Arriesga
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
domingo pasado nos tocaba cocinar paella y, como Joane y yo nunca habíamos
hecho este plato, le pedimos a Lety que nos enseñara a hacerla. ¡Vaya
ocurrencia! Justo un domingo, que es el día que menos tiempo de cocina tenemos,
ya que la misa es a las 11:00 de la mañana...
Nos
repartimos las tareas y a mí me tocó hacer el caldo. Añadí los ingredientes al
agua y lo puse a cocer. Solo tenía dos importantes instrucciones: fijarme mucho
al añadir bien la sal (que estuviera sabroso) y, por otra parte, el colorante:
era muy importante que quedase amarillo, pero no naranja.
Mientras
cocía iba probando y me pareció que estaba bien, pero he de reconocer que no
arriesgué mucho... ni con la sal ni con el colorante...
Seguimos
todos los pasos. Y conseguimos llegar hasta el final, pero el resultado... no
era muy bueno. Una paella más bien sosa, y que, encima, solo había tomado un
ligero color crema pálido... Por no llegar al naranja, ¡no llegó ni al
amarillo!
Tenía
que haber arriesgado más en la sal y haberme fijado al probarla en el color... Solo
daba gracias porque las demás habían hecho bien su parte y aquello se podía
comer, pero no llevé nada bien que mi parte saliese mal. Sin embargo, la forma
de reaccionar de Lety y de las hermanas me enseñó mucho. Ellas, que me habían
dado la oportunidad de aprender, me daban también la oportunidad de equivocarme
sin que ello fuera un drama.
Gracias
al cariño de las hermanas pude abrirme a ver que tengo que permitirme
equivocarme, que no pasa nada.
Y
es que todos queremos aprender, pero muchas veces pretendemos aprender a la
primera y no nos permitimos equivocarnos.
Jesús,
cuando sus discípulos se equivocaban, lo que hacía era sentarse con ellos y
enseñarles, les daba la mano para levantarles y seguir caminando, y esto es lo
que Jesús hoy hace contigo y conmigo. Él está sentado a nuestro lado y, cuando
nos equivocamos, nos da la mano para que nos levantemos. Su Amor entregado en
la cruz no es para juzgarnos, sino para salvarnos. Por ello, que tu fallo sea
un trampolín para descubrir que de la Cruz vas a la Luz.
Hoy
el reto del amor es no enfadarte cuando te equivoques. Mira a Jesús, que va
junto a ti, y déjate levantar por Él. Y, si es tu compañero el que hoy se
equivoca, léele el reto.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma