Resulta
legítimo plantearse la contribución que la Iglesia católica y las comunidades
cristianas pueden aportar al cuidado de la Casa Común
Mensaje
de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal
Española, para la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación
2018, que se celebra este 1 de septiembre, en el que recuerda que el agua y la
energía son dos pilares básicos de la Casa Común.
“El acceso a la energía y al agua potable –
dos bienes fundamentales para el desarrollo de toda vida humana – constituyen,
derechos humanos fundamentales y pilares básicos del bien común”, lo escriben
los Obispos españoles de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, en su
Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación 2018,
que se celebra este 1 de septiembre, en el que recuerda que el
agua y la energía son dos pilares básicos de la Casa Común.
“Apoyados
en los estudios científicos más recientes – afirman los Obispos – somos
conscientes de “la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de
pocas décadas si no se actúa con urgencia”. Por otro lado, el problema de la
contaminación y del cambio climático hace “urgente e imperioso el desarrollo de
políticas para que en los próximos años la emisión de dióxido de carbono y de
otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente. En el mundo –
precisan – hay un nivel exiguo de acceso a energías limpias y renovables”.
Acceso al agua y a la
energía
Refiriéndose
a la realidad de España, los Pastores señalan que, el acceso a la energía es
universal. Sin embargo, en los últimos años se ha constatado que un número
creciente de hogares corren el riesgo no poder costear su elevado precio,
cayendo en una situación de lo que se llama pobreza energética. Lo mismo
sucede con el acceso al agua potable, se lee en el Mensaje, el acceso es
también universal, aunque los problemas en torno a la distribución de un
recurso escaso y repartido de forma tan desigual a lo largo del territorio
resultan fuente de no pocos conflictos interregionales e ideológicos.
Ante
la enorme complejidad económica, técnica y política que ambos retos plantean a
la comunidad internacional y a los diversos gobiernos nacionales y regionales,
los Obispos señalan que, resulta legítimo plantearse la contribución que la
Iglesia católica y las comunidades cristianas pueden aportar al cuidado
de la Casa Común.
La Doctrina Social de la
Iglesia, un rico tesoro
En
este sentido, los pastores españoles recuerdan que, “la comunidad cristiana, a
quien nada de lo humano le resulta ajeno, descubre en la centenaria tradición
de la Doctrina Social de la Iglesia un rico tesoro que puede iluminar las
difíciles cuestiones que plantea el acceso al agua y a la energía, así como
para facilitar posibles caminos que permitan resolver los conflictos que se
generan”. Estas contribuciones – se precisa en el Mensaje – no son de tipo
técnico o político, sino más bien de orden cultural, ético y espiritual.
La llamada a la
solidaridad y a la sobriedad
“Benedicto
XVI – se precisa en el Documento – nos recordó que el reto de ofrecer energía
limpia para todos no es sólo tecnológico y político, es también cultural y
ético”. El Papa Francisco, en cambio, señalan los Obispos, ha reafirmado la
llamada al ahorro de su predecesor, recordando al mismo tiempo el imperativo
moral de la solidaridad. Respecto al agua, los grandes principios éticos del
pensamiento social cristiano son igualmente válidos.
La
atención a los más pobres, la defensa de los derechos humanos y la denuncia de
la injusticia.
La
denuncia de la injusticia, junto a la llamada a la solidaridad y la sobriedad,
subrayan los Obispos, constituye otro de los elementos distintivos de la
contribución eclesial al debate contemporáneo de la sostenibilidad. “San Juan
Pablo II vislumbró ya una de las razones principales por las que la Iglesia ha
tomado conciencia de esta urgencia ética”.
Tanto
en el caso del agua, cuando el acceso o la calidad se ven limitados, nos
encontramos ante una seria carencia para el desarrollo de la persona. Por ello,
en el caso de la pobreza energética, como el acceso deficiente al agua potable
suponen dos casos flagrantes de violación de los derechos humanos ante los que
los cristianos no podemos permanecer indiferentes.
El redescubrimiento del
sentido de la creación, más allá del uso instrumental de los recursos naturales
En
este sentido, la Iglesia, en su acercamiento a las cuestiones medioambientales,
recuerdan los Prelados, siempre ha invitado a trascender los análisis meramente
económicos y los cálculos políticos para ser capaces de apreciar el valor
intrínseco, más allá de su uso instrumental, de los recursos naturales que
disponemos.
La
dependencia del ser humano respecto del agua y la energía para poder vivir
dignamente nos recuerda no sólo nuestro origen y nuestra estrecha vinculación a
la creación, sino algo todavía más profundo: el carácter relacional de toda
nuestra existencia. “Se trata de una relación que nace como fruto de la unión,
todavía más profunda, del hombre con Dios – precisan los Obispos – el Señor ha
querido a la persona humana como su interlocutor: sólo en el diálogo con Dios
la criatura humana encuentra la propia verdad, en la que halla inspiración y
normas para proyectar el futuro del mundo, un jardín que Dios le ha
dado para que sea cultivado y custodiado”.
Ser
cuidador y custodio de la creación se convierte, por tanto, en la tarea
principal que Dios encomienda al hombre; una tarea que requiere de una sólida
formación y de una sensibilidad sacramental, pero también de una imprescindible
conformación de hábitos y comportamientos. En esta tarea también la Iglesia
puede realizar una valiosa contribución.
La importancia de la labor
educativa, la transformación cultural y la espiritualidad
Recordando
las palabras del Papa Francisco, los Pastores de España señalan que, el
problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural. Por ello, es
necesaria una labor educativa en relación con el uso y distribución del agua y
de la energía. “La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto
hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más
hondo”.
En
este sentido, las comunidades cristianas, parroquias y comunidades educativas,
deben comprometerse en una mayor vivencia espiritual de la Casa Común, y en una
educación para la sostenibilidad.
Gracias por el don de la
vida y por la creación
La
Iglesia Católica, concluyen los Obispos, no puede permanecer indiferente ante
las necesidades de tantas personas que sufren la pobreza energética y la
escasez de agua. “En esta Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la
Creación – señalan los Pastores – nos unimos a todos los cristianos y personas
de buena voluntad que trabajan por el bien común de la familia humana dando
gracias por el don de la vida y por la creación. Nos comprometemos igualmente a
trabajar por la justicia, la paz y la reconciliación entre los pueblos y con la
creación”.
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
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