Los
santos y los Papas le han tenido muy en cuenta...
La devoción a san José ha venido
afianzándose cada vez más desde el siglo XIX hasta hoy. Paralelamente, en estos
dos siglos se han promulgado dos dogmas relacionados con la esposa de san José,
la Virgen María: el dogma de la Inmaculada Concepción y el dogma de su Asunción
en cuerpo y alma al cielo.
Jesús, José y María forman la
Familia de Nazaret, la Sagrada Familia, y juntos se les invoca para su
intercesión en la hora de la muerte:
-Jesús,
José y María, os doy el corazón y el alma mía,
-Jesús
José y María, asistidme en mi última agonía,
-Jesús,
José y María, descanse en paz con ustedes el alma mía.
En los primeros siglos de la
Iglesia, se centraron los estudios y definiciones dogmáticas en la definir de
modo claro Jesús, la segunda Persona de la Santísima Trinidad y la Virgen
María, Madre de Dios, frente a las herejías de tiempo (arrianismo, nestorianismo,
etc.).
Sin embargo, en
los últimos 200 años San José ha tomado un protagonismo que no tuvo en los
siglos anteriores.
Empieza con Pío VII a quien
Napoleón irritado al no poderle dominar, lo hace prisionero en el palacio de
Fontenebleau. El Papa pidió a intercesión de san José para que pueda volver a
Roma, y Napoleón sufrió derrota tras derrota, empezando por la batalla de
Leipzig. Al final liberó al Papa.
El papa Pío IX lo proclamó
Patrono y Protector de la Iglesia universal (1870), al término del Concilio
Vaticano I, porque así lo habían pedido muchos cardenales y obispos de la
Iglesia. Este mismo Papa promulgó el dogma de la Inmaculada Concepción.
El siglo XIX fue abundante en
fundaciones religiosas, entre ellas la de los salesianos del Don Bosco que
ahondaron en su espiritualidad en san José, y la de san Leonardo Murialdo que
fundó la congregación de “los josefinos”.
Francisco Xavier Butiñá
(1834-1900), fundador de las Siervas de San José y de las Hijas de San José,
Josep María Vilaseca fundador de los Institutos Misioneros de San José, y el
obispo de Vic, Josep Torras i Bages, que tanto influyó en la vida religiosa de
los catalanes, entre tantos otros.
El
papa León XIII, sucesor del beato Pío IX, dedicó su primera encíclica, Quamquam
Pluries a
la devoción a san José, como
humilde trabajador, frente a las ideologías de la época, el marxismo y el
anarquismo.
En el siglo XX, san Pío X era
muy devoto a san José, Benedicto XV extendió a toda la Iglesia
la fiesta de la Sagrada Familia: el nombre de san José queda
unido de forma inseparable con los de Jesús y María. Pío XI proclamó la
fiesta de san José el 19 de marzo.
Pío
XII instituyó
la fiesta de san José Artesano el 1 de Mayo, coincidiendo con
la Fiesta del Trabajo.
San
Juan XXIII decía
que “amo mucho a San José, hasta tal punto que no sé empezar mi jornada, ni
terminarla, sin que mi primera palabra y mi último pensamiento se dirijan a él”
y propuso al Concilio Vaticano II, y este aceptó, poner a san José en el Canon
de las Misa. San Juan XXIII creía “personalmente” que san José se encontraba en
cuerpo y alma a los cielos.
San Juan Pablo II publicó la
Exhortación apostólica Redemptoris Custos, 1989, para
preparar a la Iglesia bajo la protección del santo Patriarca en
su entrada en el Tercer Milenio.
San
Josemaría Escrivá fue
un gran devoto del Santo Patriarca y puso a San José –al que acudía con la
invocación de “nuestro Padre y Señor”- como Patrono de todo el Opus Dei.
También el papa Benedicto
XVI, escribió que “veneramos al padre legal de Jesús, porque en
él se perfila el hombre nuevo, que mira con confianza y coraje al futuro, no
sigue el propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita
misericordia” de Dios.
Finalmente, muy devoto de san
José el
papa Francisco que tiene una imagen de san José Durmiente
en su dormitorio, pues dice que mientras duerme el Papa, san José custodia a la
Iglesia.
Salvador Aragonés
Fuente:
Aleteia