Con
la Eucaristía presidida en la catedral por monseñor Demetrio Fernández, Córdoba
inauguró el miércoles su Año Jubilar, concedido por la Santa Sede con motivo
del 90º aniversario de la consagración diocesana al Sagrado Corazón
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Monumento al Sagrado Corazón inaugurado el 24 de
octubre
de 1929 en Las Ermitas, Sierra Morena. Foto:
Diócesis de Córdoba
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El programa para el Año Santo, con el lema Córdoba en
el Corazón de Cristo, incluye conferencias y actos con jóvenes y
con familias. También visitarán la diócesis las reliquias de santa Margarita
María de Alacoque, que recibió las revelaciones que dieron inicio a esta
devoción.
«Cor ad cor loquitur» («el corazón habla al
corazón»). Esta frase de san Francisco de Sales que usó el beato John Henry
Newman expresa de manera elocuente la esencia de la espiritualidad del Corazón
de Cristo. Este curso celebraremos el centenario de la consagración de España
al Sagrado Corazón, y en la diócesis de Córdoba el 90º aniversario.
Para esta
efeméride se ha pedido al Santo Padre un Año Jubilar, un año de gracia que nos
ayude a todos a profundizar en el misterio del amor de Dios manifestado en el
Corazón de su Hijo. Pero, ¿qué quiere decir para nosotros «Corazón de Jesús»?
¿No es una devoción antigua que tiene poco que decirnos hoy?
Usamos continuamente la imagen del corazón para
expresar no solo un músculo, sino el lugar donde residen los sentimientos, la
voluntad, los deseos, las aspiraciones, los anhelos del ser humano; en
definitiva la imagen del corazón expresa el amor. Toda la fuerza del hombre
reside en el corazón, y conquistando el corazón se conquista a toda la persona.
Por eso cuando hablamos del Corazón de Jesucristo estamos hablando de un
misterio de amor.
Es Dios mismo,
que asume la naturaleza humana en el seno virginal de María, porque quiere
amarnos no solo con corazón divino, sino también con corazón humano. Ha
abrazado a la humanidad en la Encarnación para conquistarla, porque su Corazón
quiere hablar a nuestro corazón. Cristo en su vida mortal nos llevaba a cada
uno en su corazón, nos estaba amando en el pesebre, en Nazaret, en el Calvario.
Y ahora nos sigue amando resucitado, pues está vivo, de corazón palpitante y
espera nuestra respuesta, nuestra correspondencia de amor.
En nuestra cultura actual vivimos inmersos en las
redes sociales, donde la relación personal ha llegado a desplazarse. Esto hace
que a veces las relaciones sean falsas, y lo que se llama amor es en realidad
puro sentimentalismo sin compromiso ni entrega. Dios, sin embargo, quiere
comunicarse al hombre personalmente, de corazón a corazón. Cristo no es ajeno a
tu vida, le importas, y por amor ha querido padecer. Le afecta el pecado en la
esfera de su amor. Y al mismo tiempo le llenan de gozo nuestros actos de amor.
Es el Corazón de Cristo el que nos busca a todos y a cada uno de manera
personal por eso podemos experimentar con san Pablo que «Jesús me amó y se
entregó por mí» (Gál 2,20).
Amistad con un
amigo vivo
Ya leer el Evangelio no es reflexionar sobre algo
que pasó, sino que se trata de la experiencia de una amistad con un amigo que
sigue vivo y me ha cambiado la existencia. Mi modo de proceder comienza casi
sin darme cuenta a ser su mismo modo de proceder y amar. La confianza crece y
la relación es de intimidad porque el Corazón de Cristo habla personal e
íntimamente a mi corazón.
Esta verdad de fe que ha estado presente en la vida
de la Iglesia, encuentra su máxima expresión en las revelaciones recibidas por
santa Margarita María de Alacoque y en concreto en España por las revelaciones
que recibió el beato Bernardo de Hoyos. Ambos fueron almas sencillas pero
plenamente enamoradas del Corazón de Cristo. Se tomaron en serio su
colaboración con el Corazón redentor de Cristo y propagaron el fuego de su amor
hasta incendiar el mundo y hacerlo arder de este amor.
Tanto es así que con el paso del tiempo, diócesis y
naciones enteras se consagraron al Sagrado Corazón de Jesús erigiendo
monumentos públicos como expresión de amor. Este es el caso de España por
ejemplo, que realizó su consagración el 30 de mayo de 1919; y de la diócesis de
Córdoba, el 24 de octubre de 1929. Por esta razón en la diócesis cordobesa se
ha iniciado un Año Jubilar centrado en el misterio de amor del Corazón de
Jesucristo.
Un año que inauguramos el 24 de octubre para
penetrar cada vez más en la realidad del amor de Dios manifestado en Cristo. Un
Año Jubilar para redescubrir que Dios tiene corazón y me ama personalmente. Que
Jesucristo es mi amigo y, con su Pasión, Muerte y Resurrección, ha vencido al
pecado y a la muerte y ha abierto para mí un camino nuevo de esperanza y
redención.
Este año busca ser de encuentro con Jesucristo
vivo, de corazón palpitante, sensible a mi vida y que me impulsa a la santidad.
Es un tiempo propicio para acercarnos más y más a Él y dejarnos transformar por
la fuerza irresistible de su amor.
San Juan de Ávila expresa este misterio con una
frase fascinante en uno de sus sermones sobre la Eucaristía: «Si me mandáis,
Señor, hacer lo que vos hicisteis, dadme vuestro corazón». Y este es el fin de
este Año Jubilar: tener todos su mismo Corazón.
Carlos Jesús Gallardo Panadero
Director del Apostolado de la Oración en Córdoba
Director del Apostolado de la Oración en Córdoba
Fuente: Alfa y Omega