El
fútbol es el deporte más practicado en el mundo. No hay plaza ni parque en el
planeta donde no se haya jugado un partido. Es fácil comprender su popularidad
si consideramos que para poder practicarlo solamente es necesario tener algo
que patear (ni siquiera tiene que ser una pelota), no se necesita un equipo
contrincante ni un arco, basta patear una botella de refresco por un pasillo.
Otra
característica universal del fútbol es que su reglamento y su lógica como juego
es sumamente sencilla y comprensible para todos, lo que hace que puedas jugarlo
sin tener un árbitro. Es tan sencillo que el mismo Papa Francisco utiliza
expresiones futbolísticas para hablar de la vida espiritual: “Jesús nos
pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que
«juguemos en su equipo». A la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí, en
Brasil, como en otros países, el fútbol es una pasión nacional ¿Sí o no? Pues
bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo?
Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del
Señor”. (Papa Francisco, JMJ Río 2013)
Esa
misma simpleza en su forma hace también que ocurran muchas irregularidades en
su práctica. Irregularidades que en ocasiones (cuando se juega con mucha
pasión) hacen que nos resulte difícil ser buenos cristianos dentro de la
cancha.
Por
esta razón queremos compartirte algunas ideas para que puedas ser cristiano en
todo momento. Te advertimos que no es tarea fácil, pues probablemente los
que juegan contigo no lo harán muy honestamente, pero créeme, la cancha
también es un espacio de evangelización. ¡Ánimo!
1. No te quedes callado si
por error cobran a tu favor. Ganar limpiamente es de hombres
Muchas
veces nadie ve claramente lo que ocurrió en una jugada y solo tú sabes lo que
realmente pasó. Ser honrado y decir la verdad –aunque no favorezca a tu
equipo– no es fácil pero es lo mejor. Esto no solo hablará bien de ti,
sino que hará que tus triunfos sean realmente producto de tu esfuerzo y no de
tus omisiones. Un ejemplo de esto fue Miroslav Klose, jugador del Nápoles,
quien casualmente marcó un gol con la mano, el árbitro no lo vió y cobró el gol
como válido, pero él con mucha honestidad, le hizo saber al árbitro de su
error.
2. No seas teatrero. Si es
falta pide que la cobren sin lloriquear
Lamentablemente
es una escena común en el fútbol profesional exagerar las faltas. En muchos
partidos vemos a los jugadores rodar por el suelo, gritar, cubrirse el rostro y
hacer un escándalo de proporciones apocalípticas cuando les hacen una falta. La
mayoría de estas situaciones son caídas o golpes sin intención. Si te hacen una
falta o algo que te perjudique, reclamar está bien, la justicia y la verdad son
lo primero, pero rodar por el suelo hasta que cobren y luego salir corriendo
como si nada, no es lo más cristiano. Recuerda que el teatro no es un
deporte. Un antitestimonio de ello fue David Luiz, jugador del Chelsea,
quien no solo fingió una falta que provocó la expulsión de quien supuestamente
se la hizo, sino que además no pudo contener la risa cuando cobraron
equivocadamente a su favor.
3. Ayuda a tu rival si lo
necesita
A
veces la pasión por el juego, por el triunfo, por el honor o por lo que sea que
sientas cuando estás en la cancha, hace que en vez de ver en tu contrincante a
un hermano, lo veas como un enemigo, un rival, una persona antipática a la que
hay que vencer. ¿Te has puesto a pensar lo agradecido que deberías estar
de que el equipo de enfrente exista?, ¿cómo podrías jugar si no hubiera un
equipo contrincante que esté dispuesto a competir bajo las mismas reglas que
tú? Un lindo testimonio de esto lo dan estos dos equipos polacos. Mira lo que
sucede
4. Anima a tus compañeros
cuando se equivocan: ¿quieres ganar o solo descargar tu rabia?
Si
el solo hecho de equivocarse ya es incómodo, imaginémonos cuando la
equivocación sucede en público, más aun que esto signifique que todos mi equipo
salga perjudicado cuando el error es un autogol. Es suficiente la pena que
siente el pobre como para que vayas y le restriegues en la cara su error. Un
ejemplo de esto es el portero del Ajax Mickey van der Hart, quien se equivocó
garrafalmente e hizo que el pase que le dio a un compañero se convirtiera en un
gol en contra que llevó a la derrota de su equipo. Solo quedaba apoyarlo, pues
la tristeza y la frustración en su rostro son suficientes para comprender que
no necesitaba que lo reprendan.
5. La pasión que se
transforma en lisuras e insultos no aporta nada
Cuando
se acuerdan de tu mamá o le mandan saludos a tu abuelita, cuando te jalan la
camiseta y el abrazo que recibes no es de cariño (y todo el resto de cosas que
ocurren en el campo de juego), surgen emociones no tan favorables para la buena
marcha del partido. Dales la vuelta y permite que sirvan como motivación para
seguir esforzándote en el juego. Debes cuidarte de no perder la cabeza para que
estas no se conviertan en cambios de conducta, agresividad, faltas de respeto o
violencia física contra los demás. Cuenta hasta 10, no devuelvas los saludos a
la mamá de quien te los envió, respira profundo, haz tus alegatos de forma
moderada, pide disculpas y recuerda que es un juego: la vida no se nos va en
esto. Una conocida marca argentina retrata con humor esta realidad tan
propia del fútbol.
6. Dime cómo juegas fútbol
y te diré quién eres
Ser
un facilitador, ser generoso, buscar que los demás saquen lo mejor de sí y usar
mis dones a favor de mis compañeros es una forma de amar que se aplica tanto
dentro de la cancha como fuera de ella. No se trata tan solo de aprovechar las
oportunidades que me da el fútbol para demostrar mi talento sino de ayudar a
los demás, y aunque suene muy eclesial, hacer comunidad en la cancha. Un
lindo ejemplo, coronado por un bellísimo gol, es el de Emre Cam jugador del
Liverpool, que no solo demuestra su habilidad controlando el balón, sino que
además habilita a su compañero de forma excepcional regalándonos una joya.
7. No seas orgulloso. Si
te equivocas, pide perdón
A
veces nos equivocamos en un pase o en una recepción, otras veces no medimos
nuestras fuerzas y golpeamos a alguien, o hay ocasiones en que no nos
entendemos bien con nuestros compañeros de equipo. Reconocer nuestros errores
no es algo que está reservado para el confesionario, hay momentos en el
juego en los que debo ser humilde y admitir que podría haberlo hecho mejor. Súper
conocido es el episodio donde Luis Suárez, jugador de la selección Uruguaya,
muerde a un rival. Se burlaron mucho de él y lo sancionaron: él humildemente
ofreció sus disculpas a todos los que perjudicó con su conducta descontrolada.
8. Corrige, coordina,
alienta, ayuda, comenta: ¡comunícate con tu equipo!
Ya
dijimos que convertir a nuestro equipo en comunidad es un buen objetivo por
cumplir. Reconocer que –al igual que en la Iglesia– todos somos parte de un
cuerpo con características particulares, virtudes y limitaciones, nos ayudará
no solo a sacar lo mejor de nosotros mismos, sino que mejorará nuestro
rendimiento como equipo. Comunicarse es la clave para vivir la comunión. No
hay nada más triste que un equipo que se trata a gritos reprendiéndose en todo
momento, equipos donde solo se ve confusión y la pelota va de un lado para el
otro sin sentido. Los sujetos del video nos dan un ejemplo de comunicación,
preparando la ejecución de un tiro sumamente coordinado y sin mencionar una
sola palabra. Como bien enseña el Concilio Vaticano II: “Los ejercicios y
manifestaciones deportivas… ayudan a conservar el equilibrio espiritual,
incluso de la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre hombres de
todas las clases, naciones y razas” (Gaudium et spes, 61).
9. No seas negativo
contigo mismo: intentar tiene valor
El
fútbol debe ser de los pocos deportes en donde estadísticamente se consideran
los “casi”. Cuando vemos el resumen de un partido, los relatores deportivos
cuentan los “tiros a portería”, los “tiros de esquina”, etc, para indicar que
un equipo ha sido teóricamente más ofensivo que el otro. De hecho, consideramos
que nuestro conjunto juega bien cuando intenta muchos tiros al arco
independientemente si pasan cerca o no de la portería. Intentar una y otra
vez, probar de cerca y de lejos, pensar en nuevas estrategias y métodos, es
algo que no solo se aplica en la cancha, también se aplica en la vida.
10. ¿Cuánto se hubiese
esforzado o cómo hubiese reaccionado Jesús?
El
esfuerzo tiene un valor en sí mismo, muestra nuestro carácter, nuestros
valores, nuestras convicciones y expresa nuestra pasión por lo que hacemos.
Esforzarnos para lograr cualquier objetivo noble, ya sea un gol, un título
universitario, conservar un trabajo o fortalecer nuestra familia, es algo
grande. El mismo Jesús es quien nos invita a hacer un esfuerzo extra, a
correr un minuto adicional y salir de nuestra comodidad. En el Evangelio
de San Juan, cuando nos interpela a amar como Él nos ha amado, podríamos tomar
ideas para el fútbol, podríamos decir para este caso: “jueguen como yo he
jugado” y de esta manera ser como Jesús en sus formas, sentimientos,
valores, empeño, lucha y amor. Imitarlo fuera y dentro de la cancha no solo
cambiará nuestro juego y rendimiento, también cambiará toda nuestra vida y la
de los que nos rodean. ¡Recuerda que la cancha también es un campo de
evangelización! Un ejemplo de esto son todos aquellos que sabiendo que no serán
súper estrellas del deporte, semana a semana, se esfuerzan y sudan hasta la
última gota dejándolo todo en cada pase.
Por:
Sebastián Campos