José contó con ayuda
adicional en aquella fría noche de Navidad
Cuando
la mayoría de nosotros imagina la escena del nacimiento de Jesús, de forma
natural pensamos en María y José, solos en el pesebre con los animales a su
alrededor. Esta imagen se encuentra normalmente precedida por un José
preocupado que llega a Belén en plena noche y no encuentra ningún lugar para
dormir.
Si
bien así se prepara el escenario para el relato dramático del nacimiento de
Jesús, descuida los hechos bíblicos e históricos que presentan un panorama
diferente.
En
primer lugar, María y José ya se encontraban en Belén desde hacía varios días.
Lucas lo relata claramente: “También José […] subió de Nazaret, ciudad de
Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David […] y, mientras estaban
allí, se le cumplió el tiempo. (Lucas 2, 4-6).
Otras
versiones lo dejan incluso más claro: “Mientras se encontraban en Belén, le
llegó el tiempo de ser madre”.
En
el relato no está presente la sensación de urgencia, lo que hace pensar que
María y José tuvieron tiempo de sobra para preparar el parto y buscar una
matrona local.
Las
parteras existen desde hace miles de años e incluso se mencionan en el Antiguo
Testamento. Además, desempeñan un papel fundamental en la historia de Moisés.
Además,
el rey de Egipto se dirigió a las parteras de las mujeres hebreas – una de
ellas se llamaba Sifrá y la otra Puá, y les ordenó: “Cuando asistan durante el
parto a las mujeres hebreas, observen bien el sexo del recién nacido: si es
varón, mátenlo, y si es una niña, déjenla vivir”. Pero las parteras tuvieron
temor de Dios, y en lugar de acatar la orden que les había dado el rey de
Egipto, dejaban con vida a los varones. (Éxodo 1, 15-17).
Hubiese
resultado extraño que José estuviese solo con María durante el nacimiento de
Jesús. Si bien José poseía una gran fe en Dios y confiaba en que Jesús se
convertiría en el Mesías, los hombres en aquella época no sabían cómo dar a luz
a un bebé. Su condición de hombre honesto hubiese hecho que buscase ayuda en
una matrona local y reconociese su falta de conocimiento en la materia.
Además
de este conocimiento histórico, un texto antiguo que data del año 145
llamado HYPERLINK “http://www.newadvent.org/fathers/0847.htm”
Protoevangelio de Santiago cuenta la historia de la partera de María y
otra mujer que asistió al parto.
Y he aquí que una mujer
descendió de la montaña, y me preguntó: ¿Dónde vas? Y yo repuse: En busca de
una partera judía. Y ella me interrogó: ¿Eres de la raza de Israel? Y yo le
contesté: Sí. Y ella replicó: ¿Quién es la mujer que pare en la gruta? Y yo le dije:
Es mi desposada.
Y la partera siguió. Y
llegaron al lugar en que estaba la gruta, y he aquí que una nube luminosa la
cubría. Y la partera exclamó: Mi alma ha sido exaltada en este día, porque mis
ojos han visto prodigios anunciadores de que un Salvador le ha nacido a Israel.
Y la nube se retiró en seguida de la gruta, y apareció en ella una luz tan
grande, que nuestros ojos no podían soportarla. Y esta luz disminuyó poco a
poco, hasta que el niño apareció, y tomó el pecho de su madre María. Y la partera
exclamó: Gran día es hoy para mí, porque he visto un espectáculo nuevo.
Y la partera salió de la
gruta, y encontró a Salomé, y le dijo: Salomé, Salomé, voy a contarte la
maravilla extraordinaria, presenciada por mí, de una virgen que ha parido de un
modo contrario a la naturaleza.
Aunque
el texto no se considera inspirado, apunta a una realidad histórica que
probablemente sea cierta. En términos prácticos, tenía sentido que José buscara
ayuda en una matrona. Si ella asistió al parto es otra cuestión, pero los
servicios de la partera se extendieron además al cuidado del bebé.
Los
iconos antiguos ortodoxos y bizantinos recuerdan esta verdad y a menudo
representan a la partera de María en un rincón de la escena, bañando a Cristo
recién nacido.
Lo
que realmente aconteció esa noche trascendental siempre será un misterio, pero
las pruebas bíblicas e históricas pueden ayudarnos a arrojar algo de luz sobre
un nacimiento que cambió el mundo.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia