Monseñor Roberto Luckert revela la situación en las
cárceles venezolanas y las dificultades de los obispos católicos para entrar en
ellas
“La ministro no me deja entrar en las cárceles, pero los pranes (líderes de pandillas delincuenciales) sí”, dice en diálogo con Aleteia.
Presidente de la Comisión de Justicia y Paz
del episcopado venezolano,
monseñor Roberto Luckert es conocido por su talante jocoso pero también
apreciado por su elocuencia al denunciar las injusticias y desmanes desde el
Estado. Siendo una hojilla con su verbo, polemizar con él es muy arriesgado.
Dice verdades incontestables y denuncia el drama social sin ahorrarse
calificativos.
Voceros oficialistas han
intentado descalificarlo y hasta le han inventado historias para
desacreditarlo. Pero él sigue impertérrito y combativo, ahora como Arzobispo
emérito de la diócesis-emblema como es Coro, la primera provincia de
Venezuela (1527).
Goza de la simpatía y el cariño
de los venezolanos, creyentes o no. En el marco de la Centésimo Décima Asamblea
Plenaria del episcopado venezolano, accedió a conversar con Aleteia sobre
un tema álgido y muy en el tapete como es la prohibición del gobierno para
que los obispos católicos visiten las cárceles…
-Hay
reclamos en las redes sociales pidiendo a los obispos visitar las cárceles.
¿Van o no van?
-He cumplido con mi deber de
hacerlo. Lamentablemente, en los años en que estuve en Coro siempre fui un factor
muy importante en los conflictos de las cárceles, pues yo garantizaba que los
que los presos dijeran lo cumplirían, igual el gobierno. Pero a partir de que
Iris Varela (la ministra del Poder Popular para Relaciones Interiores Justicia
y Paz) asumió ese servicio, tengo prohibido terminantemente entrar a las
cárceles del país.
-¿Cómo
razonan eso?
-Muy sencillo: el motivo es que yo no me
callo. Hay que luchar por los que están presos y no tienen quien los defienda.
Atropellan al preso en medio de la mayor indefensión. No estoy planteando que
debemos ser “alcahuetes” de las injusticias o las cosas mal hechas por las
cuales están presos, pero tampoco puedo ver bien que los traten como animales.
Y eso ocurre en las cárceles venezolanas. Que diga Iris Varela que los presos
en este país comen comida gourmet, que les da merienda… ¡Será ella la que come
todo eso! Yo los he visto comer porque, a pesar de ella, yo entro a las
cárceles porque los pranes (*) me dejan pasar.
_ Es decir, que los
pranes lo dejan pasar y la ministro no…
-La oficialidad de la cárcel no me deja
pasar. Fui a la cárcel de Barinas a llevar un paquete a un joven preso allí, lo
cual había convenido previamente. Obviamente, en horas de visita. Cuando llego
me dice el capitán: “Usted no puede pasar”. Le digo: “¿Cómo que no puedo pasar?
Me acabo de comunicar en Guanare con el jefe de los presos y ellos me están
esperando”. “Bueno, me dice, es que no podemos dejarlo entrar porque no estamos
en capacidad de garantizar su seguridad”. Le dije: “¿A mí? ¿Cuál seguridad? ¿Quién
me va a hacer daño allá adentro? Nadie. Yo no tengo temor alguno de entrar
a la cárcel”. El caso es que no me dejaba pasar. En eso, me llaman de adentro y
les grité que estaba esperando porque, según la ministro, yo no puedo entrar a
la cárcel. Me respondieron: “Quédese allí, monseñor, que ya vamos bajando a
buscarlo”. Y me hicieron pasar. Entré porque los pranes me hicieron pasar.
–
¿Por qué la ministro no quiere que entren los obispos católicos?
– Para que no constatemos el desastre que
se vive en los penales. Son seres humanos y viven entre miserias y vejaciones.
Hay que verlos comer en escudillas en el piso unas caraotas (frijoles) de mal
aspecto. Hay que verlos dormir hacinados sin ninguna atención…
–
Esos son los reos comunes, ¿qué pasa con los presos políticos?
-Los tienen aislados totalmente,
humillados, torturados. Y si no, pregunten a los que han salido y escuchen sus
relatos. El hijo del general Baduel salió, gracias a Dios, pero al padre no lo
van a sacar porque tiene una gran ascendencia entre los militares y mucha gente
está pendiente de su caso en el país. No les conviene un personaje como ése en
la calle.
–
¿Cómo hacen los capellanes de prisiones?
– No han querido aceptar esa figura. Hay
convenio entre la Conferencia Episcopal y el Ministerio de Justicia sobre los
capellanes. Pero ellos, el gobierno, nombran un capellán sin pasar por el
placet del obispo ni de la CEV. Allí están pero, a los efectos eclesiales, no
son capellanes.
-Usted
es el Presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la CEV. ¿Esa instancia no
debía ser más activa en la denuncia de esta situación? Siempre hay gente que
piensa que los obispos no aparecen por las cárceles, simplemente porque no van…
-Lo hemos dicho y reiterado. Y aprovecho
para volver sobre el tema: no quieren que entremos para que no comprobemos lo
que allí ocurre. Saben que denunciaremos y que no dejaremos el tema hasta que
se haga justicia con esa pobre gente. Hay que entrar para ver la realidad. Muy
lejos de lo que dice la ministra, son verdaderos infiernos. Es
la Guardia Nacional la que tiene a su cargo la seguridad, pero internamente
mandan los pranes.
–
¿Armados?
-Las únicas armas que yo conocía eran las
pistolas que usan los vaqueros. Pero allá adentro se ven unas armas largas
negras, muy impresionantes, en manos de presos. La primera vez pregunté: “¿Y
eso qué es?”. Me respondieron: “Son los pranes”. Son ellos los que llevan la
“seguridad” interna en las cárceles de este país.
-Se dice que los pranes, siendo ellos
también presos, gozan de muchos privilegios dentro de los penales…
– Por supuesto, el primero es estar armados
y, siendo así, deben tener muchos más porque, si no es por las buenas, ¡es por
las malas!
(*) Los
pranes son los líderes de pandillas delincuenciales. El criminólogo venezolano,
Fermín Mármol García, asegura que el “70% de los centros penitenciarios están
bajo el dominio de los pranes, quienes manejan no sólo el negocio de la venta
de droga dentro del penal, sino también la trata de blancas”. Su control supera a
la autoridad formal y se benefician de todo tipo de contrabando ordenando,
incluso, acciones criminales desde el interior de los penales hacia sus socios
en la calle.
Macky Arenas
Fuente:
Aleteia