Es importante aprender a decir lo que pienso, lo
que quiero, lo que deseo. Para no vivir siempre poniendo excusas y despertando
expectativas
Me comparo con los dos hijos de la
parábola: Él le contestó: – No quiero. Pero después
recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: –
Voy, señor. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?
Contestaron: -El primero.
Uno dice que no al principio. Yo tengo esa
misma primera reacción tantas veces. Digo que no a cosas que me podían dar
vida. Digo que no por cobardía y no dejo que sucedan cosas grandes en mi
corazón. Por miedo, por pereza, por desidia.
A veces digo que no primero y luego lo
acabo haciendo. Quiero ser capaz de cambiar mi no para que sea un sí. Cambiar
es de sabios. Como el hijo de la parábola. Mi respuesta primera es que no, que
no tengo tiempo. Que no quiero que me molesten. Es la reacción que a veces me
desconcierta en mí mismo.
Tal vez no acabo de conocerme del todo. Me
piden algo, cualquier cosa, y me violento. Digo que no en mi fuero interno. A
veces lo digo con palabras. A veces con gestos. No sé por qué lo hago con tanta
rapidez.
Tal vez quiero proteger mi descanso. O mi
vida como es. No quiero que se metan en mis planes. O no estoy dispuesto a dar
tanto a cambio de nada. O pienso que tantas veces soy yo el que tiene que hacer
las cosas. Mientras otros no hacen nada.
Y no lo
quiero. Porque lo considero injusto. Me niego. Digo que no con voz fuerte, para
que me oigan. Parece un no firme, radical, definitivo. Es como si ya la
decisión no pudiera cambiarse. Mi no parece mi última palabra. A veces siento
que me gusta decir que no.
Hay peticiones exageradas que no merecen un
sí como respuesta. No puedo decir que sí a todo. Es cierto. A veces un no
aclara las cosas. Deja clara mi postura. Digo que no y el mundo ya sabe a qué
atenerse. Si digo que sí y después no hago lo que me piden no estoy haciéndolo bien.
Creo que en esta vida tengo que ser asertivo y decir lo que pienso y siento.
Olga Castanyer explica: La
persona asertiva conoce sus propios derechos y los defiende, respeta a los
demás, por lo que no piensa ganar en una disputa o conflicto sino que busca de
forma positiva los acuerdos [1].
Me gusta este asertividad que me lleva a
defender mis derechos, mi postura. Es importante aprender a decir lo que
pienso, lo que quiero, lo que deseo. Para no vivir siempre poniendo excusas y
despertando expectativas. Lo digo con fuerza: No quiero ir. No
quiero hacerlo. No estoy disponible. No me comprometo. La claridad del no tiene
fuerza.
Me gusta ese no dicho en momentos
importantes de mi vida. Me permite abrirme a otros síes. No todo lo que me
piden es de Dios. No siempre lo que Dios quiere es que diga que sí. A veces mi
no es lo que me pide.
¿Pero también sé lo importante que es mi
sí. Quiero
que mi sí sea firme. No un sí cambiante. Pienso en tantas
personas que pronuncian un sí poco creíble. Hoy dicen una cosa. Dicen que sí
serán fieles a lo prometido. Pero su sí tantas veces es papel mojado. Mañana
dicen que no. Su sí anterior no vale nada. No es firme.
Quiero ser alguien en quien se pueda
confiar. Que mi palabra valga porque está avalada con mi vida. Eso es lo que
deseo. Un sí
grabado sobre la roca. En el hierro firme. No un sí escrito sobre la arena de
la playa. Un sí borrado por las olas.
Me da miedo a veces ser tan cambiante que
mi sí de hoy pueda ser un no mañana. Que mi sí de amor, de apoyo, de fidelidad,
sea un no cobarde cuando cambien las circunstancias o mi corazón se sienta
frágil. Quiero decir que sí allí donde he dicho otras veces que no. Quiero
estar disponible para llegar al que pide mi vida.
No quiero que
Jesús me diga: Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la
delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no
recapacitasteis ni le creísteis.
Yo que me siento tan santo, tan cerca de
Dios, muchas veces le niego, no lo sigo, no escucho su voz. No me hago carne de
su carne. No asumo la vida que me invita a vivir. Y digo no a sus deseos. No
tengo sus sentimientos. Digo que no con voz fuerte o con gestos elocuentes. Y
no dejo que su vida penetre mi alma enferma y herida.
Quiero cambiar mis noes por síes valientes.
Es el desafío de mi conversión. Pasar del no al sí por obra del Espíritu. De la cobardía al valor. De la pereza
a la diligencia. Del odio al amor. De la guerra a la paz.
Quiero hacerme disponible para los planes
de Dios. Digo que no a lo que me aleja de Dios. Digo que no a al odio y a la
rabia. Que no a mis críticas y mis juicios. Que no a mi orgullo y mi vanidad.
Y digo que sí a todo lo que me acerca a su
corazón de Padre. Allí donde estoy seguro. Quiero vivir y no morir y sé que mis
noes son un signo de muerte. Por eso le digo que sí a Dios. Grabo mi sí
sobre la roca.
[1] Olga Castanyer, La
asertividad: expresión de una sana autoestima. Ediciones Desclée de
Brouwer, 1997
Carlos
Padilla Esteban
Fuente: Aleteia