China representa el
sueño de san Francisco Javier, la asignatura misionera pendiente de la Compañía
de Jesús
No
es difícil entender que, para un jesuita Papa, China representa el sueño de san
Francisco Javier, la asignatura misionera pendiente de la Compañía de
Jesús. Un deseo que está en la genética histórica de esa institución.
En
la geopolítica del futuro de la Iglesia del Papa Francisco, y en su teología de
la historia, ese continente, que sigue siendo el gran desconocido del mundo
globalizado, tiene que ver con el futuro del cristianismo.
Esta
semana, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, ha tenido que
aclarar el sentido del diálogo de la Santa Sede con el gobierno chino. Y
también algunas informaciones referidas a actuaciones de los interlocutores
vaticanos ante los obispos clandestinos de Shantou y Mindong. Las
conversaciones, que se iniciaron en los años ochenta, se están intensificando.
En
los primeros momentos jugó un papel muy importante el jesuita italiano Franco
Belfiori, a quien tuve el honor de conocer en la misión pontifica en Hong Kong.
Ahora,
una de las la mentes de ese proceso es un arzobispo buen conocedor de España, monseñor
Claudio María Celli, que fue responsable de los medios de comunicación de
la Santa Sede hasta hace bien poco.
Para
quienes quieran profundizar en esta cuestión no deben obviar los artículos
publicados en la edición en español de la revista «La Civiltà Cattolica». Por
ejemplo, el último del también jesuita y portavoz del Papa emérito, el padre
Federico Lombardi.
El
cardenal Parolin insiste en que en China no existen dos Iglesias, existen dos
comunidades de fieles que están llamadas a emprender un camino de
reconciliación en la unidad. El diálogo con el gobierno persigue que los
católicos sean, y se sientan, plenamente católicos y plenamente chinos.
El
Papa no va a sacrificar a sus hijos más fieles, ni los va a abandonar. Tampoco va a hipotecar
su futuro. Y respecto al gobierno chino, el mensaje es el mismo que lanzó
Benedicto XVI en su carta a los católicos de ese país: no es misión de la
Iglesia cambiar las estructuras, ni las administraciones, ni sustituir al
Estado.
JOSÉ
FRANCISCO SERRANO OCEJA
Fuente:
ABC