Una de esas historias populares que, desde
la Edad Media, confortan el corazón
Compartimos
este relato popular navideño mencionado por el autor Malba Tahan en su
compilación “Leyendas del Cielo y de la Tierra”:
La
Leyenda del Crisantemo
Vivía
en la Selva Negra un campesino llamado Hermann. En la víspera de Navidad,
cuando volvía despreocupado para casa, encontró, tendido en la nieve, a un
pobre niño que estaba a punto de morir.
Afligido
con la triste situación del niño, lo tomó en brazos y lo llevó a su modesta
cabaña. La mujer del campesino y sus hijos tuvieron, también, mucha pena del
infeliz y compartieron con él alegremente la humilde cena que habían preparado.
El
pequeño, que la bondad de esa gente lo había confortado, pasó la noche en la
paupérrima cabaña y, a la mañana siguiente, sin que nadie lo notara,
desapareció.
Días
después, al entrar en una iglesia, al campesino le llamó la atención una
estampita en la que aparecía el Niño Jesús: miró, con asombro, la semejanza
entre el Salvador y el pobrecito a quien él atendió la noche de Navidad.
No
cabía duda: el pequeñito que fue socorrido y abrigado en la pobre casita del
leñador era el Niño Jesús.
Impresionado
con el descubrimiento, decidió ir nuevamente al lugar donde había encontrado al
Niño Jesús y se dio cuenta que habían milagrosamente nacido, en medio de la
nieve, varias flores de extraordinaria belleza. Agarró cinco de las flores y se
las llevó a su mujer.
Esa
flor fue llamada crisantemo: del griego chrysós, “oro”, o Christós,
“Cristo”, y ánthemon, “flor”. Es decir: flores de Cristo o flores de
oro (esta última es la traducción etimológicamente reconocida; la otra es una
versión popular).
Por Almas Castelos
Fuente: Aleteia