La iniciativa de Pietro Sigurani, rector de la
Basílica de San Eustaquio, en ocasión de la Jornada impulsada por el Papa: «Fui
a darme una vuelta por los locales y les dije: “¿Me recibes a los
necesitados”?»
Pietro
Sigurani es ese tipo de cura que en Argentina llamarían “callejero”. Un
sacerdote que, a pesar de ser el rector de una basílica romana del centro, la
de San Eustaquio, a pocos pasos del Palazzo Madama y de Montecitorio, prefiere
pasar el tiempo encontrándose con los pobres que orbitan alrededor de la
basílica en lugar de confesar diputados y senadores.
Precisamente,
pensando en “sus” pobres, sin techo, refugiados, ancianos abandonados, Pietro
decidió retar a los dueños de los restaurantes de la exclusiva zona del
Pantheon romano. Lo hizo pensando en la Jornada mundial dedicada a los pobres
tan querida por el Papa Francisco desde el final del Jubileo de la
Misericordia, que se celebrará el próximo domingo 19 de noviembre. «“¿Me
recibes a 10 pobres?”», fue preguntando el sacerdote por los restaurantes,
bares y hosterías de la zona, como un moderno san Filippo Neri.
Casi
todas las respuestas fueron positivas, gracias a la “astucia” del sacerdote,
que supo jugarse bien sus cartas. «Pedí que acogieran a los pobres. Uno me dijo
que sí inmediatamente y que lo habría hecho gratis. Y entonces fui a otro
restaurante y le pedí lo mismo, y le dije: “Clemente va a hacerlo gratis; ¿tú
cuánto me cobras?”. Y él también dijo que lo iba a hacer», explicó en una
entrevista con el telediario de Tv2000.
Entonces,
mientras el próximo domingo 1500 pobres almorzarán con el Papa Francisco en el
Aula Pablo VI, y otros 2500 lo harán en comedores, seminarios y colegios
católicos de Roma, un centenar de personas necesitadas del centro de la capital
italiana se dividirá entre los diez restaurantes que han aceptado el desafío
del sacerdote.
Lo
hará, por ejemplo, Emilio, dueño de uno de los locales: «Damos una pequeña
contribución –dijo al canal italiano Tv2000. Hacemos muy buenas frituras, con
alcachofas, flor de calabaza, mozzarella, y luego, seguramente un buen plato de
“amatricana”, “salti in bocca”, que son típicamente romanos, o un poco de papas
y achicoria; y el postre lo dejamos a su elección, lo que prefieran».
«Podrán
ordenar a la carta lo que quieran», dijo otro restaurantero, «se sentarán en
donde quieran sin ningún problema». «Será todo un placer recibir a estas
personas en una ocasión tan especial», respondió la dueña de otro
restaurante.
El
padre Pietro sonríe satisfecho. Él, en el fondo, no hace más que replicar a
escala lo que hacen cada día alrededor de San Eustaquio, en donde
cotidianamente se ofrecen almuerzos calientes a quienes están en dificultades,
sobre todo gracias al quesero y al vendedor de embutidos que se encuentran
cerca de la basílica, quienes «nos dan el pan o, cuando necesitamos,
queso».
Lo
que es verdaderamente importante de esta iniciativa, dijo, es que «el pobre
pueda sentarse a comer a una mesa y que pueda decir de tanto en tanto “Yo
quiero esto”, porque siempre recibe la comida que nosotros establecemos y que
podemos ofrecerle».
Entonces,
además de garantizarles buena comida, el objetivo es «hacer que vuelvan a
descubrir la dignidad». La dignidad que, en una sociedad dominada por la
«cultura del descarte» que ha denunciado en varias ocasiones el Papa, a veces
se parece a un recuerdo borroso.
SALVATORE
CERNUZIO
ROMA
Fuente:
Vatican Insider
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