“Edificar a la Iglesia, custodiar
a la Iglesia y purificar a la Iglesia”
Sobre
estas tres directivas el Papa Francisco desarrolló su homilía de la
Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el segundo
jueves de noviembre, en el día de la dedicación de la Catedral de Roma, “madre
de todas las iglesias”, título que – tal como explicó el Santo
Padre – no representa un “motivo de orgullo, sino de servicio y de amor”.
Ante
todo – dijo el Papa – hay que “edificare a la Iglesia”. A lo que
preguntó ¿cuál es el fundamento de la Iglesia? La respuesta, naturalmente, es
Jesucristo recordó el Obispo de Roma.
Jesucristo es la piedra
angular de la Iglesia
“Él
es la piedra angular en este edificio. Sin Jesucristo no hay Iglesia. ¿Por qué?
Porque no hay fundamento. Y si se construye una iglesia – pensemos en una
iglesia material – sin fundamento, ¿qué sucede? Se derrumba. Se desploma todo.
Si no está Jesucristo vivo en la Iglesia, la Iglesia se derrumba”.
“Y
nosotros, ¿qué somos?”, se preguntó Francisco. “Somos piedras vivas” –
dijo – no todas iguales, sino que cada una es diferente, porque “ésta es la
riqueza de la Iglesia. Cada uno de nosotros – prosiguió diciendo el Santo
Padre – construye según el don que Dios nos ha dado. No podemos pensar en
una Iglesia uniforme: esto no es Iglesia”.
De
manera que hay que “custodiar a la Iglesia”, teniendo conciencia – tal como
recomendó el Papa – del Espíritu de Dios que habita en
nosotros.
El Espíritu Santo es la
armonía
“¿Cuántos
cristianos, hoy, saben quién es Jesucristo, saben quién es el Padre – porque
rezan el Padrenuestro? Cuando tú hablas del Espíritu Santo… “Sí, sí… ah, es la
paloma, la paloma”, y terminan allí. Pero el Espíritu Santo es la vida de la
Iglesia, es tu vida, mi vida… Nosotros somos templo del Espíritu Santo y
debemos custodiar al Espíritu Santo, hasta el punto de que Pablo aconseja a los
cristianos que “no entristezcan al Espíritu Santo”, es decir, que no se tenga
una conducta contraria a la armonía que el Espíritu Santo provoca dentro de
nosotros y en la Iglesia. Él es la armonía, Él hace la armonía de este
edificio”.
En
fin – concluyó diciendo el Papa Francisco – hay que “purificar a la
Iglesia” a partir de nosotros mismos:
Todos somos pecadores
“Nosotros
somos todos pecadores: todos. Todos. Si alguno de ustedes no lo es, levante la
mano, porque sería una hermosa curiosidad. Todos lo somos. Y por esto debemos
purificarnos continuamente. También purificar a la comunidad: a la
comunidad diocesana, a la comunidad cristiana, a la comunidad universal de la
Iglesia. Para hacerla crecer”.
María
Fernanda Bernasconi
Radio
Vaticano