Entrenamiento
para el cielo
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
por la tarde, cuando llegué a Vísperas, me di cuenta de que sentía una molestia
en el brazo derecho. Pensando en qué podía haber sido lo que me producía ese
pequeño dolor, me di cuenta de dónde provenía: ¡no era más que las típicas
agujetas!
Y
es que por la mañana había estado realizando una tarea repetidas veces: cuando
grabamos una medalla (o, en este caso, una cruz), para que se vea bien la
grabación le añadimos un tinte negro que seca en 15 segundos, y después hay que
retirarlo frotando un poco.
Al
realizar esto una y otra vez, me habían quedado agujetas en el brazo.
Me
hizo gracia, porque pensado qué son las agujetas, me daba cuenta de que, en
realidad, me salen por la falta de costumbre. Pero lo curioso es que, después,
el músculo queda fortalecido. Y si continúo con esa tarea, ya no me dolerán,
sino al contrario, cada vez estaré más fortalecida.
Aquello
me llegó a lo profundo, porque me daba cuenta de que ya había dejado de pensar
en mi brazo, y sentía que estaba hablando del corazón. Quizá más duro que
cualquier ejercicio físico es la entrega, es amar sin medida. Quizá muchas
veces nos encontramos con las agujetas, pero, por ello mismo, lo mejor es no
detenerse ahí. Si no dejas de amar, Cristo te va regalando la experiencia de
que al entregarnos es cuando somos más felices, y cada vez estaremos más
fortalecidos.
Me
suele gustar pensar que esta vida es tan solo un entrenamiento para el Cielo,
un entrenamiento del corazón, donde aprendemos a amar y donde aprendemos a
dejarnos amar; donde necesitamos dejar que nuestro corazón se ensanche hasta
límites insospechados para nosotros, hasta donde nunca nos imaginaríamos que podríamos
darnos a nosotros mismos.
Y,
al igual que los músculos necesitan del oxígeno y nutrientes que les aporta de
forma continua el riego sanguíneo, pues del mismo modo nuestro corazón se
alimenta de Cristo, de Su sangre, de la oración, donde lo recibimos todo de Él,
donde podemos abrirnos a su Amor, y donde comienza todo nuestro ser a funcionar
de verdad. Y, al igual que, aunque tengamos muchas agujetas, la sangre sigue
alimentando al músculo, ¡lo mismo pasa con Jesucristo! Por muchas agujetas que
tengamos, ¡Él siempre sigue a nuestro lado, reconstruyendo y fortaleciendo
nuestro corazón!
Hoy
el reto del amor es hacer ejercicio. Solo necesitas dos cosas para ser feliz:
la oración y el amor. Por ello, busca a Cristo, deja que su Amor te llene el
corazón, y desde ahí, hoy dedica de tu tiempo a escuchar a todo el que el Señor
te ponga en tu día.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma