardo, San Buenaventura, Sta. Catalina de Siena, S. Francisco de Sales,
Sta. Margarita María Alacoque, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, Sta.
Teresita del Niño Jesús, etc.
María
Santísima vivió y experimentó en su propio ser el GRANDIOSO ... EL INSONDABLE
MISTERIO de la ENCARNACIÓN DEL DIVINO VERBO en su Purísimo Seno; ¡en qué estado
de MÍSTICA contemplación viviría Ella esos nueve meses! Y después, el resto de
su vida.
¡A
qué estado espiritual llegaría su alma Inmaculada, que estaba colmada, plena de
gracia! PRESERVADA del pecado; no purificada del pecado corno todos los demás
santos. Ella vivió un continuo e inagotable acto de Amor de Dios.
¡Que
unión con Dios tan perfecta, indisoluble, singular. ÚNICA INCOMPARABLE y
MISTERIOSA es la de la Excelsa ROSA MÍSTICA!
TORRE DE DAVID
La
Torre de David era una construcción fuerte y muy hermosa que se elevaba sobre
la cumbre de un monte entre dos profundas vertientes. Esta Torre estaba formada
por gruesos bloques cuadrados, unidos entre sí con hierro y plomo, construida
por el Rey David para defensa de la ciudad de Jerusalén. Hermosa imagen de
María Santísima que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y
perfección, para defensa de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.
En
el antiguo concepto de las obras de defensa, la torre debía tener tres
cualidades principales: Belleza, porque servía de ornamento y era expresión de
genio artístico. Fortaleza, que la hiciera resistente a todo asalto enemigo y
Elevación para que se ensanchara y se extendiera el campo de observación.
Dejando
la belleza para la explicación del título siguiente, hablaremos de las otras
dos cualidades: fortaleza y elevación.
Es
la elevación y sublimidad de la Virgen María tan excelsa que no hay ninguna
igual.
Cuanto
más alta es la torre, tanto más se extiende el radio de observación y más
difícil es para los enemigos escalada y más fácil de descubrir al adversario.
De
la misma manera si nos acercamos a María, si nos esforzamos en penetrar en lo
más íntimo de su Corazón, ¡cuánto se extienden los horizontes del alma!. Las
verdades de la Fe reciben mayor luz; se aprecia el valor de las cosas del Reino
de los Cielos; se tiene más clara conciencia de los propios deberes y de la
hermosura de la vida que es el germen de la eternidad; se descubren con más
claridad los propios defectos, las malas tendencias.
¡Qué
tranquilidad y seguridad en esta Mística Torre, refugio y defensa de la Iglesia
militante; en el Corazón de esta Madre que conoce los peligros y las
debilidades de sus hijos!
La
segunda cualidad de una torre es la fortaleza porque debe servir de defensa y
de seguridad. Tal es la Mística Torre, María Santísima. El libro de los
Cantares (IV.4) compara el cuello de esta Mujer sublime a la Torre de David,
torre fortísima. De esta alegoría, sacó la Santa Iglesia esta Invocación a
María, Torre de David, escudo y defensa de toda alma que recurre a Ella.
Es
oportuno para imitarla, comentar brevemente, la virtud de la Fortaleza.
Es
la virtud cardinal que nos hace vencer, por amor a Dios las más arduas
dificultades que se oponen a la práctica del bien.
Superar
las dificultades ordinarias y menores que están unidas más o menos a todo acto
bueno, es un grado de perfección común a todas las virtudes, pero no constituye
la virtud de la Fortaleza, que vemos brillar en los Mártires y en los héroes
del apostolado.
La
fortaleza cristiana en primer lugar nos da vigor para afrontar las
dificultades, para rechazar el mal con un valor regulado por la recta razón. Si
el valor obra sin la razón, ya no es fortaleza sino temeridad y desesperación.
En
segundo lugar la fortaleza da valor para soportar los grandes males y para
tolerarlos con paciencia.
No
debemos olvidar las palabras de San Pablo: "todo lo puedo en Aquel que me
conforta" ... es decir en Cristo Jesús, que es mi fuerza ... fuerza de Dios
Omnipotente.
El
Divino Maestro declara que el Reino de los Cielos lo alcanzan los esforzados.
Prescindiendo
de la oración - medio ordinario para obtener todas las virtudes - reducimos a
cinco los medios eficaces para alcanzar la fortaleza cristiana.
1.
Por la humildad.- esto es por la consideración de la propia debilidad.
2.-
Por ejercitarse en soportar y aceptar los pequeños males, combatiendo y
superando las dificultades menores para poder vencer las mayores, porque la
fortaleza es un hábito, es decir un modo especial de proceder que se adquiere
con el ejercicio de actos repetidos.
3.
Prever las dificultades y prepararse para combatirlas. - El temor que de
improviso nos asalta, exagerado y agrandada por el futuro mal, disminuye con la
previsión y con la reflexión porque se impone la razón y se obtiene la
verdadera y justa apreciación del mal, que resulta muchas veces menor de lo que
al principio se temía.
4.-
Meditando frecuentemente la fortaleza de Jesucristo y de los Santos. - La
fortaleza con la cual se enfrentó Jesús a sus enemigos, a los más crueles
tormentos y a la muerte más dolorosa. Se podrá objetar que Cristo era Dios,
pero no olvidemos que se había revestido de nuestra humanidad, con sus
sentimiento y afectos, con el temor y la repugnancia al dolor y a la muerte ...
y, ¿qué decir de los Santos y Santas y los Mártires que Sufrieron con indecible
fortaleza todas sus penas y dolores?.
5.-
Meditar la grandeza de los bienes eternos que Dios tiene preparados para los
que superan con perseverancia cristiana los males de esta vida. No hay
proporción, escribe el apóstol San Pablo, entre el sufrir en esta vida y la
gloria futura que se nos concederá en la otra. Aquí el sufrir es leve y está
aligerado por la gracia Divina y por los ejemplos de Cristo. Dios jamás permite
que seamos tentados o atribulados por encima de nuestras fuerzas.
El
primer instante en el que lleguemos a la presencia del Padre, a la Patria
eterna, nos compensará sin medida y nos hará olvidar completamente todo
sufrimiento pasado ... Dios secará toda lágrima.
Estas
son las reflexiones que debemos hacer para obtener la fortaleza cristiana.
Madre
Santísima que con el auxilio de tu fuerza, podamos vencer siempre el mal,
soportemos las penas y dolores propios de esta vida y alcancemos los bienes
futuros.
¡Oh Virgen INVENCIBLE! Torre de David
Por: Redacción Mercaba
Fuente: www.mercaba.org