El
Santo Cura de Ars nunca olvidó a los ángeles de la guarda, “nuestros amigos más
fieles”. Incluso pensó en una pequeña oración que sumar a nuestras oraciones
vespertinas
![]() |
| Fr Lawrence Lew OP/Flickr | CC BY-NC 2.0 |
Las
oraciones matinales y vespertinas pueden convertirse en una rutina, pero son
importantes porque dan un sentido religioso a la vida diaria. Estas oraciones
atestiguan que Dios está en el corazón de nuestra existencia. Y los ángeles
custodios, que son un vínculo vivo entre Él y los seres humanos, también
merecen las suyas, para ellos que están ahí mañana y noche para llevar a cabo
la misión que Él les ha encomendado.
Los ángeles custodios “son nuestros amigos más fieles, porque están con nosotros de día, de noche, en todo momento y en cualquier lugar”, expresa el cura de Ars, Juan María Vianney (1786-1859) en un sermón para honrar su fiesta. Dios, “no contento con habernos dado a su único Hijo, el objeto más tierno de sus complacencias, con sacrificarlo a la muerte más cruel, no contento con habernos arrancado de la tiranía del diablo, con habernos llamado a la cualidad gloriosa de hijos de Dios y con habernos escogido como coherederos de su reino, quiere enviarnos a cada uno de nosotros un ángel del cielo para guardarnos cada día de nuestra vida. Este ángel no debe abandonarnos hasta haberse personado con nosotros ante el tribunal de Jesucristo, para rendirle cuenta de todo lo que hemos hecho durante nuestra vida”.
Así
que, como nos recomienda el santo sacerdote, no olvidemos mostrar nuestra
gratitud a estos ángeles con el poder de la intercesión infinita que
prometieron “yo seré tu mejor amigo, yo seré el que lo sepa todo de ti. Nunca
te juzgaré, porque comprendo tus errores, y nunca te condenaré”. Después de la
oración de la mañana, aquí está la última pequeña oración del día que propone
Juan Vianney, dedicada a tu ángel de la guarda antes de acostarte:
“Buenas
noches, mi ángel de la guarda.
Gracias por haberme cuidado durante este día;
ofrece a Dios todos los latidos de mi corazón mientras duermo”.
Gracias por haberme cuidado durante este día;
ofrece a Dios todos los latidos de mi corazón mientras duermo”.
Isabelle Cousturié
Fuente:
Aleteia
