La
mafia lo asesinó en 1993, justo el día de su 56 cumpleaños
Eran cerca de las 22.45 del 15 de
septiembre de 1993. Padre Pino volvía a su casa. Seguramente había estado
festejando su cumpleaños número 56 junto a sus parroquianos.
Bajó de su Fiat Uno y se dirigió
al portón de su casa. De repente sintió la voz de un hombre que lo llama, él
sin inmutarse lo miró, le sonrió y le dijo: “Me lo esperaba”. Otro hombre, por
detrás, le disparó a la nuca.
Padre Pino o 3P
Eran dos sicarios enviados por Cosa Nostra,
que tenían la orden de “callar” a uno que ya estaba incomodando mucho en sus
asuntos, uno que había osado a desafiarlos, hasta pidiendo a los propios hijos
de la “familia” para educarlos.
“Hablemos, me gustaría
conocerlos y saber las razones que te empujan a obstaculizar a quienes intentan
ayudar y educar a tus hijos a la legalidad, al respeto mutuo, a los valores de
la cultura y del estudio” fue el mensaje directo a los capos mafiosos en una de
sus últimas homilías.
Padre Pino o 3P, como lo
llamaban sus jóvenes, fue nombrado párroco, el 29 de septiembre de 1990, en san
Cayetano del barrio Brancaccio (Palermo), zona completamente gobernada por la
mafia, por un clan perteneciente a uno de los más temibles boss, LeoLuca
Bagarella, que en la famosa segunda guerra de clanes mafiosos en Italia (años
80) hizo matar centenares de personas.
Todo estaban aterrorizados y le
temían menos don Pino, que enseguida se puso a combatir la cultura de la
ilegalidad: Organizó manifestaciones callejeras, promovió juegos y actividades
lúdicas, abrió escuelas y centros vocacionales para sacar a los niños y jóvenes
de la calle.
Día a día ganaba más adeptos y
el respeto de la gente, sobre todo de esas pobres madres que perdían sus
jóvenes hijos a causa de la “malavita”. Prácticamente en cada familia
había un hombre asesinado por una disputa entre dos clanes. Los mismos niños
que iban a la parroquia, no se acercaban a los compañeros que procedían de una
familia enemiga. Las viudas transmitieron a sus hijos, de generación en
generación, un código de odio y venganza. Pero don Pino logró con el Evangelio
cambiar los corazones de la gente. Las madres que habían perdido a sus hijos
dejaron de cultivar sentimientos de venganza. Proponía el juego en lugar del
robo, el estudio en lugar del arma. Por esto empezó a incomodar a los mafiosos,
y aunque si ya habían pedido su traslado, él se negó declarando: “Irme
sería como renegar y abandonar el rebaño que Dios me ha confiado. Yo me quedo
en mi lugar”.
Y es así como este sacerdote
mártir con “olor a oveja”, llegó a ser héroe y símbolo no sólo de los
palermitanos sino también de todos aquellos que luchan contra el crimen
organizado.
Padre Pino Puglisi fue
beatificado el 25 de mayo del 2013, y estas fueron las palabras de papa Francisco
dedicadas para la ocasión: “Educando a los jóvenes con un Evangelio vivido, les
alejaba de la delincuencia y por ello han intentado derrotarlo asesinándolo.
Pero en realidad es él quien ha vencido con Cristo resucitado”.
María Paola Daud
Fuente: “Don 3P… Sorriso che converte”, Vincenzo Bussa; famigliacristiana.it, beatopadrepinopuglisi.it
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